Lecciones de baloncesto positivo

a Pablo Laso, maestro en aquel campus.
He aprendido mucho viendo la final ACB de esta temporada. Me gusta este Real Madrid porque representa los valores que me seducen en el mundo del deporte, la valentía, la precisión, las ganas de ir a por la victoria, la superación de tus propios miedos. Pueed que Pablo Laso, el entrenador blanco, sea un poquito bocazas en ocasiones, un hombre desmedido que se controla poco y mal, pero es un gran entrenador y es humano. Condiciones importantes para definir un estilo de juego dinámico que me divierte hasta cuando pierde, hasta cuando la inexperiencia de sus bases gestiona mal las rentas y acaba cediendo espacio. A mí me gusta el baloncesto y el baloncesto que yo concibo no entiende de defensas plomizas que anulan al rival hasta dejarlo en una ridícula cifra que, normalmente, no supera los sesenta puntos. No comprende la existencia de Obradovics, Xavis Pascual o Ivanovics. Me gusta la alegría. Me gustan los triples y la brega dentro de la zona. Me interesan los bases anotadores y los escoltas entregados al equipo. Me seducen los pívots bajitos que se dejan la vida contra americanos con veinte centímetros más. De altura también. Por eso me gusta este Real Madrid, porque me cae bien, porque hace de la alegría su bandera y eso, en estos tiempos de deporte-control en casi cualquier disciplina, es suficiente.
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En estos tiempos que corren, de dobles pivotes en la Eurocopa, de música secuenciada en directo para evitar errores, de amores programados para cumplir las expectativas sociales, aprender lecciones del deporte, lecciones positivas, lecciones alegres, es importante. Además de cortina de humo, el deporte puede aportar muchos beneficios sociales. A mí, esta locura instaurada por Pablo Laso me sirve, entre otras cosas, para jugar sin miedo, para pelear por el éxito, para medirme a pívots más fuertes. Para ganar. *** Y besarte de nuevo, baby.