Revista Comunicación

Locas del Blabla (primera entrega)

Por Roales

¿Cómo estáis?

Entre los deportes de riesgo que practico (andar por la calle en verano, huida de la bañera en bolas, tanteo de gafas en la oscuridad...) también se encuentra publicar viajes en Blablacar y Amovens. Ambas plataformas funcionan de forma muy similar, mientras que la primera te obliga a pagar una comisión, en el segunda se paga durante el viaje y en efectivo. ¿Cuál es mejor? Ninguna, lo que hace realmente útil la app es la gente con la que contactas.

Y aquí es donde entra la nueva sección "Locas del Blabla", que tengo el honor de inaugurar en este bonito día. ¿De qué voy a hablar en esta sección? Muy sencillo, de aquellos personajes con los que me suelo encontrar de vez en cuando y que si bien al principio me dejan de piedra, luego se convierten en una divertida anécdota.

En esta ocasión voy a hablar de dos chicas. Casualmente, Blabla te da la opción de publicar tu viaje pero que solo lo puedan reservar chicas (por eso de contactar con un violador, maltratador o algún loco con hacha), pero sin duda yo prefiero a los chicos que son mucho más puntuales y no te dejan tirada a última hora. Hasta ahora, todas las malas experiencias han sido con chicas, así que os animo a dejaros de prejuicios a la hora de aceptar reservas.

La primera chica, se llamaba Hippijeta (nótese que es un nombre en clave), procedente de tierras jienenses y que vivía fuera por motivos laborales. Hippijeta se mostró muy enrollada y guay durante todo el camino, un espíritu libre con un don artístico y que estaba deseosa de conocer a más gente. Algo así como un elfo feliz fumeta con un pésimo gusto para la ropa.

Hippijeta fue la última en bajarse del coche, en pleno Eduardo Dato (Sevilla) y como era usuaria de Amovens debía pagarme en mano. ¿Qué pasó? El drama del dinero, tenía un billete de 20 euros (y el viaje era 5) así que necesitaba cambiar. Daba la casualidad que yo tampoco tenía cambio así que le dije que intentara cambiar en alguna tienda de alrededor. Ninguna de las tiendas podían cambiarle (amabilidad comercial) si no compraba algo, así que se acercó al coche y me lo dijo. Le contesté que me hiciera una transferencia y ya está (la otra opción era retenerla en el coche pero probablemente hubiera ofrecido resistencia y era de día); a lo que me contestó que la semana siguiente también hacía el mismo viaje, que volvía a venirse conmigo porque una transferencia de 5 euros le parecía tonto, o me invitaba a un café. Supongo que en los mundos de Hippijeta un café es equivalente a 5 euros.

Acepté la primera opción, pero a los dos o tres días, Hippijeta me informa que esa semana al final no hacía el viaje de forma muy cariñosa, y yo de forma más cariñosa aún le di mi número de cuenta, a lo que me contestó con un OK. De pronto a nuestra amiga se le cortó el buen rollo. Obviamente Hippijeta no hizo el ingreso en los siguientes días así que muy amablemente le pregunté si había algún problema. Me contestó al día siguiente que ya lo había hecho ese mismo día y a continuación me desapareció su foto. Aún estoy esperando ese café cargado de energía positiva.

La siguiente chica la llamaré Princesa del Tiempo, título que se ganó a pulso. Es de todos conocidos que algunas personas son un poco impuntuales, que por alguna razón piensan que los demás debemos esperarlas largos períodos de tiempo porque no tenemos nada mejor que hacer. En esta ocasión la reserva la hizo su novio, que tenía pinta de crío por lo que supongo que ella sería de la misma edad. No le venia bien el punto de quedada y me pidió que la recogiera en otro lugar, como pensé que iba a ser la única reserva, acepté. Le expliqué que debía estar un cuarto de hora antes. Poco después me hicieron más reservas así que volví a recordarle que debía estar antes para luego recoger a los otros pasajeros en el punto de quedada oficial. Estaba claro que debía estar un poco antes, ¿no?

Llego a a recogerla a la hora y no aparece por ningún lado, espero unos minutos y llamo al chico. No lo coge. Pasan otros minutos y ya debía estar en otro lado así que le mandé un mensaje diciendo que me iba, que había más pasajeros esperando. Me llama al segundo el novio y me dice que ya llega, que vive lejos como si eso justifique que uno llegue tarde. Vamos, yo vivía lejos de la Universidad y tenía el truco de calcular el tiempo que tardaba en llegar a clase porque en ningún momento me dijeron que el vivir lejos suponía que podía llegar más tarde que el resto de mis compañeros. La esperé unos minutos más y seguía sin llegar, (ya habían pasado más de 15 minutos) así que me fui y Princesa del Tiempo aprendió que en su reinado de llego a la hora que me sale del trono, a veces la gente no la espera.

Y hasta aquí mis dos primeras anécdotas, espero que os hayan parecido entretenidas. Espero hacer alguna entrada más antes de que termine julio. De todas formas, gracias por este medio año de visitas, espero que disfrutéis con mis historias.

Un beso,

Sandra Roales


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