Revista Cultura y Ocio

London calling

Por Calvodemora

London calling
En ocasiones, en tramos de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres, creí estar asistiendo a un concierto de U2. Es lo que tiene estar tan avisado en estos asuntos: que cuesta provocar el asombro absoluto, la loa total, ese rendirse ante la evidencia de que lo que está uno viendo es algo inédito. Lo de la otra noche en la capital británica fue un caos hermoso, una especie de ópera bufa en la que lo costumbrista, lo bucólico, lo cómico y lo teatral (soberbia banda sonora incluída) se acoplan en uno de esos alardes de creatividad impune en donde se pueden mezclarse, sin que chirríe el fornicio, decenas de emparaguadas Mary Poppins con el rocoso y lacerante sonido de los Arctic Monkeys contándole al mundo que el britpop fue un invento genial y que, en materia musical, la pérfida Álbion sigue a la cabeza del hit parade. Todo ese personal, carente del músculo chino que les precedía, fue guiado por un Danny Boyle más pendiente de editar un bluray con todos los extras (y sonido envolvente 5.1 con los Kinks, Bowie, Queen y todos los grandes) que de hacer que la maquinaria estrictamente teatral (un libreto, un aforo, un escenario) fluyese con agilidad y no cayese (como lo hizo en más de una ocasión) en un desparpajo histórico, en un arrebato heroico de patriotismo. Y no es que fuese un espectáculo olvidable, que no lo fue en absoluto. Fue, en cierto modo, una puesta de largo del Imperio Británico al mundo, a todas esas tierras de ultramar con las que soñaron o en las que plantaron la Union Jack, esa bandera rebajada a mercancía vaciada de contenido, como la célebre y hueca cara del Che. Fue también una puesta en valor del pasado. Un país que ha alumbrado a Shakespeare, a Sherlock Holmes, a Lennon y McCartney y a Hitchcock, una brizna del elenco, entiendan ustedes, no puede defraudar del todo. Eché en falta, para completar el lado humorístico de la ceremonia, al salido Benny Hill persiguiendo a una pastora de ubres ubérrimas por la campiña improvisada en el estadio. UK no quiere mirar al terrorífico futuro. Se entretienen, a la espera de mejores tiempos, con hurgar en el glorioso pasado. Tienen para llenar cuatro Juegos más.

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