Economista, demógrafo, bienhumorado, autor de una docena de novelas y otros tantos ensayos, y primer presidente de la Comunidad de Madrid, el socialista Joaquín Leguina, a sus 72 años ha escrito un libro sobre los devastadores ocho años de mandato como presidente de Gobierno de su compañero de partido y, según él, frívolo e incompetente José Luis Rodríguez Zapatero.
“Historia de un despropósito” (Temas de hoy), sed subtitula “Zapatero, el gran organizador de derrotas”, un superventas en pocos días en el que narra el proceso por el que el encantador leonés pudo haber acabado con España.
Leyendo a Leguina recién acabado el Debate sobre el Estado de la Nación, y dos años y dos meses después de la derrota electoral del sucesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, no se entiende cómo Mariano Rajoy no insistió más en atribuir las penurias actuales a su herencia.
Todas las osadas acciones zapateriles crearon peligros no sólo para la economía, como explicó en otro libro su vicepresidente Pedro Solbes, sino para la propia existencia del Estado, una de cuyas consecuencias es la eclosión-explosión actual del independentismo catalán.
Y aquí Leguina declara su mea culpa: la cordialidad de Zapatero logró que los diputados socialistas, incluido él, aprobaran el Estatuto elaborado para que Cataluña quedaba, casi, al margen del resto de España. Sólo el Constitucional corrigió parcialmente aquella demencia parlamentaria.
Tomaba decisiones como nombrar ministra de Defensa a la embarazada Carme Chacón mientras jugaba al baloncesto con su marido publicista, porque así así daría “el golpe mediático”.
Vivía por y para la imagen, para aparentar progresismo ante el mundo entero, aunque arruinara España.
Una marabunta moral y económica, que tiraba el dinero en todo tipo de causas de moda, y que dejó el país en la ruina: lo denuncia un egregio socialista.
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