Revista Filosofía

Libertad y coacción en el lenguaje

Por Anveger

Libertad y coacción, una de las dicotomías que más controversia provocan en la política, en la economía, en la ética, en la filosofía, en la sociología, y con este artículo quiero demostrar que también puede presentarse en el ámbito de la lingüística.

Hay un debate que todavía no ha sido resuelto entre los colectivistas (o socialistas) y los individualistas (o liberales), donde unos afirman que la sociedad está por encima de los intereses del individuo; y los otros dicen que la sociedad no existe, tan solo existen los individuos. Para unos, la libertad individual no existe, pues es la sociedad la que va moldeando a los individuos, que deben someterse a las reglas de la sociedad, de la mayoría. Para otros, la libertad si existe y radica en el individuo, pues es el individuo el que crea la sociedad, las leyes y las normas sociales. ¿Quién lleva razón?

Mi postura es que en el mundo de la acción humana existen dos fuerzas contrapuestas: la fuerza de la libertad y la fuerza de la coacción. Evidentemente los individuos son libres en cierta medida, ya que en multitud de ocasiones pueden elegir entre diferentes alternativas. Además, son los propios individuos, todos y cada uno de ellos, los que van creando la sociedad en su conjunto, los que generan las instituciones, el lenguaje, la moral, etcétera. Ahora bien, también es cierto que la suma de las acciones de todos los individuos frente a un individuo aislado, en cierta manera, coacciona, incentiva o desincentiva las acciones de este individuo aislado. Digamos que en una sociedad donde se hable español, el individuo que nazca en esa sociedad le saldrá muy caro la decisión de no aprender a hablar español, por ejemplo. El individuo siempre tiene su poder de decisión, pero es la sociedad la que otorga el beneficio personal que recibirá tal o cual individuo al elegir una determinada opción u otra, beneficio que estará en función del conjunto de las decisiones de todos los individuos. Y este es un mecanismo que se produce en todas las esferas de la acción humana, especialmente la económica (que podemos observar claramente con el sistema de precios, y podemos ejemplificarlo muy claramente con el mercado de valores). Y este fenómeno es esencial para coordinar las acciones de todas las personas.

En definitiva, creo que el individuo crea a la sociedad, pero el individuo ve orientar sus propias decisiones libres por las decisiones del conjunto de individuos que forman una sociedad.

Vayamos al caso que nos ocupa: el lenguaje. Un idioma no cae del cielo, ni se lleva en los genes; es creado libremente y espontáneamente (que no conscientemente) por miles de seres humanos. Si un individuo decide transgredir las normas del lenguaje y hablar de forma diferente al resto puede hacerlo, pero que sepa que está yendo contra todas las acciones del resto de seres humanos, y por tanto su acción será penalizada. En cambio, si este sujeto al utilizar el lenguaje lo utiliza de forma más eficaz y sus congéneres lo adoptan, puede iniciarse una revolución en el lenguaje.

 


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