Revista Filosofía

Las raíces profundas de la política antimasónica en el pensamiento tradicional español (2ª parte)

Por Vguerra

Las raíces profundas de la política antimasónica en el pensamiento tradicional español (2ª parte)
por Joan-Francesc Pont Clemente
Profesor de la Universidad de Barcelona
y Presidente de la Fundación Francisco Ferrer

Durante los siglos XIX y XX, el antimasonismo recurrirá a cuatro frentes de batalla para atacar a la Orden: su ambos conceptos con el de , va a ser una de las convicciones vertebradoras de la anglofilia, su su y su . La identificación entre francmasón y -en el mejor sentido de esta palabra nacida en las Cortes de Cádiz-, y la de España blanca, cuyo abanderado fueron primero los carlistas y, más adelante, el franquismo

La constitución apostólica , en el que combate férreamente la Quo graviora de Leon XII contra los francmasones y contra cualquier sociedad que tuviera por fin conspirar en detrimento de los poderes de la Iglesia y del Estado, de 13 de marzo de 1825, será profusamente difundida en España durante el año 1827, llegando a incorporarse como Derecho interno al ser publicada en la nefasta idea de la separación entre la Iglesia y el Estado, y la todavía peor, de la tolerancia religiosa (que teme llegue a regir, por desgracia, olvidándonos de los destinos de España ...) . En 1885, la Tipografía Católica de San Francisco de Sales publica Victorino - aventuras de un joven romano víctima de la francmasonería, cuyo original italiano había aparecido en la Civiltà Cattolica, en una traducción de Paulino de Aransolo y Aranguren. Es una historia abracadabrante y aburrida destinada tan sólo a oponer las bondades de la sumisión moral de los católicos a la maldad intrínseca de cualquier esfuerzo de autonomía ética: destaca la descripción de los esfuerzos clericales, por convertir en el lecho de muerte al francmasón liberal. Gaceta de Madrid. Los mismos enemigos de la Francmasonería lo serán de cuantas personas propugnaron en España una religión liberal, incluso, un catolicismo liberal. Así un Abogado barcelonés, oculto bajo las iniciales P.G., publica alrededor de 1870 un opúsculo de un centenar de páginas de pequeño formato titulado El catolicismo liberal ante el tribunal de la Historia, la Teología y el Derecho público eclesiástico

Si hasta 1931 al antimasonismo español contaba con más efectivos que la masonería, si hasta entonces la parte de España que se oponía a las Luces perseguía en la Francmasonería a un fantasma, los años de la Segunda República vieron florecer todas las manifestacines de asociacionismo, la sociedad española tuvo la primera oportunidad de alcanzar su mayoría de edad, la Francmasonería devino una cultura, más que una organización, influyente, y el antimasonismo redobló sus esfuerzos, ahora sí con un enemigo al que combatir. El antimasonismo, nacido del pensamiento tradicionalista español, con influencias clericales italianas (P.M. Giustiniani) y francesas (Augustín Barruel, Louis Gaston de Ségur ) se sumará al fascismo e integrará uno de los mitos del nacional-catolicismo español.

El antimasonismo no dejará de influir, sin embargo, fuera del ámbito de las fuerzas conservadoras, no ya en la Internacional Comunista, como es sabido, sino en el propio Partido Socialista Obrero Español, en el que en marzo de 1934 se prohíbe a los francmasones acceder a cargos de dirección. Aunque el Partido Socialista fue, durante el exilio, gobernado, mayoritariamente, por francmasones, aquel antimasonismo germinal de 1934 se sumó en los años setenta del pasado siglo al distanciamiento hacia la Francmasonería de la generación de jóvenes católicos de izquierdas que lideró el Partido durante los años de gobierno -de otro lado, intensa y provechosamente reformistas- de Felipe González. La desafección de la mayoría de afiliados del Partido Socialista hacia la Francmasonería explica, en parte, las dificultades para la reconstrucción de la Orden en España, a diferencia, por ejemplo, de lo ocurrido en Portugal. Explica, también, las razones por las que el principio de laicidad no ha ocupado el espacio central de la política española hasta la llegada al Gobierno en 2004 de la generación de José Luis R. Zapatero.

El nacional-catolicismo, como decía, incorporó a sus dogmas fundacionales la persecución de la Francmasonería. El falangismo, desde luego, pero también los demás grupos integrantes del llamado Movimiento Nacional . La política de mano tendida que propusieron algunos falangistas "abiertos" como Dionisio Ridruejo o Joaquín Ruiz Giménez incluyó a pensadores como Ortega o Unamuno, y a sus discípulos, pero se mantuvo como una política de intransigencia, compartida con carlistas y "tecnócratas", respecto a los francmasones y a los marxistas

La historia posterior, bajo la vigencia de la Ley de Represión de la Masonería y del Comunismo de 1º de marzo de 1940 -calificada por un libelo de 1942 como tan españolísima disposición- es, suficientemente, conocida. La persecución de la Francmasonería durante los años comprendidos entre 1936 y 1975 corre pareja a la aniquilación en España de la libertad de conciencia, un interés compartido entre el Nuevo Estado y la Iglesia Católica Romana. Los efectos de la conversión de España en un erial sin pensadores se arrastran hasta hoy, cuando aún no ha podido cumplirse plenamente el mandato constitucional de separación entre la Iglesia y el Estado, el catolicismo sigue acogido al privilegio concordatario y recibe financiación pública para el culto y el clero, y el crucifijo preside la ceremonia de juramento de su cargo de los ministros ante el Rey. Un reciente borrador de proyecto de Ley (primavera de 2010) trata de resolver algunas de estas cuestiones, no todas, mientras recibe antes del debate parlamentario tantos y tan infundados ataques que, una vez más, el resultado final oscilará entre el o el retroceso.

He tratado de explicar en este trabajo cómo la Historia de la España contemporánea puede conmemorar el 250 aniversario de un movimiento antimasónico permanente y continuado, mientras que ha de conformarse con ciertos períodos de convivencia en paz (escasos, muy escasos, el más prolongado el que arranca de la Constitución de 1978 y de la integración en la Unión Europea en 1986), en los que la Francmasonería ha podido ejercer su labor. El antimasonismo ha contado con la propaganda y la represión del Estado y con los púlpitos de millares de iglesias. La Francmasonería ha contribuido a la difusión de los valores de las Luces ejerciendo como una escuela de formación de ciudadanos ¡Qué fuerzas tan dispares!

He querido, también, demostrar que la persecución franquista de la Francmasonería no es un capricho de nacional-catolicismo español (un fascismo anegado en agua bendita alimentador de un nacionalismo completamente ciego e ignorante), sino una herencia del pensamiento tradicionalista. La España blanca , la que se opuso al alumbrado público de las calles de Madrid impulsada por el Marqués de Esquilache (1766), la que busca en Dios y las leyes viejas la fuerza para oponerse a la democracia y a la libertad, la que se rasga las vestiduras ante la aceptación de los derechos de la mujer, ante la supresión de las discriminaciones nacidas de la opción sexual, y ante la construcción de la unidad nacional desde el reconocimiento, con trazos federales, de la diversidad, es la España antiliberal y antimasónica.

La España encerrada en sí misma, que odia a lo extranjero, que no habla más lengua que el castellano, que es incapaz de comprender la riqueza humana de la España plural, es, en efecto, la España antiliberal y antimasónica . La España negra , la del pronunciamiento constitucional de Riego en 1820, la de la revolución de 1868, la de la efímera primera República de 1873, la de los profesores que se sacudieron la tutela de los obispos para defender la libertad de la ciencia, aun a costa de perder sus cátedras, la de los maestros republicanos que desde 1931 enseñaron a miles de niños a leer y a escribir, ... es la España liberal, abierta y tolerante de la que podemos sentirnos orgullosos y a la que la Francmasonería ha aportado su grano de arena.

Las Publicaciones de Propaganda Social [se anunciaba: pedidos a Manuel Silvela, 7 de Madrid], publicadas durante la II República son una de las fuentes de activismo antimasónico. Tenían tres series: anticomunista, social (sic) y antimasónica. Entre las críticas a la francmasonería se incluyen: apoyar el sufragio universal, defender la Sociedad de Naciones, propugnar el laicismo, suprimir las Embajadas ante la Santa Sede, impulsar la escuela republicana, implantar el divorcio (calificado de )..., Todo lo cual constituye un programa de actuación que poca gente sensata discutiría a estas alturas del siglo y que, en buena medida se reflejó en la Constitución de la República Española de 1931, objeto también de las iras de este colectivo que llega a publicar un paralelismo entre resoluciones de las asambleas masónicas y artículos de la Constitución. Junto a este elenco de reivindicaciones, las Publicaciones tachan también a la francmasonería de satanocracia, hija de Voltaire, instrumento de judaísmo, directores del bolchevismo, ...

El inefable charlatán Léo Taxil llega a publicar, además de las traducciones al castellano de sus obras francesas, un fantasioso La España masónica, batiburrillo del resto de sus elucubraciones con algún vínculo en nuestro país (Imprenta y Librería de la Inmaculada Concepción, Barcelona, 1888).

Un libelo de 1942, La Masonería en acción, publicado por Ediciones Toledo, resumía el ideario antimasónico: ¡Judaísmo! ¡Masonería! ¡Comunismo! He aquí los tres puntos de este triángulo, símbolo máximo de los ritos de las logias. Masones y judíos son los autores del socialismo y bolchevismo ... (pág. 14).

La obra de este último Los franc-masones: lo que son, lo que hacen, lo que quieren se difunde en España mediante una traducción castellana editada en 1870 por la Imprenta de José Souto en Santiago.

La estela del combate anti-masónico del falangismo se extiende hasta hoy, por ejemplo, en una obra del profesor Juan Velarde Fuertes, vicepresidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, titulada El libertino y el nacimiento del capitalismo, La esfera de los libros, Madrid, 2006, salpicada de los tópicos más manidos sobre el tema.

El antimasonismo catalán ha descubierto un peculiar representante en Albert Anglada Freixer, autor de un impresentable Secretos de la masonería ( intereses masónicos franceses en la España de hoy ), Ediciones del Equilibrio, marzo de 2006, una obra superficial guiada, sobre todo, por una enfermiza animadversión hacia Josep Lluis Carod-Rovira y Joan Puigcercós y hacia Esquerra Republicana de Catalunya, el partido al que muchos masones y masonas consideran propio (página 29). En la portada del libro, se ve a Joan Puigcercós en posición como de darle instrucciones a José Luis Rodríguez Zapatero...


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