Revista Cultura y Ocio

Lecturas para el verano

Publicado el 24 junio 2008 por Sonicreducer
Lecturas para el verano Remate de libros que están por irse a la trituradora. Es insólito: la feria ha atraído a mucha gente. Media hora antes de que se abriera la puerta del Auditorio Nacional ya había casi 200 personas. La oferta de títulos es variada. Un paseo rápido dejó ver que algunas editoriales no acataron la propuesta: sólo libros que dormían en las bodegas y que ya habían circulado en diversos locales. En el stand del Fondo de Cultura Económica hay títulos de M.B. Brozon y Francisco Hinojosa, que es como decir que en el de Océano hay obras de J.K. Rowling.
Como sea, hace mucho que no salía de una feria con cuatro bolsas llenas, sólo gastando los bilimbiques que Cati y yo traíamos en los bolsillos. De lo mejor a lo abyecto, el asunto estuvo así:
El Equilibrista trae títulos emblemáticos de su vasto y hermoso catálogo: Teoría del infierno, de Salvador Elizondo, poemarios de María Baranda, Francisco Hernández, Carlos Pellicer y Ramón Xirau Icaza, éste en curioso formato —en apariencia intonso, pero sólo en apariencia— y con un cremoso papel que lo hace parecer emergido de una bodega después de estar allí desde hace sesenta años. Todos entre 15 y 25 pesos. Sus libros de arte, con precios ejemplarmente bajos; uno de Manuel Gandía a 50 pesos. Jus no es editorial de cabecera, pero tiene libros de Gabriel Zaid por lo que equivalen cinco boletos del Metro.
Siglo XXI sigue manejando un fondo ideal para estudiantes de polìtica y algo de literatura... la mayoría a menos de 20 pesos. Colofón no trae ni un libro de Anagrama (suspiro) pero sí infantiles con bellas ilustraciones, editados en Portugal, a 30 pesos, y esos libros con las letras de canciones en ediciòn bilingüe. Soy un tanto reacio a semejantes títulos, pero cogí dos (Peter Hammill y un cancionero variado), y una biografía sobre Van Morrison. A 25 pesos cada uno.
La UNAM suelta, como es costumbre, sus tomazos grises a 35 pesos (un rico Epistolario de Julio Torri, en pasta dura, salió en eso, mucho de historia, pocos de arte (mal impresos, como es habitual) y unos cuantos de literatura a 25. Lo malo del asunto: el largo de la fila. Estuve casi 30 minutos formado. Ojalá llevaran otra máquina registradora. Y aquí hago un reparo: muchas editoriales, en aras de que se trata de libro que ya no va a dejar ganancia, no tuvieron el tino de poner precio a los libros, así que uno debe andar detrás de los expositores para saber cuànto cuestan.
Tusquets llega con novelas policiacas (Simenon es el rey) y otras de autores pocos conocidos por mí (John Irving). Entre 60 y 120 pesos. No hay nada de La Sonrisa Vertical y mucho menos de Cuadenos ínfimos (tan bonitos que eran). ¿Tusquets también edita ensayo o lo he imaginado?
Random House Mondadori tiene poco de mi interés. Una gran apuesta por títulos de superación personal y best sellers de ayer. Por allí vi uno de Harold Bloom, pero la idea de formarme una hora para que lo despacharan, me disuadió.
Alfaguara trae títulos —para muchos— atractivos de literatura, pero los precios no son de remate y su catálogo no me emociona: Demasiados de ese enfant terrible llamado Fernando Vallejo, y una mesa llena con una novela sobre la iglesia mexicana. El más recomendable, de Nik Cohn, en Punto de Lectura, está en 60 pesos... es decir, precio de Sanborn's.
El Fondo de Cultura Económica ofrece pocos de historia y ensayo. Lo que más luce son las obras para infantes, pero como ya dije antes, se trata de un chanchullo, pues Hinojosa y Brozon están lejos de que sus libros vayan a la trituradora. Es una pena que ya no circulen esos tomazos facsimilares de las revistas literarias de principios del siglo pasado, ni otras colecciones literarias ideales para días de lluvia. Ni siquiera llevaron títulos de la Colección Popular o sus Breviarios.
La rechifla se la lleva Conaculta. Sólo una mesa y precios de espanto. Pos sus comas los conoceréis, de Huberto Batis, a 160 pesos... con los mismos bilimbiques salí del stand de El Equilibrista con ocho libros.
Hay que soportar filas con las editoriales que intentan tener feliz a su departamento de finanzas; en otras —como El Equilibrista— confìan en la buena voluntad del cliente y sus representantes de pronto aparecen al lado de uno para evitar tanto engorro.
En suma, el gentío y su curiosidad demuestran que la avidez por leer es inmensa. Que las filas son largas, sí, pero el placer que viene después lo compensa con creces.

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