Revista Cultura y Ocio
Pensaba hace algunos momentos en qué escribir en el día de hoy. Me había propuesto escribir alguna cosa, crear algún pequeño texto. Me lo impongo porque soy sumamente vago y necesito obligarme a sentarme en la silla frente al ordenador y estrujar unos momentos la mente. Inicialmente pareces estar vacío, piensas que te repetirás sin remedio; pero al cabo de algunos minutos alguna sensación, alguna idea, vendrá en tu ayuda y comenzarás a teclear con rapidez antes de que se te escapen esos pensamientos que, por momentos, se te amontonan en la cabeza.
En este caso he decidido escribir unas líneas sobre mi desdén por el fútbol: fue un buen deporte mientras lo jugué, de infancia a juventud; resultó entretenido verlo desde el sofá al llegar a la relajación de la madurez; pero me resulta ahora completamente indiferente, si acaso con un punto de desprecio. Porque en este circo mediático, los payasos ejecutan sin gracia su numerito sobre sus propios egos; los dignos patriotas de cada club hacen promesas de fidelidad que romperán enseguida; los espectadores pontifican sobre aspectos técnicos ("para entrenador, al igual que para maestro, vale cualquiera"); los asalariados del balón cobrarán sumas inconcebibles (y les parecerá poco); los aficionados (mercenarios de los sentimientos) supeditarán su estado de ánimo a los resultados de su equipo...
Quizá mi actitud tenga que ver con que en este momento dos tercios de la vecindad están reclinados en sus sofás viendo entusiasmados el partido de semifinales de la Copa de Europa del Madrid contra el Inter: "La gente mira a la hormiga y se pierde el eclipse" que dice un refrán chino; resulta que nos interesamos extraordinariamente por ver cómo unos privilegiados dan patadas a una pequeña esfera sin pensar que otros privilegiados, más peligrosos, pelotean sin compasión con otra esfera mucho más grande en la que vivimos. En ambos casos nos manipulan a base de puntapiés ¿Es que no os dais cuenta?