Una defensa postulada en la libertad de expresión desde el ahorcamiento a un juez, el apuñalamiento a un policía y la violación de una bruja no es legítima.
Cuando la libertad choca con la violencia, no es libertad, ya hablamos de propaganda y apología del terror. Cuando el filtro no es apto para todos los públicos y quieren recurrir a una necesidad de expresión, la obra se escenificada en lo cerrado, para un público que no es susceptible a “x”. Los espectáculos de la calle deben ser aptos para todos los públicos, uno no puede decir que no conocía que iba dirigido a niños, cuando por la calle siempre va a haber transeúntes del tipo infantil o con cierta sensibilidad.
Es legítima la duda ante lo que es la libertad de expresión, porque su concepto, es relativo en cierta manera. Pero un derecho fundamental existe para recordar que la capacidad de hablar y que nadie lo impida siempre será justificado cuando se hable en nombre de la justicia o para denunciar la falta de ella.
La sociedad se encuentra nuevamente en una transición. Cuya crisis implícita es la de valores. El desconocimiento sobre aquello que debemos reclamar a la sociedad y a un gobierno está aumentando. Manifestarse en nombre de la representación “no artística” de la violencia cuestiona el por qué no existe el mismo movimiento social para los temas que deberían estar en mente de todos. La tierra sufre por nuestra huella humana, la violencia se acerca, la educación es mediocre, el empleo se apoya en becarios explotados mientras otros esperan su turno, no existe separación de poderes, sigue habiendo discriminación en cada mensaje, olvidamos a los mayores en residencias mientras sufragan los gastos de una familia con su pensión…
Salgamos a la calle a reclamar justicia, no a justificar la apología de la violencia.
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