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Publicado el 10 julio 2016 por Claudia_paperblog

Según Kundera, si un autor recurre a su intimidad para escribir sus relatos, ha fallado. Yo no lo creo así. Al revés, creo que a veces expresas mucho más cuando recurres a tu vida, además, los lectores nunca sabrán qué parte es real y qué parte, imaginaria. Ni yo misma lo sé, cuando releo mis textos llega un punto en el que no sé distinguir qué es mío o qué es del personaje y eso me gusta y me emociona, me parece increíble, pero a la vez me da miedo, me da miedo el poder de las palabras, un poder mayor que el de la mente, puesto que la engaña y no le permite recordar con exactitud el momento. Por eso las letras son eternas, pero la memoria no. La memoria es (muy) efímera.

Nuestra historia me fascina, por eso la escribo, porque me imagino leyéndola, admirándola, queriéndola y también lo hago para que nunca se me olvide. Aunque sigue estando el miedo de que con mis palabras lo cambie todo (o solo algo) y deforme la realidad, y cree la mía propia. Pero escribo sobre nosotros porque es lo que me gustaría leer, una de esas novelas en que yo querría ser la protagonista. Y tus sueños me recuerdan a los de esa chica, esa mujer que quiere tanto a su marido, llenos de miedos e inseguridades. Y los míos, lamentablemente, también, pero lo mío no me sorprende porque es una lacra con la que siempre he tenido que luchar. Te veo soñando conmigo, viéndome con otro, besándolo con ansia, nuestras lenguas muy juntas, compartiendo la misma saliva. Y te veo inmóvil, derrotado, roto de dolor y de incredulidad, y me gustaría poder abrazarte en ese momento y decirte que todo está bien, pero en el sueño no puedo, porque no es mi sueño y esa no soy yo. La Claudia del sueño abre un momento los ojos y te ve allí paralizado, contemplando el cuadro y, sin embargo, no hace nada por evitarlo. Al revés, despega un poco los labios de los del chico, pero al momento vuelve a unirlos, con más pasión, más energía, y mirándote con descaro, como si fuera un castigo, o una estrategia para darte celos.

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Maud Chalard

Y duele que esa sea la imagen que tu subconsciente pueda tener de mí. Pero solo son inseguridades, como ya he dicho antes.

Quiero abrazarte y protegerte siempre, yo mataré monstruos por ti y me desharé de tus demonios y, ya de paso, de los míos. Me inspiras muchísima ternura y quiero que dejes de cuidarme tú y empezar a hacerlo yo porque sé que lo necesitas mucho más que yo, porque tú a mí me has visto llorar miles de veces y, en cambio, yo a ti nunca. Bueno, una, el otro día. Aunque me apartases y girases la cara para que no te viera y no me contaras nada y no me permitieras secarte las lágrimas, ni siquiera tocarte. Hasta que te dejaste y pude ver un poco más allá de ti y de esos ojos claros, brillantes, emocionados, tristes y preocupados, con un poco de miedo incluso, con un poco de pena y de soledad.

Y me pides que te vuelva a leer como lo hacía antes y ¿cómo te voy a negar yo algo si me lo pides de esa manera?

Más adelante, estamos tú y yo en el aeropuerto y al principio viajamos juntos, a tu país, pero solo un par de días. Entonces yo me pierdo, o tengo que volver, o decido regresar por mi propio pie porque no me gusta estar allí, pero tú te quedas. Y nos vuelvo a ver en el aeropuerto, despidiéndonos como siempre, con esa sensación en el estómago, con las lágrimas a punto de salir a flote, y aunque tú me digas que pronto volveremos a estar juntos, yo no quiero pasar por eso otra vez. Además, tengo la sensación de que esta vez será diferente y te gustará tanto estar allí de nuevo que querrás quedarte para siempre y me abandonarás. Primero me dices que serán solo un par de semanas, pero luego hablamos otro día y me dices que ha habido problemas y que debes quedarte un mes entero. Y yo sé que esta vez no volveremos a vernos, en el sueño lo sé, y me despierto sobresaltada, sudada, y cabreada, conmigo, contigo y con el mundo.

natalia evelyn bencicova

Natalia Evelyn Bencicova


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