Freeheld (2015), de Peter Sollett
No en vano, hasta junio de 2015 no se consiguió que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos otorgara la igualdad de derechos sobre el matrimonio a todos los ciudadanos. De este derecho igualitario a, por ejemplo, recibir la pensión de una pareja, habla esta película. La historia de la agente de policía Laurel Hester es el paradigma de una situación injusta. Diagnosticada de cáncer terminal en 2005, tuvo que luchar contra el Condado Ocean en New Jersey para que su pareja tuviera derecho a recibir una pensión de viudedad. Esta reivindicación fue narrada por Cynthia Well en el cortometraje documental Freeheld (2007), ganador del Oscar, en el que está basada la película. Con un reparto encabezado por Julianne Moore y Ellen Page, bien secundados por Michael Shannon o Steve Carell, podría parecer uno de esos títulos destinados a llevarse premios y reconocimientos. Pero la incapacidad del director por trascender el mero retrato activista y un guión que no termina de definir bien los personajes (la relación amorosa entre las protagonistas no puede ser más sosa) lastra las posibilidades de la película. Y eso que fue seleccionada para la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, donde parecía que iba a comenzar una carrera hacia el Oscar. Freeheld es el claro ejemplo de una historia anquilosada por la trascendencia de la realidad que quiere mostrar.
Gaycation (2016), de Niall KennyPrecisamente su implicación en la producción de Freeheld y la historia de lucha de Laurel Hester fueron catalizadores para que la actriz Ellen Page diera visibilidad a su homosexualidad en 2014, y se convirtiera en una de las voces más claras respecto a la reivindicación de derechos que aún no se han conseguido en el colectivo LGTB. Una de sus herramientas para mostrar la actual situación del colectivo en el mundo es la serie documental Gaycation, producida por ella misma para Vice, el nuevo canal por cable de HBO que comenzó su emisiones a principios de este año. La serie muestra en cuatro capítulos el viaje de Ellen Page y su amigo Ian Daniel por varios países tratando de dar una visión realista de las comunidades homosexuales y cómo existe la necesidad de seguir reivindicando la igualdad de derechos. Japón, Brasil, Jamaica y los Estados Unidos son los lugares donde ambos entablan conversaciones con los principales representantes del colectivo LGTB, pero también (y esta es la parte más interesante), con los sectores que muestran una mayor hostilidad. Aunque algunos de sus planteamientos pecan de excesivamente ingenuos, resultan impactantes entrevistas como la que entablan con un sicario brasileño, culpable de varios asesinatos de homosexuales. En general, aunque sin terminar de profundizar en el tema y con una visión algo simple, la serie muestra una realidad patente sobre la existencia de una animadversión hacia la visibilidad (incluso en países aparentemente más "abiertos"), como la que muestra el senador estadounidense Ted Cruz, que encabeza una propuesta para quitar a los matrimonios gays los derechos igualitarios que les ha otorgado el Tribunal Supremo.
Stonewall (2015), de Roland Emmerich
Otro título que, a pesar de su premisa principal, acabó malgastando sus posibilidades, es esta incursión del director de blockbusters Roland Emmerich. Antes de embarcarse en la secuela de Independence Day (1996), decidió trasladar al cine su militancia gay (es uno de los personajes públicos que más donaciones realiza a asociaciones LGTB), y anunció el estreno de Stonewall, una película que iba a contar los hechos que provocaron la masiva manifestación de homosexuales, lesbianas y transexuales en Nueva York, que dio lugar a la celebración del Día del Orgullo Gay en todo el mundo. Una propuesta interesante, si no fuera por la decisión de contar la historia a través de la experiencia de un personaje ficticio que se convertirá en improbable protagonista de los acontecimientos. Oportunidad perdida, porque la historia se desarrolla por derroteros previsibles y escasamente gratificares, y se pierde la ocasión de trasladar al cine uno de los momentos clave de la lucha por la igualdad de derechos, cuando la comunidad LGTB decidió pasar a la acción y abandonar su pasividad ante los abusos de las leyes que impedían incluso contratar trabajadores homosexuales. En realidad, estaríamos ante una película pasable, con una narrativa algo mediocre pero efectiva en algunos momentos, si no fuera por la ambición de su título, que acabó decepcionando incluso a los propios colectivos homosexuales. En este sentido, resulta mucho más edificante ese otro Stonewall (1995) dirigido por Nigel Finch.
The girl King (2015), Mika Kaurismäki
El hermano mayor de Aki Kaurismäki puso en pie esta coproducción europea y canadiense que retrata el reinado de Cristina de Suecia, coronada a los seis años tras la muerte de su padre. La guerra entre cristianos y luteranos marcó buena parte de la trayectoria de este reinado, hasta que Cristina de Suecia decidió establecer un acuerdo de paz que no gustó nada a los consejeros de la corte. Reina inteligente y de gran educación, trató de convertir su reino en un lugar donde hubiera oportunidades para la educación y la erudición. Pero lo que también macó su trayectoria fueron su relación con la condesa de Ebba Sparre y su negativa a tomar marido y tener descendencia, lo que desembocó finalmente en su abdicación. Cristina de Suecia fue una reina independiente, que no se sometía con facilidad a los criterios y exigencias de una corte movida principalmente por el espíritu luterano, y que prefería las ideas revolucionarias del filósofo francés Descartes. Ha comentado Aki Kaurismäki que ésta es la reina Cristina que le hubiera gustado interpretar a Greta Garbo quien le dio en La reina Cristina de Suecia (1933). Y en cierto modo puede tener razón, dado que en aquella se ocultaban las relaciones lésbicas con un romance secreto con un emisario español, interpretado por John Gilbert. Otra cosa es que, cinematográficamente, la película de Kaurismäki supere a la de Rouben Mamoulian. Reina Cristina es una película de producción correcta, que se sostiene sobre todo en un excelente trabajo de la actriz Malin Buska, perfecta en su interpretación de la fortaleza y el carácter de una reina que fue una de las primeras en mostrar abiertamente su homosexualidad.
Nasty baby (2015), Sebastián Silva
El premio Teddy Bear a la Mejor película de temática gay presentada en el Festival de Berlín de 2015 fue para esta primera incursión del chileno Sebastián Silva en el cine norteamericano, aunque eso sí, amparado por el productor Pablo Larraín. Director y principal protagonista, Silva narra en esta película que en cierto modo desarma los resortes del cine independiente una historia sobre una pareja gay que decide, junto a su mejor amiga, tener un hijo juntos, formando un trío de padres y madre que retrata sin duda el amplio universo de relaciones humanas y la controversia que estas relaciones siguen suscitando. La película comienza con una especie de referencia al género "mumblecore", con diálogos aparentemente improvisados, encuentros y conversaciones sobre la sociedad actual y una mirada limpia hacia las relaciones, pero poco a poco se va adentrando en la oscuridad de la intolerancia, hasta acabar desembocando en un tercer acto que ya no tiene nada que ver en género y forma con el primero. Aunque pueda resultar controvertida, para nosotros esta transposición de la historia es una de sus mayores virtudes, al margen de los buenos trabajos interpretativos del trío protagonista, encabezado por Sebastián Silva y secundado por Tunde Adebimpe y Kristen Wiig, y por un Reg E. Cathey al que siempre recordamos por preparar las costillas que más le gustan a Francis Underwood en House of cards (2013-).
Holding the man (2015), Neil ArmfieldEl actor y activista Timothy Conigrave publicó en 1995 el libro autobiográfico en el que se basa esta película australiana, y en el que contaba sus quince años de relación con su pareja, viviendo juntos el infierno de la pandemia del SIDA en su momento más mortífero. Meses después de escribir el libro, Timothy Conigrave murió de SIDA, al igual que lo había hecho su novio años antes. Pero el libro se convirtió en un bestseller, fue adaptado al teatro en 2006 y ahora lo hace a la gran pantalla. Holding the man es una de esas películas que resultan desgarradoras por la historia que cuenta, una historia de amor nacida en la adolescencia y sepultada por una enfermedad que en su día fue mortal y ahora afortunadamente parece controlada, pero sin cura todavía. El director cuenta esta historia con talento, dejando que las imágenes muestren más que los propios diálogos, jugando con las miradas de sus dos protagonistas, los actores Ryan Corr y Craig Stott, que componen con pasión sus personajes, aunque resulte controvertida la decisión del director de que ellos mismos (ya treintañeros) interpreten a los protagonistas incluso en su etapa de instituto, porque no terminan de resultar creíbles. En todo caso, Holding the man no hace concesiones, y cuando llega el momento de mostrar la tragedia que supuso el SIDA para la comunidad homosexual, lo hace de forma cruda y realista. Y sin duda es necesario que no nos olvidemos de ello en un momento de cierta desidia hacia las consecuencias de la enfermedad.
Freeheld se estrena en España el 6 de mayo
Reina Cristina se estrena en España el 13 de mayo