Revista Cultura y Ocio

Libros en papel

Publicado el 06 mayo 2012 por Miguelmerino

Dice el Tesoro de la Lengua Española, de Covarrubias:

LIBRO.- Del nombre latino liber; vulgarmente llamamos libro cualquier volumen de hojas, o de papel o pergamino ligado en cuadernos y cubierto. Díjose libro de la palabra latina liber, que vale corteza de árbol, o porque los antiguos escribían en estas cortezas o porque de entre ellas y el árbol sacaban ciertas telas de que se servían para escribir, particularmente del árbol dicho papiro, cuyo nombre también nos ha quedado en el papel común.

Por supuesto el D.R.A.E. recoge ya una acepción que contiene el libro electrónico. En concreto la 2ª acepción, que se aleja cada vez más de su etimología (como pasó, pasa y pasará con la inmensa mayoría de las palabras):

2. m. Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte. Voy a escribir un libro. La editorial presentará el atlas en forma de libro electrónico.

Vale entonces. Se le puede llamar libro al libro electrónico. Desde luego me gusta más que eso de e-book  o como se diga.

Y probablemente, además, se impondrá. Y, con toda seguridad, mi resistencia numantina sólo se deba a que soy un abuelo cebolleta, anclado en el pasado y preso de las sensaciones que un libro en papel te proporciona.

He comprado algún libro (usado por supuesto) simplemente por la edición. Porque venía muy bien ilustrado, porque el papel o la cubierta tenía un tacto especial, en definitiva, por el objeto en sí, no tanto por su contenido que, a lo mejor, me interesaba poco. El olor del papel, el tacto, tanto de la cubierta como de las hojas, el peso, todo forma parte de la cualidad de un libro. No digamos además, en el caso del libro usado, las dedicatorias, las notas, los objetos utilizados como marca páginas. ¿Cómo obtengo eso de una pantalla?

Lo siento, no me niego al progreso, sería estúpido y paradójico, puesto que utilizo la herramienta que la electrónica pone a mi alcance para dar a conocer mis escritos, pero a la hora de sentarme tranquilamente a leer, seguiré con mis libros de papel. Y llenando estanterías para desesperación de mi mujer.


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