Revista Cocina

Las vicisitudes de July

Por Kirdzhali @ovejabiennegra

Todos aspiramos a que la mujer invisible sea así…

Aquella mañana, como todas, July salió de su casa completamente desnuda; en esta ocasión, sin embargo, las cosas fueron diferentes: los hombres – y algunas mujeres – la miraban con lascivia y a veces hasta le soltaban piropos tan sórdidos que harían temblar aun a la persona más segura de sí misma.

Ella, sin pensar siquiera en regresar a casa para ponerse un abrigo, corrió hasta el consultorio de su médico de cabecera.

― Doctor – le dijo apenas hubo entrado – algo anda mal, ¡ya no soy invisible!

El médico la miró de pies a cabeza.

― Sí, se nota…

― Pero usted y sus colegas dijeron que yo tenía una enfermedad genética incurable; ¡por eso mis padres me abandonaron, doctor!

― Cálmese, señorita, déjeme revisarla.

... Pero en realidad se ve así (está junto al poste, ¿no la ven? ¡Pero si es clarísimo! ¡O - SE - A!).

… Pero en realidad se ve así (está junto al poste, ¿no la ven? ¡Pero si es clarísimo! ¡O – SE – A!).

El hombre hizo que July se recostara en una camilla, dedicándose enseguida a auscultarla a sus anchas; a ratos, lanzaba una exclamación que era difícil precisar si se trataba placer, sorpresa o molestia.

― Diga algo, doctor, ¿qué hago? Antes nadie notaba mi presencia y ahora los hombres me miran con lujuria, ¡parece que quisieran violarme!

― Respóndame una cosa: ¿le fastidia este cambio?

La joven vaciló.

― La verdad… ¡No! ¡Me encanta! Es mi sueño hecho realidad; ser notada, deseada…

― Entonces ¿cuál es el problema?

― Mi trabajo; verá: soy funcionaria de un ministerio y solo me contrataron por mi rara condición de salud; el ministro me dijo claramente que mis cuatro posgrados, tres maestrías, un doctorado, un pos – doctorado y un pos – pos – doctorado no me hacían diferente a tantos otros aspirantes, pero mi transparencia, literalmente hablando, sí, porque todo buen tecnócrata debe ser invisible tanto para sus jefes como para el público al que sirve.

― ¿Ya ha estado en su trabajo?

― No.

― Entonces no se adelante, vaya y espere a ver qué pasa.

― Pero…

― ¡Confíe en mí!

July salió del consultorio con un poco de miedo, pero a cada paso suyo, una nueva mirada llena de deseo la hacía sentirse más segura, de manera que, al llegar al ministerio, caminaba como una emperatriz austriaca del siglo XVIII. Sus compañeros, que antes la envidiaban por su condición de empleado ejemplar invisible, ahora parecía que la admiraban, elogiándola incluso. Sin embargo, el ministro, al verla, quedó completamente irritado.

― ¡Por Dios! ¿Qué se ha hecho?

― Oh, nada, es que me curé… Lo siento, no tuve tiempo de vestirme…

― ¡Me importa un bledo que ande desnuda, quiero que vuelva a su estado original o queda despedida de inmediato!

― ¿Por qué? No entiendo, ahora soy normal.

Así se ven los tecnócratas: todos idénticos, bien feos.

Así se ven los tecnócratas: todos idénticos, bien feos.

― A nosotros, los tecnócratas, no nos sirven las personas corrientes, necesitamos a esos individuos que no interfieren nunca con su imaginación en el devenir del Estado; el mayor oprobio es la visibilidad. ¿No se ha percatado cuánto ha invertido el presidente en proyectos de “invisibilización”? ¡Y a usted se le ocurre volverse visible! – hizo una pausa y señaló con el dedo a cierta sección del ministerio donde solo había seis escritorios vacíos –. Esos son empleados ejemplares, ¡nunca se dejan ver!

July, con la boca abierta, miraba incrédula los escritorios aparentemente huérfanos y olvidando su desnudez, ahora se sentía avergonzada por su visibilidad.

― ¿Cree que el resto de sus compañeros la envidiaban antes por sus títulos? ¡Ellos tienen muchos más! Su “transparencia” era lo que querían, eso es todo; ¡lárguese de aquí y no vuelva hasta que recupere su ÚNICA cualidad!

Naturalmente, July no pudo cambiar de nuevo y se cree que vive retirada en un monasterio budista en Tíbet. Por otro lado, su puesto lo ocupó un sujeto que era completamente “transparente”.

Hoy, ese y el resto de ministerios están llenos de gente invisible y todo parece indicar que el gusto por esta clase de empleados también se ha expandido al ámbito privado. Cierto filósofo de Harvard recientemente escribió un libro donde exaltaba sus cualidades, previendo un futuro en el que toda la humanidad será igual. ¡Aguardamos ansiosos la llegada de ese tiempo!

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