Revista Educación

Lo esencial es invisible a los ojos

Por Janet Val Tribouillier

Y volvió con el zorro.Adiós, le dijo. Adiós dijo el zorro, He aquí mi secreto, que no puede ser más simple; solo con el corazón se puede ver bien....(Saint Exupéry,Fragmento de El Principito)
La memoria sensorial (visual, táctil, auditiva o bien olfativa) se nutre de primeras impresiones, muchas efímeras. Aprendemos a reconocer sonidos u objetos o bien sabores como familiares ante sensaciones directas de un estimulo que lo provoca. Hay determinados recuerdos que nos llevan directamente al placer, el gozo o la felicidad y otros al contrario. El olor del pan recién hecho, las castañas asadas, las hojas de un libro nuevo, el tacto del lomo de un gato, el color de una montaña en la lejanía, el abrazo de tu madre, la mirada destellante de tu amigo que te escucha con atención…Esos recuerdos lejanos sobreviven, se fijan en la memoria que indudablemente están relacionados con estados anímicos. Vamos creciendo y estos recuerdos se alteran, cambian, pero permanecen los estados afectivos que se produjeron. Aquellas impresiones deliciosas que dejan huella se recuperan en un plano emocional. Lo esencial es invisible a los ojosEl frescor de una rosa, el olor de la tierra mojada pierde su singularidad pero son rastros en nuestra memoria emotiva. Estas poseen una gran fuerza. Son necesarias para la imaginación, para construir nuestras relaciones, para comprender el mundo que nos rodea.Por no decir que las percepciones de nuestro pasado se fortalecen con las percepciones positivas con las que fueron grabadas. Pudiera ser que somos en gran medida lo que recordamos, por ello, somos en gran medida afectividad. La escuela pone mucho peso en lo cognitivo, cuando nuestros recuerdos intelectuales quedan en la estantería neuronal para ser algún día utilizados y muchos de ellos por desuso se pierden. La escuela, los maestros, las familias, la comunidad en general; somos responsables de ofrecer al niño la oportunidad de crecer desde el gocepor el ritmo, el sonido, el placer del movimiento, el contacto efusivo, el sabor del agua fresca…y de otras tantas sensaciones. Quizás sea ese el hilo del devenir del tiempo personal. Quizás allí radique nuestra identidad personal…

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