Las entrevistas terminan y el terapeuta le otorga un certificado al consultante donde dice:
“Esto es para certificar que Raquel ha dominado la mentira que en tantos problemas la metía. Las siguientes personas han notado el cambio: Carlos, José, Manuel, Laura y Soledad. En Cáceres a 20 de Abril”.
La terapia narrativa fue reconocida fuera de Australia, lugar donde fue creada, por el archiconocido libro de White y Epston (1993) Medios Narrativos para fines terapéuticos. Estos autores usaban certificados, cartas y todo tipo de documentos para lograr externalizar el problema y que la persona tuviera más espacio para crear una identidad distinta a la que el problema proponía.
Desde entonces, la terapia narrativa ha pasado por un periodo de crecimiento de contextos de aplicación, así como de riqueza conceptual que la han hecho muy atractiva para los profesionales de la psicoterapia.
En el presente artículo vamos a ver algunas nociones básicas para comprender la práctica narrativa.
Comprendiendo la terapia narrativa
En muchos lugares aparece la definición de terapia narrativa como un enfoque respetuoso y no culpabilizador que sitúa a las personas como expertas de sus propias vidas (Morgan, 2004). Esto conlleva un cambio de conceptualización con respecto a quién busca ayuda. No se le llama paciente, ni se le llama cliente sino que se le denomina “coautor” del proceso de terapia (White, 2004). Con este término Michael White quiere cuestionar la posición del terapeuta como experto y, por tanto, cuestiona su superioridad explícita e implícita sobre la persona que busca su ayuda. Coautor es quien ayuda al terapeuta a comprender la situación desmontando los prejuicios inherentes a la profesión, a la raza, a la clase social, al género, etc., facilitando la auto descripción del problema. De este modo, el discurso de la persona, su historia, se convierte en fundamental para el terapeuta narrativo, acompañado de un análisis reflexivo de la posición que ocupa y de la necesidad de no imponer sus criterios a la vida de los consultantes (otro término que se utiliza para referirse a las personas que solicitan nuestra ayuda). Gergen (1996) lo llama auto narración y con ello “se refiere a la explicación que presenta un individuo de la relación entre acontecimientos auto relevantes a través del tiempo” (p. 233).
Con el concepto de coautor y con el cuestionamiento del papel de terapeuta como experto, Michel White da paso a otro fundamento teórico de las prácticas narrativas: la valoración de los saberes locales o populares. Basándose en trabajos antropológicos de Gregory Bateson, Cliford Geertz y Bárbara Myerhoff, por citar algunos de los más relevantes, y en reflexiones filosóficas de Michel Foucault y Jacques Derrida, White (2002) destaca que en la enseñanza de las disciplinas profesionales no sólo se marginan los saberes locales o populares, sino que también se los descalifica, olvidándose de la propia historia de las personas y las comunidades y desechando la sabiduría, los recursos, valores, actitudes, etc., que cada persona y cada comunidad puso en juego para enfrentar las situaciones conflictivas. De la valoración de la sabiduría popular surge la práctica colectiva narrativa que trabaja con comunidades.
(Artículo relacionado: Chimamanda Adichie: El peligro de una sola historia)
Por poner un ejemplo de lo anterior, podemos citar la prevalencia del modelo de tratamiento del duelo según las escuelas occidentales de psicología y psiquiatría por encima de los saberes locales de los aborígenes australianos o los Zíngaros, impone la producción de una catarsis para liberarse del sufrimiento por la pérdida o un desprendimiento de los objetos personales de la persona fallecida para “despedirse correctamente”, sin respetar las costumbres y formas de resolver los duelos de las diferentes culturas. Lo anterior llevaría a descripciones pobres (magras en algunas traducciones) refiriéndose a una interpretación de la realidad con limitaciones, frente a descripciones ricas (densas en algunas traducciones) refiriéndose a interpretaciones más completas de la realidad de la persona.
“las acciones de una persona son descripciones que excluyen las interpretaciones de quienes están participando en sus acciones… las descripciones magras son típicamente aquellas a las que se arriba por medio de las “observaciones” de personas consideradas forasteras, quienes están estudiando las vidas de otras personas y las comunidades en las que esta vive… a la inversa, descripciones densas de las acciones de las personas son descripciones informadas por las interpretaciones de aquellos que están participando en esas acciones…” (M. White, 2002: 32; citado en Montes, 2011).
El binomio pobre/rico (magro/denso, en inglés thin/rich) es fundamental en la práctica narrativa. La persona sumida en el problema cuenta un relato pobre de su experiencia, el cual constituye la historia del problema. La identidad de la persona se ve saturada por la descripción que hace el problema de ella ante sí misma y ante los demás. La terapia narrativa tiene como objetivo enriquecer la historia mediante la introducción de aquellos detalles que han quedado fuera por el predominio del problema, es decir, la co-creación junto al paciente de una historia alternativa.
De este modo, surgen algunas premisas importantes de la práctica narrativa.
Premisas de la terapia narrativa
1. El problema es el problema y la persona es la persona, esto hace que se analicen los problemas separados de las personas y se asume que las personas tienen muchas habilidades, capacidades, competencias, creencias, valores y compromisos que les ayudarán a cambiar su relación con los problemas en sus vidas. La externalización del problema es una de las técnicas más conocidas de la terapia narrativa (aunque desde la práctica narrativa se ve más como una cosmovisión que como una técnica)
2. La palabra historia tiene que ver con una serie de sucesos que están relacionados a través de una secuencia temporal y que están de acuerdo con un argumento determinado. Interpretamos lo que nos sucede y le damos un significado uniendo determinados hechos para darle un sentido. Este sentido final formaría el argumento de la historia. Para llegar a ese sentido final hemos tenido que elegir ciertos sucesos y otros dejarlos fuera, probablemente porque no encajan con el argumento de la historia.
3. Los relatos mediante los que damos sentido a nuestra experiencia están influidos sobre todo por factores culturales y sociales.
4. El lenguaje sirve de mediador en estos procesos interpretativos: por medio de él definimos y mantenemos nuestros pensamientos y sentimientos (incluido nuestro monólogo interior).
5. Las historias dan forma a nuestras vidas e impulsan o impiden la realización de ciertos actos. Esto es lo que llamamos los efectos de la historia dominante. Vivimos varias historias a la vez no podemos explicar nuestra vida sólo desde un punto de vista, por eso consideramos que los seres humanos tenemos vidas con historias múltiples. Esto permite la creación de una historia alternativa.
Creando la historia alternativa
Como puede observarse, la co-creación entre terapeuta y consultante de una historia alternativa al problema es el punto clave de la práctica narrativa. Podemos llegar a una historia alternativa, introduciendo aspectos, actos, personas, etc. que quedaron fuera de la historia dominante, mediante la exploración y desconstrucción de lo que mantiene al problema como la historia dominante en la vida de la persona que nos consulta. La desconstrucción se logra mediante preguntas reflexivas para narrar y re-narrar la historia que llevan al descubrimiento de los llamados “logros aislados”. Esos logros aislados juntos constituyen la historia alternativa, una historia que proporciona una identidad diferente a la que el problema pretendía, constituida por los momentos en los que el problema no ha tenido una influencia tan fuerte o no ha tenido influencia en absoluto.
Hay muchas formas de lograr crear la historia alternativa y la práctica narrativa ha crecido en técnicas que facilitan al terapeuta la posibilidad de co-construir ésta con el consultante. Algunas técnicas bien conocidas son: conversaciones de externalización, conversaciones de remembranza, conversaciones de reautoría, ceremonias de definición, el uso de certificados, documentos, canciones, poesías, etc, terapéuticas, el árbol de la vida, el equipo de la vida, la cometa de la vida, etc.La práctica narrativa es un campo rico de crecimiento en todas las áreas de una relación de ayuda, a nivel individual, de pareja, familiar y comunitario. Merece la pena que los profesionales sigan explorando las diferentes posibilidades que ofrece.
Sobre el autor: El Dr Carlos Chimpen es profesor en la Universidad de Extremadura y Presidente de la Asociación Española de Terapia Narrativa. Puedes escribirle a la siguiente dirección: [email protected]
Referencias Bibliográficas
Gergen, K., J. (1996). Realidades y relaciones, aproximaciones a la construcción social. Buenos Aires: Paidós.
Montes, J.G. (2011). Del saber al poder en la terapia. La narración de un sobreviviente de intento suicida y su mamá. Revista científica electrónica de psicología, nº 11, julio, pp. 340-356.
Morgan, A. (2004). What is narrative therapy? An eassy-to-read introduction. Adelaide, Australia: Dulwich Centre Publications.
White y Epston (1993). Medios Narrativos para fines terapéuticos. Barcelona: Paidós.
White, M. (2002). El enfoque narrativo en la experiencia de los terapeutas. Barcelona: Gedisa.