Revista Economía

Las recetas anticrisis

Publicado el 20 junio 2013 por Carmentxu

James Daniel salió ayer del anonimato al que le condena su cargo de jefe de la misión para España del Fondo Monetario Internacional (FMI). Fue el encargado de diagnosticar al enfermo y apuntar el tratamiento a seguir. Hasta ahora, la medicación ha tenido efectos secundarios muy adversos, que agravan y superan con creces el mal para el que fue recetada. La necrosis afecta ya a áreas vitales y el paciente, que cada vez lo es menos, desarrolla renovados anticuerpos frente a los agentes externos inoculados en el organismo.esfuerzo_hoyo-El-Roto

Daniel representó ayer y enumeró las recetas del FMI para salir de la crisis (estruendo de truenos tras el telón y texto completo aquí). Bien, no exactamente. Fue una huida hacia delante y, aunque no acabó de ser un mea culpa, que a él no le pagan para eso, sí reconoció, por boca del Fondo, que lo realizado hasta ahora, aunque ha permitido bajar el diferencial de deuda soberana con el bono alemán (una guerra que se juega en el tablero internacional y nos sobrepasa para situarse en el plano de lo etéreo e inestable de la confianza de los mercados) ha agudizado el problema de fondo: el paro. Solución: seguir profundizando en las medidas ya emprendidas.Si la comparación fuera real, los tecnócratas del Fondo Monetario Internacional estarían ahora en prisión sin fianza por su mala praxis, acusados de cohecho e intento de asesinato en primer grado del paciente, con los agravantes de nocturnidad y alevosía.

Las enfermeras que siguen sus órdenes sin más, a las que votamos hace año y medio (y parecen ya 40) y que han olvidado lo que algún buen profesor les intentó inculcar un lejano día, estarían en cuarentena, alejadas del servicio público y del contacto con los pacientes.La realidad se distorsiona a través del cristal oblicuo del tubo de ensayo. Los médicos lo saben y, aun así, mantienen el diagnóstico, impunes, inmunes, en una suerte de corporativismo profesional y clientelismo hacia el poder y el dinero, una vez extirpada la ética. Quiero creer que las recetas del FMI no son más que fruto del desconocimiento de una realidad ajena para ellos como es la nuestra, y no de la malicia.

De otro modo, no recetarían reducir los salarios, ahondar en el recorte de pensiones en aras de su sostenibilidad, la de ellos, o facilitar el despido para mitigar el paro, cuando la pérdida de poder adquisitivo, la desaparición de la clase media, traerá menos consumo interior y, por consiguiente, menos fábricas, menos comercios donde ya no se vende, menos transporte, menos sangre fluyendo y, por tanto, más desempleo, más pobreza y desesperación. Si las medidas emprendidas hasta ahora no han funcionado, no es porque no se ha profundizado suficiente. Es, precisamente, porque se han pasado de rosca. Como decía el filósofo Peter Drucker, “para salir del hoyo, lo primero es dejar de cavar”. Pero, a estas alturas de la película, ¿quién se acuerda de la filosofía?


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