Revista Opinión

Los asesinos

Publicado el 15 enero 2013 por Romanas
Los asesinos     Claudia Auditore es iniciada en la orden de los Asesinos  Asesinos son los que dan muerte a otros con premeditación y alevosía y ésta significa utilizar medios en la comisión del acto que impidan cualquier defensa por parte del ofendido.  Muerte, fin de la vida, vida, existencia normal con todos los atributos de un ser vivo.  Uno se ha pasado 60 años de su vida trabajando en 5 sitios simultáneamente y ahorrando ferozmente cada céntimo para, ahora, poder vivir decentemente.  Y esta gentuza ha puesto al frente del Banco de España a un señor que ha asesinado los tipos, es decir que, a partir de ahora, ningún Banco podrá retribuir el rendimiento de mis ahorros más allá de un 2 por ciento, lo que detrayéndoles impuestos, significa que no cobras nada.  Es decir que este canalla ha surgido de las entrañas del infierno para dar el golpe de gracia a los pequeños ahorradores que ahora no tendremos más remedio que invertir en deuda pública, exponiéndote a perderlo todo definitivamente, pero eso, sí, financiándoles todas esas locuras que ellos hacen con sus canallescas inversiones. Aves que no transportan viajeros y aeropuertos sin aeronaves, pero eso, sí, todo a mayor gloria de Dios, o sea, de ellos mismos, con estatuas conmemorativas de sus pavorosas efigies de mafiosos trileros a los que, todos los años, les toca la lotería para que puedan justificar sus extraordinarios ingresos.  Y la consigna ya nos la dio la hija del homenajeado gritándole a los pobres y hambrientos: “que se jodan, coño, que se jodan”, y nadie lo sabe mejor que ella porque ahora ha salido a la luz que su marido privatizó los análisis clínicos, en la Comunidad de Madrid, mientras con la otra mano creaba una empresa para que los realizara con exclusividad, o sea, aquello de Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como, o sea que ahora en la capital de España, hacerse un análisis de sangre costará un ojo de la cara mientras que al que los realiza le pagarán cuatro perras, o sea que todo se queda en casa, como debe de ser, dirán.  Y para que nadie proteste no es ya sólo que los delegados del gobierno van a prohibir las manifestaciones, sino que un ministro se ha propuesto acabar, asesinar, a la enseñanza pública, sí, ésa que se impartía en algunas escuelas, cuyo suelo, y no es ni mucho menos una metáfora, ha comenzado a hundirse, precisamente en el Reino de nuestro presidente, porque para ellas no hay dinero que tiene que ir íntegramente a enriquecer la enseñanza privada que para eso es la de ellos, de modo que así, quién va a protestar si no serán ya capaces de encontrar motivos para hacerlo. Y este tipo es todavía más cruel aún, peor asesino, puesto que ha cerrado los comedores escolares para que se mueran de hambre los que han tenido la desgracia de nacer fuera de su círculo.  Y, como todo esto, con arreglo a ese panfleto de Constitución, podría reclamarse ante los tribunales, el peor de todos, al que alguien ha llamado El Faraón, ha cerrado a cal y canto el acceso a ellos.  A partir de ahora, poner un pleito, costará millones, de manera que ahora sólo podrán pleitear los millonarios, es otra de las maneras de matar, impedir que la justicia actúe contra los criminales.  Pero, sobre todos ellos, reinando majestuoso, el teorizador de la desigualdad, el tío que dice que la igualdad es el pecado nefando porque suprime el estímulo: si el hubiera sabido que iba a ser igual que cualquier otro hijo de vecino, no se hubiera hecho registrador, que es un tipo que cobra millones por lo que no se debería de cobrar: por escribir en unos grandes libros que tu casa es tuya, que tú has nacido en un determinado sitio un día cualquiera y que tus padres se han muerto de manera que ya puedes heredarles cuando quieras si es que hay algo que heredar, que ellos sí que lo tienen pero nosotros, no, porque para eso ellos nos han hecho tan desiguales.  Y, para reclamar, ya lo hemos dicho, acudan ustedes al maestro armero, que a los tribunales, ni hablar.  O sea que, en España, están muriendo de mala manera todos los derechos. Por eso, al principio, hablábamos de asesinos.

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