Revista Atletismo

Los 101 Kilómetros de Ronda 2015. Dureza

Por Medrunning @medrunning
Comenzó la carrera. Por delante, 101 kilómetros que se nos harían eternos. Imbuidos por el entusiasmo del público, los marchadores salimos en desbandada del campo de fútbol. Cruzamos el arco de salida y afrontamos una pequeña cuesta al compás de los aplausos.
Eran las 11:05 de la mañana y los rondeños, familiares y amigos abundaban por doquier animando a los corredores en su paso por las calles de la ciudad. El ambiente te sacaba una sonrisa de oreja a oreja. La animación era digna del mayor héroe de Roma.
A trote rápido, llegamos a la plaza de toros. Espero que no retiren jamás esa pequeña parte del recorrido. Es alucinante entrar en el ruedo, cruzar el albero y salir de nuevo a la calle sintiéndote el tio más importante del mundo.
Tras esos pequeños arrebatos de emoción cruzamos el Puente Nuevo y afrontamos el primer desnivel negativo que nos llevaría directos a la zona de senderos. A medio camino, una fuente de agua potable que me devolvía la vida. Me detuve y llené sin dudar mi botella de agua vacía.
Los corredores bromeaban: "¿falta mucho? venga, que ya sólo quedan 100 más". En mi cabeza pensaba: "si si, bromead ahora que es el momento, que después dudo mucho que tengamos ganas de cachondeito". Pero me sumaba a las risas y el buen humor.
Los 101 Kilómetros de Ronda 2015. Dureza
Después de varias horas de espera y de una buena hidratación, al primer momento que ví de poder orinar lo hice sin dudas. Era la hora de empezar a comprobar el estado de mis líquidos. Primer pis de color amarillo clarito. Sin dudas, había que aumentar la ingesta de agua.
Volví a correr. Un par de minutos más tarde nos encontramos con un cartelito que rezaba "A1" y que indicaba lo que podríamos avituallar en el que sería el primer punto de parada. Sin dudarlo me acerqué a los enormes "camiones aljibe" del ejército para beber y reponer agua.
El primer avituallamiento estaba algo atestado. Sin embargo, mereció la pena esperar un poquito para poder reponer fuerzas y disfrutar de la primera experiencia con este tipo de puntos de parada. Como siempre, el puesto estaba rodeado de legionarios controlándolo todo.
Tras reponer fuerzas seguí adelante. Primera sorpresa de la carrera, comenzamos a subir. Todos los entrenamientos que realicé en mi pueblo buscando las cuestas más pronunciadas, no servirían de nada. Tocaba afrontar a las 11:40 una cuesta de tres pares de narices, a 30 y pocos grados de temperatura. Creo que la llaman "la Cuesta de Salinas".
Durante varios minutos debes avanzar prácticamente andando. Si eres novato, como yo, vas aún a buen ritmo pero debes tener una buena capacidad cardiovascular para afrontar el desnivel. A mitad de la cuesta, con el aliento perdido, nos encontramos con una finca donde sus integrantes habían salido a ofrecer caramelos y una goma de agua donde hidratarnos. Sin dudarlo me pillé un buen caramelo de fresa y remojé la gorra en la manguera.
La sombra de los árboles cobijaba, pero no era suficiente. En los tramos sin sol los rayos atizaban a los corredores sin piedad. Muchos se quejaban de la temperatura, pero lo cierto es que tampoco era insoportable. Con buen estado de ánimo, llegué al A2 "Pilar de Coca".

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Avituallamiento de Setenil. Idea de como son

Aquí sí que había más corredores apelotonados buscando rellenar sus botellas y mojar la gorra. No quise deterneme demasiado tiempo, ya que algunos abusaban y llenaban la mochila de hidratación, dos o tres botellas, la gorra...en fin, entiendo que quieras reponerte, pero el tiempo es oro y hay más marchadores que quieren hacer uso del camión.
En el mismo avituallamiento también me pude hacer con un pedazo de plátano y un buen trago de isotónica. Es muy importante aprovechar cada aprovisionamiento que te ofrezcan. Recuperé un poco el aliento y continué corriendo.
El terreno se volvió algo más llano y pude mantener un buen ritmo de carrera, en torno a los 5:50min/Km. Me dió por girarme y me encontré de nuevo a Héctor de los InstaRunners que venía fresco como una rosa. Fue genial poder hablar un ratillo con él y disfrutar de la compañía. 
Durante unos 3 kilómetros fuimos charlando pero corriendo a un ritmo vivo. Él iría mucho mejor que yo, y su plan de llegar hasta el KM60 corriendo difería bastante de mis planes de "sobrevivir". Sólo me quedó desearle buena suerte y me despedí viendo como se alejaba a buen ritmo.
En el A3 de Navetas vuelvo a rellenar la botella de agua y a tomar algo de fruta. Quiero esperar un poco más para tomarme el primer gel de NutriSport, ya que me encuentro bien aunque la cabeza empieza a molestarme. Empiezo a preocuparme por una posible lipotimia o por deshidratación.
Creo recordar que este es un avituallamiento situado dentro de una instalación militar. Estuvo muy bien porque los legionarios dispusieron los primeros grifos para rellenar agua y grifos para beber "a secas". Además había una gran carpa central donde me amparé en su sombra para prepararme la primera botella de agua con una pastilla de sales Isostar. No quiero calambres en los 101.
Un poco más adelante, me encuentro con Alfonso (estuvo conmigo en el I Trail Solidario Coria El Rocío). Participaba como marchador en grupo e iba bastante bien, aunque tras despedirme, vi que el grupo en general llevaba un ritmo endiablado.
De nuevo orino sin problemas y veo que el color es algo más amarillo. Decido aumentar la ingesta de agua cada menos tiempo y tomármelo con más calma. Apenas van 15 kilómetros y queda mucho por delante. La botella con sales comienza a hacer sus efectos y me siento mejor.
Seguimos subiendo en la búsqueda del A4 (Circuito de Ascari). En algún punto, llegamos a una zona donde los corredores vamos en una paralela por donde pasan los marchadores más rápidos. Además, es una zona donde los familiares pueden ir a animar, por lo que hay público.
Por nuestro lado, pasan algunos de esos marchadores "sacados de otro planeta". La mayoría van corriendo como si se tratase de un 10K, algunos sin mochila de hidratación, sin cinturón e incluso sólo con una botella de agua en sus manos. Impresionante.
Casi sin darme cuenta, llego al bendito A5 (Navetas nueva). Creo recordar que eran casi las 14 de la tarde y ya tocaba echarse algo de comer a la boca. En ese avituallamiento, situado entre pinares, había varios corredores sentados tomándose el rancho tranquilamente.
Yo tomé algo de agua, rellené la botella, pillé el sandwich de jamón york y queso junto al donut que te daban y seguí adelante. No quería perder un sólo segundo en relajarme y tener que volver a recuperar el ritmo. Además, Marta me llamó para decirme que me esperaba en Arriate.
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Sin pena ni gloria en pocos kilómetros llegamos al A6 (Parchite). De nuevo un pequeño embudo de corredores dispuestos a rellenar sus reservas. Me volví a mojar la gorra, la botella de agua y continué. Cada vez hacía más calor y la cabeza no paraba de molestarme.
A pocos metros del avituallamiento, comenzaron los indicios de mi tortura personal: las bajadas. Sin previo aviso, se nos puso por delante un desnivel negativo que nos llevaría varios kilómetros bajando sin parar. Muchos corredores iban corriendo, pero cuando yo lo intentaba sentía una tremenda molestia en la musculatura anterior de la pierna. Horrible.
Los 101 Kilómetros de Ronda 2015. Dureza

Empecé a sentir ciertas molestias en los pies, estaban secos y sentía un pequeño acolchamiento en la parte central de la planta. Pero seguí adelante sin darle demasiada importancia. Los corredores me seguían adelantando sin parar. O yo era muy lento, o todos eran muy rápidos.
No me sentía del todo bien. Entré en Arriate y me dejé llevar por los ánimos de los pueblerinos. En la mitad del pueblo, me esperaba Marta dispuesta a echarme fotos y a darme lo que necesitase. Sin dudarlo me eché a un lado y me senté en unos banquitos dispuestos junto a un pequeño mirador.
Una amable señora me proporcionó toallitas con las que limpié todo mi cuerpo y volví a aplicarme con tranquilidad el protector solar (por tercera vez, en Navetas también lo hice). Le pedí a Marta que me ayudase y volví a prepararme otra botella de sales. La necesitaba.
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En ese trajín de repente la multitud se volvió loca. A grito "pelao" se escuchaba un nombre: ¡Super Paco, Super Paco!. Efectivamente, fue un visto y no visto. Un señor como "vestido de agricultor" pasó por la carretera junto al resto de marchadores corriendo como el viento.
Le dije a Marta que se fuera tras él a echarle una foto, pero no fue capaz de pillarle. Vaya con Super Paco. Volví a colocarme la mochila, le dejé la basurilla a Marta (incluido el envase de un gel que tomé unos kilómetros antes) y proseguí mi camino. Llevaba 30 Kilómetros.
De nuevo el recorrido se puso muy jodido. Todo cuesta arriba. Pero...¡me encontré a Super Paco! Iba en el horizonte, afrontando la cuesta con mucha fuerza, pero muy poco a poco. Me puse a su lado y le ofrecí frutos secos. Me dijo que no, y que si yo quería ¡PAN! No pude contener una sonrisa y le agradecí mucho su ofrecimiento pero decliné amablemente de comer pan seco.
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Durante un par de kilómetros fui junto a Super Paco. A poco de llegar a A7 (Cortijo Marqués) se situó otro corredor a su lado, se presentó como el presidente de un club de atletismo y le consultó a Francisco que si quería venir a la comida de celebración del club. Que le invitaba a él y a toda su familia. Super Paco lo afrontó como lo más normal del mundo, y le comentó que tendría que hablarlo con su hijo, pero que sin problemas. ¡Este hombre está acostumbrado a la fama!
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Seguimos un buen rato a la par. Me volví a tomar isotónica, sales y agua, mucha agua. Las ganas de orinar seguían apareciendo cada cierto tiempo, y el color siempre estaba clarito. Estaba haciendo un grandísimo trabajo a nivel de hidratación. La cabeza dejó de dolerme.
Unos minutos más tarde de pasar el A7, detecté lo que me estaba ocurriendo en los pies. No lo podía creer: ampollas. Además, no eran precisamente pequeñas. Con cada paso sentía que se iba rellenando cada una de ellas con el líquido que exudaban. Y empezaban a doler. No sabía cuanto aguantaría.
Seguimos subiendo sin parar. Estábamos afrontando uno de los puntos más altos de la carrera y era muy duro. Con cada curva, con cada bifurcación, me preguntaba cuando cojones llegaríamos a la puñetera cima de la montaña. Aquello no parecía tener fin.
Fue muy agónico no para de subir durante tanto tiempo. El dolor de cabeza volvió y el dolor de las ampollas iba a peor. Kilómetro 36 A8 Cortijo del Polear. Estaba hecho polvo. Aquí de nuevo Super Paco volvió a protagonizar algo que me pareció curioso.
Había cierta cola para poder rellenar las botellas. Pero Paco llegó muy tranquilo, echó un ojo a la cola y poco a poco se fue yendo hacia la parte delantera. Miró hacia atrás, se rió, y se puso delante de todos nosotros. El resto de corredores se lo tomó con filosofía. Algunos incluso le gritaban "Cuélate Paco, que grande eres!. Fue peculiar. Muchos legionarios le trataban como un auténtico señor (es normal) y le reconocían como si fuera un familiar propio. Grande Super Paco.
En el A8 tomé una de las barritas energéticas que ofrecían. Eran las 17-18 de la tarde, y ya iba siendo hora de merendar algo. Un poco más adelante no lo dudé, me senté a la sombra de un árbol y me tomé un par de minutos para comerme la barrita y beber bien.
No estaba parando prácticamente ni un sólo segundo. La adrenalina me mantenía y el dolor en los pies cada vez iba a peor. Necesitaba un respiro. La barrita de NutriSport de plátano estaba de puta madre lujo. Con un poco mejor ánimo, seguí adelante.
Desde A8 hasta A10 (Alcalá del Valle) viví un auténtico calvario. La cabeza empezó a jugarme malas pasadas. Para colmo, el recorrido se tornó en "falso llano" y cuesta abajo. Ver a Marta en una zona donde un camión de bombero nos regó de agua. Me devolvió algo de ánimo, pero no estaba bien. Estaba agonizando literalmente de dolor.
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Las ampollas fueron a peor. Sentí literalmente cómo explotaba la del pie izquierdo. Cómo el calcetin se mojaba y cómo el dolor aumentaba. Era insostenible. Cada pisada era como si te clavaran un cuchillo en los pies. No sabía que hacer. Me quería rendir. No quería seguir.
Conseguí llegar a duras penas a Alcalá del Valle. Eran las 19 aproximadamente. En el pueblo me esperaba Marta. Pasé el punto de control, me aprovisioné en el avituallamiento y me fui directo a abrazarla y a quedarme un rato con ella.
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Estaba hundido. Me senté un momento en su coche. Había conocido a una chica cuyo marido también iba en la carrera. Me sugirió la posibilidad de correr conmigo los últimos 30 kilómtros (no pasaría). Teniendo en cuenta que mi estado de hidratación era lo mejor que estaba en mi organismo, decidí tomarme un ibuprofeno.
Necesitaba anestesiar un poco el terrible dolor de los pies y la tendinitis que comenzaba a aparecerme en la rodilla izquierda. Necesitaba llegar a Setenil. Sino hubiera estado bien hidratado, o no lo hubiera requerido...no lo hubiera tomado. Reitero el peligro de tomar ibuprofeno en los 101.
De forma agónica me levanté y seguí adelante. Subimos una cuesta imposible, donde encontré a un corredor parado sufriendo calambres. Le ofrecí una pastilla de potasio que me agradeció como si le hubiera regalado un billete de 500 euros. Seguí adelante.
Pequeñas subidas y enormes bajadas. Cada vez estaba peor. Mis padres me llamaban, Marta me llamaba y no podía mentirles: no estaba bien. En mi cabeza una motivación: llegar a Setenil y ver si seguiría o no. El dolor era insoportable.
Durante un tiempo intenté usar música para que mis neuronas se entretuviesen con otra cosa. Funcionó un rato breve. El cielo cada vez se oscurecía más y más. El sol ya no molestaba. Llegaría tal y como predije, sobre las 21 a Setenil. Pese a todo, iba en buen camino.
Los 101 Kilómetros de Ronda 2015. Dureza

La última bajada fue criminal. Cruzamos un pequeño puente, atravesamos unas zonas preciosas en los alrededores del pueblo y accedimos en su interior. Antes de llegar a la zona céntrica, un camión militar iba a la par mía colocando tubitos luminiscentes para indicar el camino a los rezagados. Me hice unas fotos para mis padres, intentando parecer estar bien.
Pasé bajo la roca viva de la montaña, la típica donde la gente se echa fotos y por fin llegué al centro de Setenil. Allí estaba Marta, esperándome con una gran sonrisa y con un público espectacular que nos animaba y jaleaba sin parar. Lamento mi cara en ese momento, pero mi estado físico hacía que me la "sudase" todo. Sólo quería llegar. No me sentía nada animado.
Poco a poco, Marta me fue acompañando hasta el A12 (ecuador de la carrera). Andaba como si estuviera cojo. Como si estuviese andando sobre cuchillas afiladas. Sufriendo como un cabrón, llegué a la zona habilitada para el avituallamiento de Setenil. Accedí a él y respiré hondo...
Había llegado. Pero en mi cabeza sólo resonaba una única pregunta: ¿Y ahora...que?


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