Revista Opinión

Las resistencias de la construcción nacional

Publicado el 27 octubre 2016 por Vigilis @vigilis
Llamemos modelo francés al proceso de construcción nacional que a partir de un estado administrativo previo levanta una identidad nacional. Llamemos modelo alemán al proceso de construcción nacional que sobre la identidad nacional levanta el estado. El modelo alemán es poco característico así que resulta más útil hablar del modelo francés. Los mayores países de la zona del mundo que importa han seguido el modelo francés y desde el fin de la SGM no se practica otro modelo de construcción nacional (pienso en la descolonización africana, en la descolonización asiática e incluso en las ex-repúblicas soviéticas que al fin y al cabo se construyen sobre partes políticas del imperio soviético).
Las resistencias de la construcción nacional
La identidad nacional ayuda al buen funcionamiento del estado, crea vínculos entre generaciones y hace posibles las políticas a largo plazo. Que una población en un territorio cambie de país cada diez años no parece muy buena idea. Tenemos ejemplos de periodos en los que aparecían y desaparecían países muy rápidamente: durante la época napoleónica y durante el epílogo de la Gran Guerra. A bote pronto no parece deseable imitar la coyuntura vital de estos dos periodos.
Mucho se ha estudiado sobre los conflictos que produce algo como la identidad nacional compartida en un estado. Las personas suelen tener innumerables capas de adscripción sentimental o identidades cuya fusión personifica a individuos únicos. En función de intereses diversos distintos grupos pugnan por convencer/obligar a la gente de que ciertas identidades son más bonitas, honorables o útiles que otras. Este trabajo se hace de forma paralela al de un estado que a su vez trabaja para mantener la adhesión a la identidad nacional. El caso de estudio más habitual es el del conflicto que se produce cuando una identidad nacional aleatoria trata de disputarle la lealtad a la identidad nacional del estado. Básicamente esto es lo que ocurrió en los Balcanes hacia el final del Imperio Otomano o en Austria-Hungría.

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El desastre que es Bélgica es un ejemplo de competencia de identidades nacionales que tiene su reflejo en estos resultados electorales.

Menos estudiados son los conflictos que se producen dentro de una identidad nacional, digamos, oficial. Los conflictos o choques internos de una identidad nacional se suelen introducir  inmediatamente en el ámbito de la pugna política cotidiana porque los diferentes grupos que protagonizan la pugna política cotidiana suelen compartir la misma idea nacional. El problema se agudiza cuando esto no es cierto y grupos políticos defienden una identidad nacional-estatal diferente. Si el conflicto se agudiza mucho podemos tener guerra civil o algo parecido a la guerra civil. En la Europa del siglo XX tenemos varios ejemplos de conflicto civil entre la identidad nacional tradicional y la comunista (cuando los comunistas llegan al poder siempre promocionan una nueva identidad nacional-estatal). Incluso en algunas ocasiones se da el caso de un estado previo en el que una facción no acabe de controlar todo el territorio estatal y decida crear un nuevo país (Corea).

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El célebre mapa electoral polaco muestra la Polonia A, de inmigración forzada hace unas décadas, más inclinada a votar partidos tecnócratas proeuropeos y la Polonia B más inclinada a votar opciones clericales y populistas. Aunque el primer impulso es explicar esto por la "exposición" de la gente a la "identidad prusiana", parece que tiene más que ver con la migración forzosa de la época estalinista.

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Mapa de ferrocarriles polacos a comienzos de los 60, muy similar al del siglo anterior. Polonia A contaba con mayor electrificación y kilómetros de vías debido a la actividad minera e industrial alemana sobre todo en Silesia (sudoeste).

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Primera ronda de las presidencials rumanas de 2014 y frontera de Austria-Hungría. En este caso la frontera húngara es una frontera natural dibujada por los montes Cárpatos.

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Pese a las migraciones masivas de hace cien años, en Transilvania sigue habiendo una importante minoría húngara que vota opciones tecnócratas y proeuropeas a diferencia del este y del sur más inclinado a votar a los socialistas (regla de oro: en las antiguas dictaduras comunistas las opciones socialdemócratas son las opciones "conservadoras" y ser comunista-pop es ser facha-rancio).

Dejando a un lado los casos extremos que pueden desembocar en guerra civil, la pugna por la identidad nacional revela una debilidad fundamental. Esta debilidad es más evidente cuanto más liberal* haya sido (o sea) el proceso de construcción nacional.
*Con liberal me refiero a procesos políticos participativos, inclusivos, representativos y que erosionan privilegios naturales e históricos. Podemos criticar el voto censitario del siglo XIX por ser inválido para la época actual pero en aquel tiempo fue un cambio brutal, muy inclusivo.
Esta debilidad brilla en la tensión que se produce entre lo nuevo y lo viejo. Por un lado tienes a una burocracia, unos legisladores, unos industriales, unos editores y unos académicos creando una identidad nacional, creando lugares comunes, referencias sentimentales, inventando mitos y tradiciones, aprobando símbolos y textos oficiales, etc. Y por el otro tienes lo que había antes de la nueva nación: más tradiciones y mitos, otros símbolos, otras relaciones económicas, otros usos del suelo, otras "fronteras administrativas" (seculares y religiosas), etc.
La identidad nacional que se basa en "lo viejo" es esencialmente antiliberal. La creación de la "nueva" identidad nacional suele ser liberal. Que la construcción nacional sea un proceso propio del liberalismo del XIX quiso decir que las nuevas identidades nacionales se construían sobre la base de los derechos individuales. A un ciudadano le eran inherentes ciertos derechos naturales no por formar parte de la nación sino por ser persona. La nueva libertad era una protección frente a la comunidad, frente a la mayoría, frente a imposiciones externas. Claro, los nuevos dirigentes tenían que representar a la mayoría, imponer su voluntad y crear comunidad. El conflicto es evidente.

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La educación obligatoria es la herramienta nacionalizadora más evidente.

Esto se puede ver de otra forma. Esto se puede ver como el conflicto que existe entre libertad negativa y libertad positiva. O entre derechos naturales y derechos positivos. Que la nueva nación se base en la reunión de sujetos con derechos naturales deja abierta la puerta a que parte de esos sujetos esgriman esos derechos naturales para oponerse a la nación. Así, la nación transforma a las personas o seres humanos en ciudadanos. Ya no tienes derechos por ser persona sino por ser ciudadano. El núcleo de la crítica reaccionaria al liberalismo es precisamente este y lo vemos en ejemplos muy triviales como cuando alguien dice "me da igual lo que ponga el DNI porque yo no me siento español sino pacense" o "no voy a pagar impuestos porque creo que son un robo".
La forma de soslayar los conflictos que se derivan de esta debilidad del proceso liberal de construcción de la identidad nacional es evitar que se relacione la identidad nacional con una doctrina concreta y que así adquiera tintes dogmáticos. Puede que la Tercera República Francesa sea el ejemplo más paradigmático de construcción nacional ya que logra que "Francia" y "la república" sean prácticamente sinónimos y que los "valores nacionales" sean "valores republicanos". No nos puede llamar la atención que los gobiernos franceses de esa época ya no se dedicaran a crear "ciudadanos" sino a crear "franceses". Distintos franceses podían tener distintas opiniones sobre lo que significaba ser francés pero todos pugnaban por ganar la definición de "francés" (ni de ciudadano ni de persona). Dreyfusards (Partido Radical, Liga de los Derechos del Hombre) y antidreyfusards (Liga de la Patria Francesa, monarquistas) hablaron de Francia, de los franceses, de la nación y de la identidad nacional, pero lo que tenían en la cabeza eran identidades nacionales muy diferentes. Insisto en que no se trata de una mera diferencia política, sino de enmiendas totales al significado de "ser francés".
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En lo que va del general Boulanger hasta la década de 1930 tradicionalistas y reaccionarios escribirán sus mejores críticas a la nación. Las apelaciones a la pequeña comunidad, al mundo rural y a las normas de la costumbre al margen de la ley nacional (republicana, positiva) son constantes en este periodo. La enmienda a la nación, esa disputa a la identidad nacional "nueva", se hace mediante "lo viejo" y tiene características regionalistas ("ser Lorena" pide Barrès en Los Desarraigados), proteccionistas, antisemitas (como en toda Europa) y xenófobas (especialmente germanófobas).
La construcción nacional liberal por lo tanto, para no ser doctrinaria, no puede fundamentarse exclusivamente sobre el derecho positivo sino que tendrá que tomar elementos de "lo viejo" y además hará esto para tratar de limar asperezas en la pugna ideológica con los reaccionarios. Se asume que la nación no puede ser construida de la nada y se vuelve la vista atrás para identificar aquello que puede interpelar a más personas, a aquello que toca a todas las regiones, a cierto "lugar común sentimental". Ese lugar es el pasado campesino.

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Ah, la imagen del pasado idealizado.

Y se produce algo que me parece curioso: mientras la población rural huía en masa a las ciudades y el campesino se transformaba en obrero, la élite intelectual urbana glosaba las bondades de la vida campestre y dibujaba al campesino como modelo ciudadano. La propaganda nacionalista de los siglos XIX y XX es básicamente propaganda campesina.
  • La película de 1983 El día después que trata de concienciar a los americanos sobre lo terrible de la guerra nuclear y para ello usa un pueblecito de campesinos como modelo que resume el Estados Unidos idealizado. Más aún, toda la idealización tradicional del "espíritu de América" se basa en la pequeña comunidad agraria.
  • El plan de las SS para Europa oriental era su colonización agraria: terratenientes alemanes dominando grandes fincas trabajadas por campesinos eslavos esclavos.
  • And did those feet in ancient time un poema de William Blake de principios del XIX que a partir de la Gran Guerra fue musicado cuenta entre otros versos con un On England's pleasant pastures seen. La canción es uno de los himnos nacionales de Inglaterra.
  • No hay lata de pastas danesas que no venga con el dibujo de unos niños campesinos y unas vaquitas sonrientes cuando en realidad esas pastas igual las fabrica una fábrica llamada Megaultronia llena de robots gigantes y agentes químicos.
  • En los 70 los comunistas camboyanos prohibieron las ciudades y mandaron a toda la población al campo matando a la tercera parte en el proceso.
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Aunque la tradición inventada y la idealización de lo rural sean construcciones de élites urbanas, instruidas y escasas cabe preguntarnos por qué eligen esto y no otra cosa —la ciudad industrial por ejemplo— para "pintar" la nación. La respuesta creo que tiene que ver con la demografía: por mucho que nadie hable de ello, la sociedad occidental ha dejado de ser predominantemente campesina hace dos generaciones escasas (salvo Inglaterra, quizás). Pese a las oleadas de revoluciones industriales que nos cuentan profesores universitarios encantados de conocerse, en Europa vivía en 1950 una proporción de gente en el campo similar a la del Imperio Romano. El paisaje, el elemento compartido, la incomunicación, el trabajo, las relaciones familiares, etc. eran lugares sentimentales comunes en los fabricantes de imágenes nacionales. Y si ellos en su infancia no vivieron en el campo probablemente sus padres vivieron en el campo.
En más de doscientos años hemos pasado de una sociedad agraria a una industrial y en menos de cuarenta años hemos pasado de una industrial a una de servicios. Si identidad nacional y campesinado están fuertemente ligados, la desaparición del campesinado haría temblar la idea de identidad nacional. El multilateralismo en el proceso de terciarización parece que me da la razón en esto: ahí está la "construcción europea" que mientras fuimos países campesinos no se podía hacer. Ah, pero la historia para quienes rechazamos el determinismo es muy perra: la mitad del presupuesto de la Unión Europea se dedica a... ayudas agrarias. Como si de una broma histórica se tratara, con guerras mundiales por el medio, con dramitas importantísimos cada dos días, en cierto modo seguimos estando donde estábamos cuando se publicó aquel poema de William Blake.
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Ciertamente hace poco se aprueba ponerle punto y final a la Política Agraria Común pero sin tratados comerciales lo que vamos a tener es proteccionismo, es decir, nacionalismo (económico). Y como sucedía hace cien años son las élites urbanas, formadas y escasas las que reclaman este proteccionismo, las que, sin saberlo, nos hablan como Maurice Barrès y los reaccionarios acerca de "la tierra y los muertos". A mí me gusta mucho cuando la masa que siempre está renaciendo/renovándose trabaja con ahínco para alcanzar objetivos contrarios de los que se propone. (Hoy los reaccionarios van más allá de lo que nunca se atrevieron a hacer: hablan de huertos urbanos y autoconsumo, es decir, adelantan por la derecha a Charles Maurras... y estaríais alucinando como yo y otros cuatro de mis lectores si supiérais quién fue Maurras).
En algún momento tendré que acabar y para ello diré que, ante la reedición de las viejas coordenadas políticas que enfrentan al cosmopolitismo con el populismo, el replanteamiento de la identidad nacional es una pastilla amarga que hay que analizar. El problema no está tanto en inventar una tradición o un lugar sentimental compartido —en el contexto europeo no parece muy dificil— sino en mirarnos en el espejo y ver hasta qué punto se puede ceder ante la reacción para desactivarlos por el método de la inclusión. Esto nos lleva a políticas comunitarias de control de fronteras. Creo que por ahí va la cosa aunque habrá tiempo para darle vueltas a ese pescado.
Referencias:
  • Tom Nairn, La maldición del ruralismo: los límites de la teoría de la modernización.
  • Tony Judt, Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses 1944-1956.
  • Roger Griffin, Modernismo y fascvismo: la sensación de comienzo bajo Mussolini y Hitler.
  • Arno J. Mayer, La persistencia del Antiguo Régimen.
  • Max Roser, La gente confía más en la policía que en el vecino - No es una referencia pero lo enlazo aquí por ser revelador del éxito nacionalizador.


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