Revista Cultura y Ocio

Las Varonesas, por Carlos Catania

Publicado el 10 enero 2016 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Las Varonesas, por Carlos Catania Editorial Seix Barral. 514 páginas. 1ª edición de 1978.
De Las varonesas me habló este último verano el lector santaferino del blog que firma como Criticón, y que en realidad se llama Ignacio Luccisano, el mismo que me envió unas fotos de Santa Fe (Argentina) para poner imágenes a las calles de los personajes de Juan José Saer. Ignacio me comentaba que en 2015 se había reeditado en Argentina este libro inencontrable allá y que fue publicado por primera vez en la Barcelona de 1978. Me decía además que Las Varonesas fue elogiado por Roberto Bolaño y me dejaba (en una entrada de Jorge Ibargüengoitia) un enlace al gran blog La biblioteca de Asterión (ver AQUÍ). Esta entrada del crítico Guillermo Belcore comienza diciendo: “¿Cómo funcionan en la Argentina los mecanismos de consagración literaria? ¿Por qué tantas obras excelentes se hundieron en el olvido? ¿Por qué la crítica periodística y académica festeja fruslerías brevísimas, piezas de época intrascendentes, como si de un Borges se tratase? ¿Son hoy el amiguismo, el esnobismo y las teorías descabelladas provenientes de Francia los únicos parámetros de legitimación? Las preguntas brotan naturalmente desde la lectura maravillada de Las Varonesas.” Como bien dice Belcore en la entrada de su blog, Bolaño habla de Catania en la página 54 de Entre paréntesis; en un artículo titulado Exilios y que probablemente escribió en los años 90 del siglo XX, cuando aún no estaba generalizado el uso de internet y por eso, imagino, Bolaño recuerda mal el nombre de Carlos Cantania (Santa Fe, Argentina, 1931) y le llama Cataño. Escribe Bolaño: “... El narrador argentino Cataño, creo que ése es su nombre aunque no estoy seguro, autor de una novela notable y olvidada: Las Varonesas, editada en Seix Barral a finales de los setenta, se marchó a Costa Rica, en donde estuvo viviendo hasta el triunfo de la revolución sandinista, tras lo cual se fue a Managua… ¿Dónde está Cataño ahora? No tengo ni idea. Sólo leí de él una novela. Espero que siga escribiendo”
Las Varonesas se editó en Barcelona en 1978 y en su momento recibió buenas críticas en España. Sin embargo, la novela no se pudo distribuir en Argentina porque el país estaba inmerso en la dictadura de Videla y los temas tratados por Catania en este libro –principalmente el incesto y las guerrillas hispanoamericanas- no pasaron la censura militar. Catania, como nos contaba Bolaño, emigró (o se exilió) a Costa Rica, y por lo que sé (me lo ha contado Ignacio Luccisano) Catania reside ahora, de nuevo, en su Santa Fe natal. Desarrolló gran parte de su carrera artística (ha escrito dos novelas más, tres libros de cuentos, una veintena de obras de teatro, y ha sido director de cine) en Costa Rica.
Catania tardó en escribir esta novela cinco años. Desde las primeras páginas observamos que, como otros grandes escritores hispanoamericanos de la época, ha asimilado las técnicas de la narrativa del siglo XX que provienen del mundo anglosajón, principalmente de William Faulkner y de James Joyce. La novela comienza con Alfredo, su protagonista, jugando al billar en un bar de Santa Fe, y mientras juega recuerda: su paso por un colegio de curas y su relación con Aldo, su amigo de la infancia; además de momentos que ha compartido con su hermana Adela. La narración salta de una escena a otra (presente narrativo en el bar o pasado con Aldo o Adela) con absoluto afán de continuidad en el texto, como proponía Faulkner en obras como El ruido y la furia, algo que sería un recurso muy usado por el Mario Vargas Llosa de sus primeros libros (La ciudad y los perros o La casa verde ahondan en ello).
El ambiente familiar descrito por Catania para la casa de Alfredo es asfixiante: después de la muerte de la madre, los cuatro hermanos (Alfredo, el escritor nihilista; Adela, la estudiante de filosofía; Lucía, la beata que escribe un diario; y Patricia, la niña de tres años que habla con los animales) viven (el padre decidió vivir solo en Santa Fe) en una casa familiar ubicada en una de las islas de los riachos del río Paraná, con un jardín plagado de estatuas a las que llaman “Las Varonesas”, y que hacen referencia a las mujeres de la familia (con aspecto hombruno o de varón).
Alfredo quiere ser escritor y reflexiona sobre lo que llama “la teoría del Error”, un texto en realidad elaborado por el niño que fue su único amigo, Aldo. Alfredo además mantiene relaciones sexuales con su hermana Adela, algo que crea un vínculo muy estrecho entre los dos, pero que también los atormenta. El personaje torturado y nihilista de Alfredo tiene algo de Erdosain, el personaje de Los siete locos, la gran novela de Roberto Arlt.
Las pasiones –sobre todos los celos- se desatan en la primera parte de Las varonesas, lo que conducirá al asesinato.
Además de cambiar de escena en el mismo párrafo del texto, como ya apunté antes, otro de los recursos de los se sirve Catania es el de escribir en tercera persona pero ceder la voz narrativa a la primera persona de los personajes cuando le apetece. También, en la primera parte podemos leer páginas de los diarios de Lucía, la hermana mayor, una persona inocente, conservadora, que no acaba de entender la extraña relación que une a Alfredo y Adela.
Al comenzar la segunda parte – en la página 123- tenemos la sensación de que hemos comenzado a leer una novela nueva. Ahora un narrador, en principio innominado, le cuenta a otra persona (por los giros lingüísticos y los comentarios el lector llega a saber que ambos son argentinos) su experiencia como guerrillero en Nicaragua. Sobre todo se nos hablará de El Castor, un guerrillero mítico. Aquí (algo que se repetirá en la quinta parte del libro) resultan espeluznantes las descripciones de las torturas a las que el ejército nicaragüense somete a los guerrilleros que captura. Me atrevería a decir que este libro supera en descripción macabra de la tortura a las páginas de La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa. Esta guerra sucia que partió, pasada la mitad del siglo XX, de las cloacas de los estados hispanoamericanos se convierte en uno de los ejes centrales del libro.
Además de esta violencia física de las torturas otro de los motores del libro es el de la sexualidad sin filtros morales. Es, por tanto, Las Varonesas, una obra de trasfondo denso, oscuro.
Debería decir, desde ya, que Las Varonesas no es una obra de cómoda lectura. Su ambición es grande y esto hace que necesite de un lector atento, de un lector que quiera adentrarse en la espesura, en ocasiones asfixiante de sus páginas. Así alcancé la tercera parte, ya en la página 247, sin saber aún si la primera parte estaba conectada con la segunda. Pero como era lógico y como llevaba tiempo sospechando, así era: Julián Brocca, que se presenta en esta tercera parte como técnico de la municipalidad en la casa de la isla, que investiga sobre los daños causados a la propiedad por las últimas inundaciones, y que acabará manteniendo una relación sexual con Lucía, será el guerrillero argentino que le narraba al segundo argentino (que no es otro que Alfredo) sus aventuras en Centroamérica. Además del diario de Lucía, en otras páginas podemos asistir a los diálogos interiores. de Patricia (la hermana pequeña, de tres años) con los animales de la isla, o leer las cartas que una joven centroamericana, llamada Ciomara, que se decida a viajar por el mundo, se intercambia con Alfredo. El libro acabará con Alfredo conociendo a Ciomara y viajando con ella a su gran casa familiar en Guatemala. Allí Alfredo tendrá ocasión de conocer de primera mano a los compañeros de armas de Julián Brocca.
En algún momento se habla del reciente golpe de estado en Chile, así que lo lógico es pensar que la acción de la novela se sitúa más o menos en 1974. Me ha resultado curioso, y no quiero dejar de señalarlo, que Catania centra gran parte de su historia en la ciudad de Santa Fe, para mí, hasta ahora, territorio literario de Juan José Saer, y que me ha resultado llamativo que, de repente, los personajes de Catania crucen el puente colgante de las novelas de Saer, visiten el Yacht Club o se acerquen a Rincón. No sé si Saer y Catania llegarían a conocerse, pero me encanta pensar que sí que ocurrió, que ambos fueron amigos y que en alguno de los bares de la ciudad (tan mítica) hablaron en su juventud de las obras que iban a escribir.
Violencia estatal, incesto, asesinatos, celos incontrolados, existencialismo nihilista… A través de las innovaciones formales de Faulkner o Joyce para tratar de concebir una novela total, Catania consigue escribir esta suerte de ambiciosa novela que es Las Varonesas, un libro en el que si bien, como ya he apuntando, cuesta en algún momento entrar, y requiere de un lector paciente y colaborar, también debemos decir que, como apunta Guillermo Belcore –el crítico literario que lleva el blog La biblioteca de Asterión-, Las Varonesas es una obra bastante destacable dentro del canon de la novela argentina, una obra injustamente olvidada.

Las Varonesas, por Carlos Catania

Edición de Las Cuarentena, 2015


Yo señalaría que el impacto de El traductor de Salvador Benestra –otra obra injustamente olvidada de la narrativa argentina, que se ha rescatado recientemente- ha sido más grande para mí que el de Las Varonesas, pero sé, sin duda, que este libro puede codearse, en ambición y calidad literaria, con otros de la época del boom hispanoamericano que ahora aparecen en los textos de historia de la novela, de los que Catania ha sido excluido injustamente.
Gracias a que Guillermo Belcore leyó el comentario que Roberto Bolaño dejó en Entre paréntesis sobre Catania, que buscó la edición de Seix Barral de Las varonesas y percatándose de la importancia de esta novela olvidada convenció al editor Néstor González para que la reeditara en 2015 en la editorial Las Cuarentena, ahora pueden disfrutar de ella los lectores argentinos (aunque uno de ellos me comentó en Facebook que la novela le salía muy cara en la provincia).
Si usted es un lector español del blog y le interesa esta novela está de suerte: se puede conseguir en Iberlibro la primera edición (1978) de Seix Barral (yo la conseguí por 4 € y sin gastos de envío). También puede ser que este libro, que el gran crítico literario argentino Guillermo Belcore llama “la Gran Novela (argentina) de los Setenta”, en España tan sólo me interese a mí. Y tan feliz, como decía George Orwell: «No importa ser una minoría de uno si tienes razón».

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