Revista En Femenino

Los abuelos ya no son de cuentos

Por Tenemostetas
Por Ileana Medina Hernández
El abuelo dice a la madre: 
-Esta niña está "muy malcriada" ¡siempre hace lo que quiere!
La madre se queda en silencio. No sabe a qué se refiere. ¿Será porque -a veces- la niña se viste a su manera? ¿Será porque come sólo lo que le gusta, arroz y tortilla con las manos? ¿O será porque otra vez hoy se ha quedado mucho rato jugando con la espuma en la bañera? ¿Será porque anda sin zapatos, desnuda por la casa, porque salta y se ríe sin parar?... 
¿O será porque se niega a darle besos cada vez que él -pesada y repetidamente- le pide que se los dé?
El abuelo apenas le habla a la niña. Cuando va a verle, solo le mendiga unos besos que de ningún modo se ha ganado. "Mamá, el abuelo siempre me pide besos, y yo no quiero decepcionarlo, pero..." dice la niña suspicaz y deja la frase en el aire. Al final, a veces acaba cediendo, para no escucharlo más. 
La madre se queda en silencio, no atina bien qué responder, para no faltar el respeto. El tío -hijo del abuelo- por allá también vocifera: "es que no hace caso a nadie". Y le impide meter las manos en la tarta de chocolate. 
Mamá se queda triste, buscando las palabras adecuadas... 
El abuelo, cuando se pone nostálgico, le da siempre por decir que él fue la oveja negra de la familia, que cuando él nació, como era el tercer varón, su madre dijo "echénlo a la basura". Y cada vez que lo cuenta todo el mundo ríe lo que parece una broma. 
El tío, el tío es médico y es el orgullo familiar. Pero su madre, la abuela, también cuenta que cuando pequeño era "muy trasto", y que ella lo dejaba horas y horas metido en la cuna y con la puerta cerrada. Y cada vez que lo cuenta todo el mundo ríe lo que parece una broma. 
Los abuelos ya no son de cuentosMamá sabe que no es fácil curarnos las heridas. Lo peor es que a veces ni siquiera sabemos que las heridas nos sangran por dentro. Pero tampoco podemos dejar que las llagas sigan pasando de una generación a otra. 
La niña sale corriendo al jardín, y se pone a recoger pétalos de rosa caídos en el suelo: "Mamá, mamá, como te he manchado el vestido de mantequilla, estoy recogiendo estos pétalos para hacerte un vestido nuevo". 
Mamá finalmente se llena de valor. Ahora ya sabe lo que tiene responder al abuelo: 
-¿Ha visto usted que la niña haya hecho hasta ahora algún daño a alguien? ¿No hace usted siempre lo que quiere? Yo lo veo a usted hacer siempre su deseo, y por si fuera poco, lleva 50 años obligando a la abuela a servirle cada día, a vivir complaciéndole su santa voluntad. Va a ser que está usted "un poquito malcriado".
(Banda sonora: Romance de la niña mala. )


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