Revista Arte

Lo que pesa sin darse cuenta, sin saberlo.

Por Peterpank @castguer
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Puesto porJCP on Nov 20, 2014 in Autores

Como dos gotas de agua.

La sociedad burguesa, en su oposición al Estado político, es reconocida como necesaria, porque lo es el Estado. La emancipación política es, en efecto, un gran progreso; aunque no sea la última forma de la emancipación humana, lo es en el actual orden del mundo. Naturalmente nos estamos refiriendo a la emancipación real, práctica.

Los términos y demás que podréis leer ya se produjeron en su momento e repercuten now.

El hombre se emancipa políticamente de la religión, cuando la destierra del Derecho público al Derecho privado. Allí donde el hombre se comporta como un ser a nivel de especie, en comunidad con otros hombres –aunque sea de un modo limitado, en una forma y ámbito particulares–, la religión ha dejado de ser el espíritu del Estado para convertirse en el espíritu de la sociedad burguesa, del ámbito del egoísmo, del bellum omniun contra omnes(“Guerra de todos contra todos”. Esa es la clave de la sociedad burguesa, el egoísmo de cada uno, la unidad de los intereses privados contrapuestos, la guerra del hombre con el hombre).

La religión ha dejado de ser la esencia de la comunidad para convertirse en la esencia de la diferencia. Ella vuelve a ser lo que fue en su origen: la expresión de la separación del hombre con respecto a la comunidad, con él mismo y con los otros hombres. Ahora no es más que la confesión abstracta de una particularidad tergiversada, de una extravagancia personal, de la arbitrariedad. El astillamiento sin límites de la religión, por ejemplo en Norteamérica, le da incluso externamente la forma de un aspecto puramente individual; se halla desplazada como uno más al campo de los intereses privados y desterrada de la cosa pública como tal(no está claro). Pero no hay que engañarse sobre los límites de la emancipación política. La escisión del hombre en un hombre público y un hombre privado, la dislocación con que la religión abandona el Estado por la sociedad burguesa, no es un estadio sino la plenitud de la emancipación política. Ésta, por consiguiente, ni termina con la religiosidad real del hombre ni lo pretende. La descomposición del hombre en el judío y el ciudadano, el protestante y el ciudadano, el hombre religioso y el ciudadano, no es una mentira que atente a la ciudadanía, ni una forma de esquivar la emancipación política, sino la emancipación política misma, la forma política de emanciparse de la religión. En tiempos en que la sociedad burguesa está dando a luz brutalmente el Estado político como tal, cuando la liberación humana de sí mismo trata de realizarse en la forma de autoliberación política, entonces el Estado puede y debe avanzar hasta suprimir la religión, a abolirla; pero sólo de la manera en que llega a suprimir la propiedad privada, hasta el extremo de la confiscación y los impuestos progresivos; de la misma manera que llega a suprimir la vida con la guillotina.

En los momentos de especial conciencia de sí, la vida política trata de aplastar a su presupuesto, la sociedad burguesa y sus elementos, para constituirse como la vida real y coherente de los hombres a nivel de especie. Esto, sin embargo, no puede conseguirlo más que contradiciendo violentamente la base de su propia vida, es decir declarando la revolución como permanente. Por eso el drama político acaba siempre en la restauración de la religión, la propiedad privada y todos los elementos de la sociedad burguesa, de la misma manera que la guerra siempre termina en la paz.

En el llamado Estado cristiano( Y España,no se olvide, hoy lo sigue siendo) se halla vigente la enajenación, no el hombre. El único hombre válido, el rey, no sólo es específicamente distinto de los otros hombres, sino un ser religioso en sí mismo, unido directamente con el cielo, con Dios. Las relaciones dominantes siguen basándose en la fe. El espíritu religioso, por tanto, no se ha secularizado todavía realmente.

Pero tampoco puede ser realmente secularizado. ¿Qué es en efecto sino la forma nada secularizada de un estadio de desarrollo del espíritu humano?
El espíritu religioso sólo puede llegar a su realidad en tanto y en cuanto la fase de desarrollo del espíritu humano que expresa religiosamente se perfila y constituye en su forma laica. Es lo que ocurre en el Estado democrático. Su fundamento no es el cristianismo sino el fundamento humano del cristianismo. Si la religión sigue siendo la conciencia ideal, supramundana de sus miembros, es porque constituye la forma ideal de un estadio del desarrollo humano plasmado en ella.

Lo que hace religiosos a los miembros del Estado político es el dualismo entre vida individual y la vida de la especie; entre vida de la sociedad burguesa y la vida política; es la relación que mantiene el hombre con el Estado como su verdadera vida, trascendente a su propia individualidad real; es el hecho de que, en este caso, la religión es el espíritu de la sociedad burguesa,  la expresión y separación y enajenación del hombre frente al hombre. Lo que hace cristiana a la democracia política es que en ella el hombre, y no solo uno sino cada uno de los hombres, vale como el ser supremo, soberano; pero el hombre tal como se presenta sin cultura ni socialidad, el hombre en su existencia fortuita, el hombre tal y como es aquí y ahora, el hombre pervertido, enajenado, vaciado por toda la organización de nuestra sociedad, tal y como la ha hecho el dominio de situaciones y elementos inhumanos, en una palabra: el hombre que todavía no es realmente un ser a nivel de la especie(El dualismo entre la realidad y el mundo de los cielos, entre lo terrenal y lo religioso, es una necesidad y un producto de la sociedad burguesa. En la democracia pura como en la religión el hombre es el ser supremo, en la realidad de la sociedad burguesa el hombre se encuentra separado y enajenado. La contradicción entre postulado y realidad es tan esencial en la religión como en la democracia. ).

La fantasía, el sueño, el postulado del cristianismo: la soberanía del hombre –pero vinculado con un ser ajeno, distinto del hombre real– es en la democracia realidad sensible, presente, máxima, profana.

En la democracia, la conciencia religiosa y teológica se tiene incluso por tanto más religiosa y teológica, ya que al parecer carece tanto de significado político como de objetivos terrenales y más se retrae ante la realidad, expresión de la cortedad de luces, producto de la arbitrariedad y la fantasía, en una palabra: es una vida realmente trascendente. El cristianismo alcanza así la expresión práctica de su significado religioso universal, cobijando bajo una forma única las concepciones más dispares y sobre todo no exigiendo de otros cristianismo sino sólo religión, aunque sea cualquier otra religión.

La conciencia religiosa saborea la riqueza de los contrastes religiosos y la variedad de las religiones. Queda mostrado, por tanto, que la emancipación política de la religión deja en pie a esta, aunque no sea en una posición de privilegio.

La contradicción en que se encuentra el fiel de una religión particular con su ciudadanía no es más que una parte de la contradicción universal y terrenal entre el Estado político y la sociedad burguesa. La plenitud del Estado cristiano es el Estado que se confiesa como Estado, abstrayéndose de la religión de sus miembros. La emancipación del Estado frente a la religión no es la emancipación del hombre real frente a la religión.

El hecho de que podáis ser emancipados políticamente sin que abandonéis total y coherentemente la religión, muestra que la emancipación política no implica la emancipación humana.

Karlitos inedito



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