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Las tumbas abiertas de la novela negra o Hammet revisitado

Por Mauriciojaviercampos @mauriciojcampos

Las tumbas abiertas de la novela negra o Hammet revisitadoHumphrey Bogart, en el papel de Sam Spade en El halcón maltés. "Naturalmente, Bogart es además mucho mejor que cualquier otro actor de tipo rudo. Como decimos por aquí, Bogart puede ser rudo aún sin revólver. Posee además un sentido del humor que mitiga ese irritante tono de desprecio subyacente. Bogart es la cosa genuina... todo lo que tiene que hacer para dominar una escena es entrar en ella" (citado por Raymond Chandler).
Las tumbas abiertas de la novela negra o Hammet revisitado
Los datos biográficos de la solapa son breves, pero contundentes. Dicen que Joe Gores nació en 1931, ex detective privado (al igual que Dashiell Hammet, que perteneció a la Agencia Pinkerton, ex combatiente en la Primera Guerra Mundial -aunque como Hemingway sólo condujo ambulancias-, tuberculoso y alcóholico; compañero o amante de la novelista y dramaturga Lillian Hellman). Ya volveré a Hammet. Sobre Gores, la biografía especifíca que publicó unas 16 novelas, algunas de las cuales, como la titulada Hammet (1975), son exquisitas. Demás está decir que este volúmen es uno de mis preferidos dentro del género y conservo un ejemplar editado en la colección de El séptimo círculo (1980), pero traducida como Al estilo Hammet. En esta vieja novela, Gores utiliza la figura del famoso autor de El halcón maltés, como protagonista. En una vuelta de tuerca, el ex detective, devenido en famoso escritor, debe retornar a su antigua profesión e investigar la muerte de un viejo amigo suyo, brutalmente asesinado.
Gores ha recibido varios premios Edgar (uno de los más prestigiosos del género) y ha escrito guiones para televisión para series como Kojak, Columbo o Remington Steele. En esta nueva novela, de la cual estoy hablando, titulada Spade & Archer (2010), abreva en el personaje-detective emblemático de Hammet, Samuel (Sam) Spade, protagonista de El halcón maltés.
La producción de Dashiell Hammet (1894-1961), por la cual Gores ha demostrado sentir una pasión extrema con el transcurso de los años, por otro lado, fue escasa. Apenas algunos cuentos publicados en la revista Black Mask y cinco novelas: La llave de cristal, El hombre flaco, la ya mencionada El halcón maltés, filmada por John Huston para la Warner Bros. -versión que descansa en mi videoteca- y otras dos obras fascinantes, Cosecha Roja, violenta y brutal en sus descripciones y La maldición de los Dain, una obra que me deslumbró en el momento en el cual la leí por primera vez, hace ya muchos años. Conservo ediciones de estas dos últimas novelas mencionadas.
Todavía no he leído Spade & Archer, ya que acabo de comprarla, siendo muy grata mi sorpresa al encontrar la obra expuesta en las vidrieras de una librería céntrica de mi ciudad, mientras caminaba pensando en mi hijito nacido hace pocos días. Nunca se deja pasar la oportunidad de comprar estos libros, y el feliz encuentro con nuestros autores preferidos, dispara los recuerdos y las divagaciones. Ya he comentado en otra oportunidad mis recientes, o tal vez prolongadas e interminables relecturas de P. D. James, Ross MacDonald y otro autor emblemático de Black Mask, Raymond Chandler.
Resulta extraño como se entrelazan y potencian el cine y la literatura. Sobre todo en el género policial. Muchos de estos autores frecuentaron ambos ambientes, aparte de los excesos del tabaco y el alcohol. En mis estantes se acumulan las versiones fílmicas o literarias de, por ejemplo, Ross MacDonald, y no puedo menos que añorar a Paul Newman puesto en la piel de Lew Archer en La piscina de los ahogados o en El blanco móvil. Algunas versiones se me escapan, pero conservo una de El sueño eterno de Chandler, con un Robert Mitchum ya maduro. La señal, una producción argentina protagonizada por Ricardo Darín (reciente ganador del Óscar por El secreto de sus ojos) y co-dirigida por él, es una magnífica muestra de buen cine, sujeto a los cánones del género, insólita para nuestra experiencia y repleta de alucinantes escenas y una subyugante atmósfera; una historia situada en 1952, con el transfondo de la muerte de Eva Perón, y a pesar de los personajes estereotipados del género, tiene momentos sublimes, como cuando el Pibe Corvalán (Darín) yace en la morgue y su socio Santana (Peretti) se va por los pasillos con la voz de fondo de Sinatra.
Volviendo a MacDonald, junto a mí se amontonan títulos como El hombre enterrado, La bella durmiente, La mueca de marfil, La forma en que algunos mueren, El coche fúnebre a rayas, El otro lado del dólar, El caso Galton, Encontrar una víctima, El martillo azul, etc.
De Chandler conservo el volúmen Asesino en la lluvia, donde a través de varios cuentos largos se va perfilando su posterior y famoso detective Philip Marlowe ("Marlowe nació de las revistas. No es una sola persona", supo comentar en una entrevista). También poseo El sueño eterno, La dama en el lago, Adiós muñeca, El largo adiós -en cuya sobrecubierta aparece Eliott Gould, en una versión fílmica que jamás encontré-, La hermana menor y La ventana siniestra. De una obra suya, póstuma e inconclusa, James Caan protagonizó un filme, con un Marlowe ya avejentado.
Confieso que jamás he visto las adaptaciones para televisión de P. D. James y el comandante-poeta de Scotland Yard, Adam Dalgliesh, aunque dispersos en los estantes de mi biblioteca hay unos 14 volúmenes, que incluyen los de la detective Cordelia Gray, con títulos emblemáticos como Muertes poco naturales, Muerte de un forense, La torre negra, Intrigas y deseos, El cráneo bajo la piel, Poco digno para una mujer o las más recientes Muerte en el seminario, La sala del crimen o El Faro, etc.
Así, se van sucediendo los títulos, que abarcan diversas épocas pero que engloban los mismos tópicos atrapantes, desde Barrio Chino de Roman Polanski y Jack Nicholson hasta El demonio vestido de azul, protagonizada por Denzel Washington, o L. A. confidencial de James Ellroy y algunos trabajos de Brian de Palma como su reciente La Dalia Negra. Recuerdo el filme La mano en el guante, con Ellen Barkin, basado en un texto de Rex Stout, creador de Nero Wolfe. Ampliando el espectro, me gusta Ruth Rendell y su inspector Wexfort, pero me resulta ajena a mi sensibilidad Agatha Christie, excepto alguno de sus textos de Poirot. Sí me parece atrapante la adaptación al cine de Diez indiecitos -en blanco y negro- que por supuesto tengo en mis estantes junto a Muerte en el Nilo y Asesinato en el Orient Express, pero ya alejándonos de la novela negra propiamente dicha. Un personaje inolvidable es Pepe Carvhalo, ex agente gallego al servicio de la CIA, personaje creado por Manuel Vazquez Moltalbán, que hizo su aparición en una primera novela alucinante y vertiginosa llamada Yo maté a Kennedy. Un detective entrañable que sabía de sangre y buena cocina, como puede apreciarse en La soledad del manager. En homenaje a este autor español, Andrea Camillieri dará vida al Comisario Montalbano.
Actualmente la novelística policial se encuentra en plena ebullición y renovándose, con nuevos enfoques y autores como el recientemente fallecido autor sueco Stieg Larsson y su trilogía Millenium, de la cual se ha filmado con buen resultado Los hombres que no amaban a las mujeres. Los autores desbordan todos los encasillamientos, desde Ellery Queen a Lawrence Sanders (pienso en Timothy Cone de los volúmenes de novelas cortas Los ardides de Timothy y Los archivos de Timothy), pasando por los duros Mickey Spillane (Mike Hammer), Earl Derr Biggers (Charlie Chan) o Michael Collins y su detective neoyorkino y manco Dan Fortune. No faltan en mi colección una edición impecable de Bullit, con Steve McQueen y otros grandes actores, o Al calor de la noche con Sidney Poitiers y Manhattan sur con Mickey Rourke.
Es esta una enumeración confusa e incompleta de autores, títulos, películas y detectives, en la cual no tienen cabida Sherlock Holmes o el Padre Brown de G. K. Chesterton, ni siquiera Los Soprano o la saga El Padrino de Francis Ford Coppola, pero donde no deberían faltar, para algunos, desde las películas del italiano Darío Argento tales como El pájaro de las plumas de cristal, con Tony Musante -el recordado protagonista de la serie David Toma, o El gato de nueve colas, con Karl Malden y James Franciscus, hasta filmes desopilantes como La maldición del escorpión de jade del genial Woody Allen en el papel de un investigador de fraudes para compañías de seguros en la década de 1940. Alfred Hitchcock es insoslayable (Vértigo, La ventana indiscreta) y, por supuesto, Erle Stanley Gardner y su Perry Mason o Nicholas Blake (seudónimo del poeta Cecil Day Lewis) y su célebre Nigel Strangeways , del cual Raymond Chandler supo quejarse porque para él el detective debía ser un profesional y no un simple aficionado. De esta manera, quedan registros en su correspondencia de conceptos vertidos de primera mano delineando el perfil de un detective de los duros, como lo era Philip Marlowe (1):
"Hete aquí que ahora hay tipos que hablan de prosa y otros tipos que me dicen que yo tengo conciencia social. Philip Marlowe tiene tanta conciencia social como un caballo. Lo que tiene es una conciencia personal, lo que es algo muy diferente. Hay gente que dice que yo me detengo en el lado feo de la vida. ¡Dios nos asista! Si tuvieran idea de lo poco que les he dicho de ella. A Marlowe le importa un pito quien es presidente; a mí tampoco, pues sé que será uno que anda en política. Hasta hubo un tipo que puso en mi conocimiento que podía escribir una buena novela proletaria; tal animal no existe en mi limitado mundo, y si existiera, yo sería el último tipo del universo a quien podría gustarle, siendo como soy un snob, tanto por tradición como por dedicación. Marlowe y yo no despreciamos a las clases altas porque se bañen y tengan dinero; las despreciamos por hipócritas".
"El señor Philip Marlowe, un simple y vulgar alcohólico que nunca se acuesta con sus clientes mientras está de servicio, está tratando de hacerse el fino conmigo. "¿Qué es esto de guardarme todo este tiempo en el sótano?", me dice. Te has desenmascarado como un tipo que puede escribir inglés -hasta cierto punto-, de modo que hacé algo y escribí sobre mí".
Marlowe es un ex policia y juega bastante bien al ajedrez, "mide un poco más de metro ochenta y pesa unos ochenta y dos kilos. Pelo castaño oscuro, ojos marrones, la expresión "regularmente atractivo" no lo contentaría para nada. No creo que tenga apariencia de rudo, pero puede serlo. Si alguna vez hubiera tenido oportunidad de elegir un actor de cine que representara mejor la imagen que yo tengo de él, creo que tendría que haber sido Cary Grant. Creo que se viste tan bien como es de esperar. Es evidente que no tiene demasiado dinero para gastar en ropa, ni para otra cosa si vamos al caso". "Sobre el vicio del cigarrillo tiene usted absoluta razón, aunque no creo que tenga que ser Camel. Se puede contentar con cualquier otro cigarrillo". "Lo que usa son, o bien fósforos grandes de madera, de esos que llamamos de cocina, o esos del mismo tipo pero un poco más chicos que vienen en cajita y puede encenderse en cualquier parte, la uña del pulgar incluída si el tiempo está lo suficientemente seco. Es muy fácil encender un fósforo en la uña del pulgar en el desierto o en la montaña, pero en Los Ángeles la humedad es altísima". "Es cierto, prepara buen café. Al café le echa crema y azúcar, nunca leche. También podría tomarlo negro y sin azúcar. Él mismo se hace el desayuno, asunto muy sencillo, pero nunca otra comida. Por vocación se levanta tarde, pero por necesidad a veces se levantará temprano. ¿No es lo que hacemos todos?"
"No tiene secretario, ni lo ha tenido jamás". "La botella la guarda en el escritorio, en el cajón de archivo".
"Sus armas también fueron diversas. Empezó con una pistola automática Lüger de fabricación alemana. Parece que tuvo automáticas Colt de diverso calibre, pero no mayor de 38. Lo último que sé es que tenía una Smith & Wesson calibre 38 especial, probablemente con un caño de cuatro pulgadas. Esta es un arma muy poderosa, aunque no es la más poderosa que se fabrica, y tiene sobre la automática la ventaja de llevar cartuchos de plomo. No se va a trabar ni a descargar por accidente, aun cuando se caiga sobre una superficie dura, y probablemente sea un arma tan efectiva a poca distancia como una automática calibre 45. Sería mejor con un caño de seis pulgadas, pero se haría más incómoda para llevar. Ni siquiera el caño de cuatro pulgadas es demasiado conveniente, y los del departamento de detectives de policía generalmente usan armas con un caño de dos pulgadas y media".
Empecé con Hammet y terminé con Chandler, los dos íconos del género. Cité textos referidos a Philip Marlowe; para saber sobre Sam Spade habrá que leer el último libro de Gores. Al finalizar la lectura, cierren bien puertas y ventanas. Ahora los dejo porque ha llegado correspondencia y El cartero llama dos veces, solamente. Luego veré, en estas breves vacaciones de las cuales disfruto por el nacimiento de mi hijo, las entregas del jefe de policía Jesse Stone, caracterizado por Tom Selleck y basadas en los libros de Robert Parker, con su espléndida música, ambientes íntimos y melancólicos, crímenes y apacibles paisajes cuasi rurales. Un poco lejos de las sórdidas San Francisco, Los Ángeles y Nueva York.
Las tumbas abiertas de la novela negra o Hammet revisitado
Dashiell Hammet (1894-1961)


Las tumbas abiertas de la novela negra o Hammet revisitado
Las tumbas abiertas de la novela negra o Hammet revisitado
Raymond Chandler (1888-1959)
(1) Extractos de Raymond Chandler, Cartas y escritos inéditos, Ediciones de La Flor, Buenos Aires, 1976.

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