Revista Cultura y Ocio

Los andantes, por Federico Guzmán Rubio

Publicado el 11 septiembre 2011 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Los andantes, por Federico Guzmán RubioEditorial Lengua de Trapo. 253 páginas. 1ª edición de 2010.
Con este libro, Los andantes, Federico Guzmán Rubio (México DF, 1977) ganó en enero de 2010 el VIII Premio de Narrativa Caja Madrid, para escritores en lengua castellana, residentes en España y menores de 35 años. Estuve pendiente del fallo, porque yo también participaba en ese premio (y, dada mi fecha de nacimiento, era el último año que podía hacerlo). Cuando apareció el libro, en marzo de 2010, lo hojeé, leí algunas páginas y pensé en comprarlo. Pero al final no lo hice por el siguiente motivo: llevo unos años intentando no sucumbir a la lectura competitiva; es decir, leer un libro de un autor joven con el afán de compararlo con lo que yo escribo, o en este caso con el libro que yo presenté al premio citado. Intento dedicar mi tiempo a una lectura puramente de disfrute.
Al final sí he leído Los andantes, debido a que hace unos meses tuve la oportunidad de conocer a su autor, con el que he mantenido alguna interesante conversación sobre literatura, y acabamos intercambiando mis Acantilados de Howth por sus Andantes. Y, si he de hacer un comentario comparativo entre este último y el libro que yo envié al premio (sin conocer ninguno de los demás presentados), Los andantes es un ganador más que meritorio, puesto que Federico Guzmán Rubio, con 32 años camino de los 33 a la hora del fallo, presenta una madurez narrativa y un control de muy diversos recursos técnicos encomiables.
Los andantes se divide en cuatro partes, que a su vez se descomponen en cuatro cuentos o capítulos (y en un caso en tres), y digo cuentos o capítulos porque ya la contraportada nos advierte de que “El lector decidirá si lee este libro como un conjunto de cuentos hilvanados o una novela disgregada”. Yo elegí la primera opción, y así en la primera parte conocemos al personaje de Jesús, un mexicano que durante los últimos 10 años ha estado trabajando en Estados Unidos y regresa ahora a su país con el deseo de encontrar a una antigua novia, Josefina; a buscarla parece dedicarse en los dos primeros cuentos. Y en el tercero nos topamos con el primer cráter narrativo que Guzmán Rubio nos propone en este libro; el protagonista vuelve a ser Jesús, pero ahora la acción se sitúa en Estados Unidos y parece ser que Josefina emigró en un primer momento con él y viven juntos. En este tercer cuento, Las mañanitas, se plantea una vida alternativa para Jesús si hubiese tomado sus decisiones en el pasado de otra manera, si su identidad se hubiese formando de otra manera. Y éste parece ser el hilo conductor que hilvana todos los cuentos del libro: la formación de la identidad, la aceptación de una de ellas, el deseo de trastocarla mediante el viaje, el cambio de trabajo, de pareja... Así, en el segundo cuento, La buena suerte, Jesús visita en México un burdel donde le pueden ofrecer el siguiente servicio: una prostituta caracterizada como su antigua novia Josefina, pero tal y como era cuando la dejó 10 años atrás.
En la segunda parte, también nos encontramos con el juego de los cambios de identidad en el primer cuento, Los mil rostros del amor, donde dos mexicanos que trabajan en Londres ayudan a su jefe a reconquistar a su mujer disfrazándole con diversas identidades, de luchador mexicano, de intelectual hispanoamericano, de bombero… En este cuento, como en muchos otros, una intención cómica o paródica domina la composición, que acaba pudiéndose leer como un cuento neofantástico de baja intensidad, al hacernos tomar como real la situación aparentemente disparatada que plantea.En el tercer cuento de esta parte, La mano de Dios, se introduce un nuevo recurso técnico: en vez de estar narrado en primera persona, como hasta ahora, lo está en la primera persona del plural, y la localización vuelve a ser nueva, ahora nos encontramos en el norte de África. Y en el segundo, La mano de Dios, el escenario es un aeropuerto, donde el protagonista de esta segunda parte sufre un retraso y escucha el discurso que le hace un compañero de vuelo, que dice ser el árbitro del famoso partido Argentina-Inglaterra del Mundial del 86, en el que Maradona consiguió marcar sus dos goles míticos. Un compañero de vuelo que puede no ser quien dice ser, que puede estar de nuevo jugando al trastoque de identidades.
La tercera parte también se acerca a eso que he llamado, por no saber de qué otra forma hacerlo, cuento neofantástico de baja intensidad. Aquí se nos presenta a otro hombre joven mexicano que vive con una mujer francesa en la ciudad de Lyon. Esta mujer desea cumplir cada día con una misma rutina y no admite alteraciones en los elementos de su casa. El hombre mexicano se empezará a preguntar por su función en ese orden de cosas inamovible, qué representa él en ese contexto. Las respuestas las encontrará en los diarios que la mujer escribe y que le ha pedido que no lea. Esta tercera parte es la más hilvanada del libro y la de estructura más lineal. En el último cuento la lectura del diario de ella nos acerca -haciendo uso Guzmán Rubio de un nuevo recurso- al relato erótico.
En la cuarta parte se ensayan nuevos recursos narrativos, y así, el segundo relato, Para eso están los amigos, se construye con los diálogos que tres amigos intercambian en un bar de México, y el autor nos muestra aquí todo un despliegue de lenguaje coloquial mexicano. Uno de los personajes se inventa una identidad, la del conquistador maduro de una joven italiana con la que se ha encontrado, en un viaje de negocios, en su hotel de Bruselas. Por la descripción hecha, esta mujer parece ser la de la tercera parte, que en el tercer cuento de esa sección del libro ha viajado a Bruselas. El encuentro con la supuesta joven italiana (que el lector sabe que es francesa), descrito a los amigos, es falso. Este hombre ya ha desarrollado esta historia falsa en el anterior cuento, al contársela a un camarero de Bruselas que supuestamente, también, vivió en México en el pasado. En el tercer cuento de esta parte, El otro hombre, se propone directamente el intercambio de identidades entre un mexicano que sueña con ser turco, y viceversa, en un juego muy a lo Julio Cortázar.En el cuarto cuento, Nombre de guerra, el juego de elementos desarrollados en Los andantes se cierra, y el protagonista de esta sección tiene un encuentro sexual con una prostituta que parece ser la misma Josefina de la primera parte, pero en la versión en la que emigró a Estados Unidos con Jesús. Y también se desmiente el final que según sabemos tuvo el protagonista de la segunda parte.
La prosa desarrollada por Federico Guzmán Rubio en este libro, como ya he dicho, muestra una gran variación de recursos y registros. Y Los andantes es un libro que podría leerse como una novela fantástica (Jesús viajó a Estados Unidos con Josefina, Jesús no viajó a Estados Unidos con Josefina), y que observados uno por uno cada cuento sería realista. Pero no absolutamente realista, o al menos así me lo han parecido los juegos paródicos propuestos, a lo Julio Cortázar (como ese cuento de los disfraces citado) y que he llamado cuento neofantástico de baja intensidad. Y, a veces, la prosa se expande hasta  la reflexión borgiana, como en el siguiente párrafo: “También me alteraba que la escritura sugiera la posibilidad de que fuera viable concebir un día como una unidad casi indivisible o como un conjunto de fragmentos infinito; sé que se trata de una obviedad física, pero me intrigaban las consecuencias que esto pudiera tener en la vida y por lo tanto en la escritura, o viceversa” (pag. 148-149).
Los andantes me ha parecido un libro arriesgado, innovador en su juego de relatos cruzados que se complementan -o bien se niegan- en otros; en el que Federico Guzmán Rubio ha desplegado un medido elenco de recursos narrativos y de registros literarios, y que dada su juventud me hace pensar que tiene un gran mundo literario que desarrollar. Sé que Federico está ultimando ahora una novela, cuyo argumento realmente promete. Esperemos verla pronto publicada.

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