Revista Cultura y Ocio

Londres: Gerónimo Rauch en «El fantasma de la Ópera»

Publicado el 05 agosto 2014 por Juliobravo
Londres: Gerónimo Rauch en «El fantasma de la Ópera»
«Full House» (el equivalente a nuestro «Agotadas las localidades»). Ese es el cartel que se coloca prácticamente todos los días en el Her Majesty's Theatre de Londres, donde se representa «The phantom of the Opera» («El fantasma de la Ópera»), de Andrew Lloyd Webber, desde hace casi veintiocho años (se estrenó el 9 de octubre de 1986). Resulta asombroso comprobar como este musical sigue conservando intacto su magnetismo y atrayendo a los espectadores. Cierto es que, como «Los miserables», ha dejado de ser solamente un espectáculo teatral para convertirse en un fenómeno, al mismo tiempo que en un atractivo turístico más de la capital británica, pero eso no le resta ni un sólo gramo a la calidad artística del que se ha convertido en uno de los títulos emblemáticos de la historia del género.

La presencia de Gerónimo Rauch en el papel protagonista del musical me ha llevado a verlo nuevamente en mi reciente visita a Londres. Artista argentino, Gerónimo ha desarrollado una parte de su carrera en España, donde -ya lo sabéis-, ha interpretado obras como «Jesucristo Superstar», «Chicago» y «Los miserables»; esta última obra permitió que Cameron Mackintosh (el productor todopoderoso en el West End londinense) le conociera y le fichara, primero para la producción original de ese mismo título y, ahora, para su otro emblemático mascarón de proa, «El fantasma de la Ópera». Gerónimo lleva casi un año detrás de la máscara y ha firmado para permanecer allí otro año más.Ocho años tenía Gerónimo Rauch cuando se estrenó «El fantasma de la Ópera». Mantengo con él una excelente relación y le profeso una gran admiración. Y si su Valjean era excepcional, no se queda atrás su encarnación del Fantasma; un personaje, además, que le tiene mucho más enamorado que el primero. Gerónimo se confiesa feliz e ilusionado; «sigo llorando muchas noches en la escena de "The point of no return"; esta noche, sin ir más lejos, he llorado», me confesaba después de la función. Vocalmente, es un personaje exigente, pero no tanto como Valjean, que le obligaba prácticamente a vivir para el personaje. «Ahora tengo una vida -me decía-; puedo hacer cosas normales durante el día, y cuando llega la hora de venir al teatro vengo tranquilo; con Valjean, estaba preocupado todo el día, porque es tremendamente demandante. Yo hacía ocho funciones semanales; he sido el último en hacerlo, se han dado cuenta de que era un esfuerzo tremendo para un cantante», me decía.Erik, el fantasma, le tiene cautivado; es un personaje atormentado por su aspecto físico, que le ha hecho convertirse en un ser cruel; pero debajo de su espantosa apariencia y de su ferocidad se esconde un hombre de una gran sensibilidad, extraordinariamente frágil y vulnerable, además, que está lleno de amor por Christine, y que es capaz de renunciar a ella precisamente por el amor que le profesa. Gerónimo ofrece una magnífica interpretación del Fantasma; es fiero cuando el personaje lo requiere, pero su segundo acto es verdaderamente conmovedor, con bellísimos acentos quebradizos en su hermosa voz (se ha recuperado ya, afortunadamente, de una dolencia que le tuvo alejado de los escenarios un par de meses).No veía «El fantasma de la Ópera» desde que se presentó -más que dignamente- en España, hace doce años si no me falla la memoria. Un par de años antes la había visto en Londres, y mi recuerdo de aquella función no es bueno: gris, sin nervio, casi como para salir del paso. Fuí esta vez temiendo encontrarme con un espectáculo polvoriento y ajado (el teatro ha evolucionado muchísimo en estos casi treinta años). Pero salvo algunos momentos (la escena del cementerio) lo encontré vivo, con aspecto artesanal. Puede que me influyera la visita al backstage antes de la función, de la mano de Gerónimo, que explicó que Harold Prince, el director de la producción, quería hacer que el espectador viajara al teatro de hace más de un siglo, y de ahí muchas de las soluciones técnicas a la antigua. Fue un recorrido muy interesante, salpicado de detalles, que terminó en las estancias que eran la residencia privada del dueño original del teatro, convertidas ahora en sala de ensayos. Nos descubrió Gerónimo -estaban también, además de mi sobrino Pablo y yo, unos amigos suyos argentinos- alguna de las interioridades técnicas y, también, interpretativas: al parecer, Michael Crawford, el Fantasma original, quería, para interiorizar más el personaje, pasar el mayor tiempo posible de la función en soledad; y no quería tener contacto con otros intérpretes o técnicos durante el tiempo que pasaba entre cajas, en el que va de un lado a otro del teatro. Y este recorrido solitario lo han heredado los demás intérpretes del Fantasma. 

Gerónimo Rauch sigue consolidando su carrera en el West End londinense, donde no me cabe duda de que va a seguir cosechando éxitos. De momento, ha aparcado sus aspiraciones «líricas», pero tiene proyectos para llevar a cabo en su país natal, Argentina, y en su país de adopción, España. Aquí le esperamos.

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