Revista Cultura y Ocio

Los buenos amigos. Use Lahoz

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Los buenos amigos. Use Lahoz
     "Decía el tío Benigno que el único requisito para ser admitido en el orfanato de Barcelona era llevar tres o cuatro mudas, cubiertos de alpaca y un colchón. Hacía un mes que lo repetía cada noche mientras devoraba la cena, entre tragos de vino y quejas, pringando el porrón con las manos grasientas; y también antes de acostarse, cuando susurraba a solas buscando la cama, ya con el pijama puesto y su mujer acostada."
     Siempre tienen algo de encantador las llamadas historias de vida, en las que acompañamos a un personaje durante tiempo, hasta encariñarnos. Y eso es lo que prometía la nueva novela de Use Lahoz y es por eso también, que hoy traigo a mi estantería virtual, Los buenos amigos.
     Conocemos a Sixto Baladia con ocho años. Tiene una hermana llamada abril de seis meses y vive en el pueblo, una zona sin demasiadas comodidades, pero con amigos y una extensa familia. Una fatídica noche su vida cambia cuando un incendio le arrebata a sus padres, le separa de su hermana y, tras pasar un tiempo en casa de su tío, terminar por enviarle a un orfanato. Allí conoce a Vicente, un chico mayor que recibe el encargo de ayudarle y que terminaría por convertirse en, más que un amigo, un hermano. Conoceremos de este modo su estancia en el hospicio y su vida al salir del él, con sus altos y sus bajos, sus amores y sus desventuras, y también las de ese hermano que la vida le puso a su lado.
     La primera sensación que uno tiene al comenzar a leer esta novela, es la de estar ante un novelón. Un narrador omnisciente nos revelará la vida de este niño durante cincuenta años y setecientas páginas, y también el de su círculo más cercano, separándose de Sixto tan solo para acompañar a Vicente. De este modo nos dará un fiel reflejo de la España de otras épocas, de un pasado no tan lejano en el que Barcelona sigue siendo reconocible y las clases sociales estaban separadas por, más que una línea, una frontera que muchos se empeñaban en traspasar. Sixto se convierte en esta época en un hombre que se levanta a sí mismo, tal vez movido por la ambición o por la necesidad de salir, se descubre como un superviviente, que lejos de quedarse quieto, mira siempre un poco más allá, pero sin darse cuenta de que tal vez esté cayendo en los errores que él mismo, precisamente por su origen, hubiera debido recriminar. Y junto a él Vicente, el candor la inocencia y también el amigo que le apoya, amigos que cambian con el tiempo y que terminan por separarse. Y por supuesto, secretos. Porque si algo acumulamos las personas a lo largo de nuestra vida, son secretos. Secretos sobre lo que hicimos o sobre lo que nos hicieron, y esos secretos, muchas veces serán los que marquen nuestro carácter y nuestras decisiones sin saberlos. Porque si algo tienen los secretos, es que lo son para los demás, pero su custodio pocas veces consigue olvidarse de ellos.
     Seguir las vidas de Sixto y Vicente de mano de Lahoz se convierte en una experiencia interesante, cosa que consigue con una trama bien urdida y llena de los pequeños detalles y miserias de la vida cotidiana. Esto convierte a Los buenos amigos en una novela redonda que es fácil de leer y más aún de disfrutar, acercándose al concepto que antes citaba de novelón, no como algo peyorativo, sino como adjetivo a la hora de calificar un libro.
     Los buenos amigos es una novela solvente y cuidada plagada de personajes ajados por la vida, más que por el tiempo, pobres diablos en su mayoría que se levantan una y otra vez buscando esa meta que un día se marcaron y en cuyo empeño serán capaces de dejarse la vida. En sus páginas se palma ese realismo descarnado que convierte un libro en una experiencia visual mientras pasamos en transporte público por las calles de Barcelona, o nos acercamos por un momento a las grandezas de un hotel que sigue existiendo hoy en día. Una historia que merece la pena ser leída, y una voz la de Use, que se va posicionando cada vez con más fuerza, en el panorama literario nacional. Leamos a Use Lahoz.
     Estoy por asegurar que muchos de vosotros, cuando he dicho setecientas páginas, habéis sopesado si realmente merecía la pena un libro así de extenso (y eso que llevamos una temporada en la que los libros que copan las mesas de novedades tienen un grosor considerable). Y es que, lo digamos o no, miramos el canto de los libros y no solo para leer el título en el lomo. Así que decidme, ¿es para vosotros importante el grosor de un libro a la hora de decidir una lectura?
     Gracias.

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