Revista Opinión

Lealtad, eso que muchos olvidan

Publicado el 24 mayo 2016 por Jamedina @medinaloera

conchamencez

Concha Méndez (1848-1911).

En estos tiempos dominados por el mercantilismo, en que todo o casi todo se mide en términos de poder y de dinero, bueno es recordar que hubo épocas en la Historia de México cuando en medio de los más graves conflictos la gente demostró que sabía valorar las virtudes de sus verdaderos líderes.

Políticos saltimbanquis

Hoy es de lo más común que los políticos cambien de partido de la noche a la mañana, de acuerdo con sus muy personales intereses. “Bueno —dirían algunos–, pero qué se puede esperar de los políticos si es la deslealtad y la traición la que han practicado siempre”.

Sin embargo, el problema es que no sólo son los políticos quienes cambian de principios y de amigos en la primera oportunidad, es mucha la gente que lamentablemente les sigue los pasos en distintas esferas de la vida pública y privada.

Traiciones y deslealtades están a la orden del día, como siempre estuvieron aquí y en el mundo entero, pero todo indica que en las últimas décadas este problema ha empeorado en nuestro país, donde la desconfianza, importante factor de deslealtad, se ha disparado en forma alarmante.

Cuando nadie confía en nadie

Noticias de todos los días hablan de que la gente no confía en el gobierno y de que al gobierno tampoco le interesa la gente, pero hay algo peor: muchos no confían en los demás y con frecuencia ni en sí mismos, es decir, vivimos una crisis de confianza verdaderamente seria.

Una interesante anécdota del siglo 19 permite comparar el pensamiento que sobre la lealtad tenían aquellos mexicanos con el que ahora se percibe en la sociedad.

La lealtad de Concha Méndez

Durante el fugaz imperio de Maximiliano y Carlota, tuvo ocasión la infeliz pareja de conocer a la joven actriz Concha Méndez, que precisamente por el favor que le dispensara el regio matrimonio, aparte de sus innegables condiciones artísticas, se impuso como tiple de moda.

Por aquel tiempo (1865) llegó de Cuba la canción titulada “La Paloma” (de Sebastián de Iradier y Salaverri), que dice así: “Si a tu ventana llega una paloma…”

La dulzona melodía gustó mucho a la emperatriz Carlota, y desde que la oyó de Méndez se la hacía repetir en cuantas fiestas intervenía la actriz.

Pero al ser fusilado Maximiliano, y cuando Carlota, loca ya, peregrinaba en Europa, apareció aquí la parodia de “La Paloma Liberal”, con versos burlescos como: “Si a tu ventana llega un burro flaco…”

Y una tarde, en el Teatro Nacional de México, donde actuaba Concha Méndez, el público le pidió a gritos que cantara “La Paloma Liberal”, pero Concha, a mitad del escenario, inmóvil como una estatua, dijo con emocionada voz y bañada en lágrimas: “¡Nunca he de cantar lo que hoy me piden. Mátenme si quieren, pues prefiero la muerte a ser una ingrata y una infame!”

El público prorrumpió en estentóreos gritos de “¡Viva México!, ¡Viva Concha Méndez!“, y nunca más se le volvió a pedir que entonara “La Paloma liberal”.

Eso es lealtad. Sí, lealtad del público a la actriz, y de la actriz a quienes la apoyaron.

javiermedinaloera.com

Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del domingo 22 de mayo de 2016.


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