Revista Comunicación

Los amagos de Arizaga

Publicado el 19 marzo 2010 por Jackdaniels
Si Arizaga, ese hombre, tuviera un ápice de dignidad, se marcharía si volver la vista atrás.
Es lo que suelen hacer los buenos profesionales, los de prestigio y curriculum quijotesco, cuando sus directrices son saltadas a la torera por quien los pone en el cargo; cogen la maleta y se marchan con la música a otra parte, sabedores de que con su hoja de servicios no tardarán en llegar nuevas e interesantes ofertas.
Es lo que hizo en su día el que fuera gerente de la empresa que hoy dirige Arizaga, ese hombre, Teófilo Serrano Beltrán, cuando se percató de que no le iban a permitir hacer lo que él consideraba necesario para una gestión racional de Tussam.
Está claro que Arizaga, ese hombre, no es Teófilo Serrano Beltrán, ni de lejos. Tal vez por ello no se marchará, como aconseja el más común de los sentidos, después que el alcalde se haya comprometído a mantener los puestos de trabajo de los ciento cuarenta eventuales que él pretende echar a la calle. Y también porque Arizaga, ese hombre, es de los que hay que echar contra su voluntad.
Ése debe ser el motivo de que permanezca estancado en el amago indefinidamente sin que acabe apareciendo nunca el golpe por ninguna parte. Ni de coña. Que uno puede ser todo lo mal gerente que se quiera, pero no carajote.
Esto explica su aventura del otro día, cuando acudió a una reunión en el ayuntamiento y amenazó con irse, incluso elevando la voz de manera que era audible desde los pasillos exteriores, pero sin cumplir después, de forma que la amenaza quedó disuelta en el aire como las brumas de una mañana primaveral. No es la primera vez, y creo que tampoco será la última, que le veo hacer lo mismo.
Entre otras cosas, porque si se va no ve un sólo euro de la liquidación de su pingüe contrato de presidente de gobierno sin Estado. Y la cosa no está como para regalar ganancias, ni para hacer el capullo de manera tan solemne.
Así que Arizaga, ese hombre, continuará ad infinitum con su estrategia de señalar el desmarque para después continuar en el mismo sitio de siempre, como los malos delanteros, inamovible como las estatuas de los leones del Congreso.
Que la pasta siempre es la pasta, y aquí hay mucha en juego, y la dignidad tiene la consulta prevista para otro día.

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