Revista Ciencia

Los infiernos de la depresión

Publicado el 23 enero 2015 por Rafael García Del Valle @erraticario
<img src="//i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/plugins/send-to-kindle/media/white-15.png" alt="" title="" width="" height="" data-recalc-dims="1">Send to Kindle<img src="data:image/gif;base64,R0lGODlhAQABAIAAAAAAAAAAACH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAICRAEAOw==" data-lazy-original="http://i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/uploads/2015/01/Eye-hole-s.jpg?resize=474%2C315" alt="Eye hole s" title="" data-recalc-dims="1"><noscript><img src="//i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/uploads/2015/01/Eye-hole-s.jpg?resize=474%2C315" alt="Eye hole s" title="" data-recalc-dims="1">Hay un libro titulado M&#237;stica y depresi&#243;n: San Juan de la Cruz (1997), en el que el psiquiatra Francisco Javier &#193;lvarez Rodr&#237;guez estudia la posibilidad de que la experiencia m&#237;stica guarde relaci&#243;n con la depresi&#243;n end&#243;gena.La vida y obra de los grandes m&#237;sticos cristianos, explica el autor, presenta los rasgos propios de una personalidad melanc&#243;lica, que es precisamente la personalidad que la antig&#252;edad asocia con el sabio y que los humanistas del Renacimiento establecen como propicia para el contacto con realidades superiores.Hay una diferencia fundamental entre la interpretaci&#243;n que de la melancol&#237;a hacen estos autores y la que de la depresi&#243;n end&#243;gena, su alter ego contempor&#225;neo, hace la psiquiatr&#237;a moderna. En palabras de &#193;lvarez Rodr&#237;guez:La sintomatolog&#237;a de este proceso morboso parece cobrar all&#237; un valor del que carece m&#233;dicamente, y tal vez quepa extraer alguna ense&#241;anza de ese diferente enfoque. No se trata de hacer un canto generalizado y f&#225;cil del sufrimiento de la noche o de la depresi&#243;n. La traves&#237;a del desierto m&#237;stico no parece cosa de muchos. [&#8230;] Ahora bien, nos parece importante y necesario resaltar el hecho de que la M&#237;stica, a diferencia de la Psiquiatr&#237;a, consigue darle un sentido al dolor de la noche.Y m&#225;s adelante:&#8230;la paradoja tremenda de la que es testigo el psiquiatra con frecuencia: pacientes que por sus convicciones religiosas, no s&#243;lo estar&#237;an dispuestos a soportar las penas de la &#8220;noche oscura&#8221;, sino incluso deseosos de pasar por ellas, sin embargo no aceptan la m&#225;s m&#237;nima posibilidad de que los sufrimientos por los que est&#225;n atravesando en esos momentos de su vida puedan ser etiquetados como una depresi&#243;n. No quieren ni o&#237;r esa palabra.El t&#233;rmino &#8220;depresi&#243;n&#8221; procede de la ciencia del siglo XVIII y resume una visi&#243;n mecanicista del ser humano, donde el cerebro es una m&#225;quina con unos niveles considerados normales a los que conviene ajustarla para su correcto funcionamiento. Cita &#193;lvarez a otro psiquiatra, Juan Jos&#233; L&#243;pez-Ibor Ali&#241;o, quien explica el pensamiento de la &#233;poca:El enfermo deprimido ser&#237;a como una locomotora cuya caldera no alcanza una presi&#243;n de vapor suficiente.El siglo XIX sustituye definitivamente el concepto de melancol&#237;a por el de depresi&#243;n, y a partir de aqu&#237; desaparece toda posibilidad de sentido a un estado de ser que, hoy en d&#237;a, es tratado como lacra social.La depresi&#243;n end&#243;gena, a diferencia de otras formas pasajeras, tiene su origen en el interior del individuo, ajena al cambio de circunstancias que pudieran ayudar a mejorar el &#225;nimo; es un sufrimiento constante con periodos de mayor y menor intensidad, pero que siempre est&#225; presente, pues tiene un contenido moral que es innato al individuo: junto a la tristeza y la ralentizaci&#243;n de las funciones ps&#237;quicas que cualquiera puede observar desde fuera, hay un importante contenido moral que es el que va destruyendo poco a poco a la persona:La tristeza constituye el primer rasgo definidor de la depresi&#243;n. Ahora bien, casi siempre, m&#225;s que de una verdadera tristeza se trata de una par&#225;lisis de la afectividad que se traduce en una incapacidad para responder afectivamente de forma apropiada a las diversas situaciones ambientales: el enfermo no es capaz de reaccionar con el afecto adecuado a las distintas solicitaciones del ambiente y, as&#237;, se queja de no poder entristecerse cuando le comunican la muerte de un ser querido o sufre amargamente por no sentir ya cari&#241;o por sus hijos o, m&#225;s superficialmente, por no ser capaz de disfrutar con lo que antes le entreten&#237;a.De aqu&#237;, de la incapacidad para expresar correctamente las emociones y de la imposibilidad de experimentar gozo por la vida, el individuo se siente culpable frente a quienes le rodean, se infravalora por ello, se a&#237;sla y entra en un proceso progresivo de autodestrucci&#243;n.Seg&#250;n L&#243;pez-Ibor Ali&#241;o:Los s&#237;ntomas que caracterizan mejor el grupo end&#243;geno son la inhibici&#243;n, la falta de reacci&#243;n emocional, la gravedad del humor depresivo, la p&#233;rdida de inter&#233;s, el pensamiento delusivo, la cualidad peculiar del estado afectivo, los sentimientos de culpa, el despertar temprano, la dificultad de concentraci&#243;n, el empeoramiento matutino, la incapacidad para llorar y el aislamiento social.Este estado ps&#237;quico tiene sus consecuencias f&#237;sicas: la &#8220;par&#225;lisis de la voluntad&#8221;:&#8230;el enfermo sabe lo que tiene que hacer pero es totalmente incapaz de ponerlo en pr&#225;ctica, y se culpa de ello. As&#237;, aquejado de un cansancio infinito y de una total p&#233;rdida de fuerzas, no es capaz de realizar ya tarea alguna, ni siquiera de atender a sus necesidades m&#225;s personales de aseo y alimentaci&#243;n, y se abandona en una pasividad total que vive con intensa culpa.En su grado m&#225;ximo, se habla de &#8220;estupor melanc&#243;lico&#8221;: el enfermo ya no habla, no se mueve y renuncia a la comida.El proceso pasa por la ralentizaci&#243;n del tiempo interno hasta que se tiene la sensaci&#243;n de que se ha detenido por completo; se entra as&#237; en una especie de eterno presente, donde el futuro ya no existe y, por ello, no hay posibilidad de idear planes. Seg&#250;n el testimonio de un paciente citado en el libro:Ya no siento el paso de un d&#237;a a otro. No tengo la impresi&#243;n de despertarme por la ma&#241;ana. [&#8230;] La &#250;nica sensaci&#243;n que siento por la ma&#241;ana son los ruidos escuchados la v&#237;spera; en consecuencia me encuentro en el mismo plano; siento la angustia de un d&#237;a id&#233;ntico delante de m&#237;. Antes, al despertar, ten&#237;a enseguida la imagen del d&#237;a que iba a comenzar, de lo que iba a hacer durante ese d&#237;a. Ahora ya no tengo esa imagen, no siento que me despierto. Desde la ma&#241;ana, cuando me despierto, mi concepci&#243;n es la de reiniciaci&#243;n de lo eterno.El sufrimiento se hace, por tanto, &#8220;eterno&#8221;. La &#250;nica manera que se concibe para salir de semejante estado sin futuro es la muerte. Seg&#250;n los datos manejados por &#193;lvarez Rodr&#237;guez, el n&#250;mero de suicidios entre los melanc&#243;licos es &#8220;nada menos que unas trescientas veces mayor que en la poblaci&#243;n general&#8221;.En su libro Esa visible oscuridad, el escritor William Styron narra su depresi&#243;n como un proceso an&#225;logo al viaje descrito en la Divina Comedia, cuyos primeros versos describen la crisis inesperada:En medio del camino de nuestra vida me encontr&#233; en un obscuro bosque, ya que la v&#237;a recta estaba perdida.&#161;Ah que decir, cu&#225;n dif&#237;cil era y es este bosque salvaje, &#225;spero y fuerte, que al pensarlo renueva el pavor.Tan amargo, que poco lo es m&#225;s la muerte: pero por tratar del bien que all&#237; encontr&#233;, dir&#233; de las otras cosas que all&#237; he visto.En su intento por salir de la selva, subiendo la ladera de un monte en cuya cumbre se ven los rayos del sol, el poeta se ve obligado a dejar su camino, que es obstruido por las fieras, y adentrarse en el infierno de la mano del fantasma de Virgilio, que acude en su ayuda. En las profundidades que tanto inquietan es donde adquirir&#225; la sabidur&#237;a para salir del abismo y llegar finalmente a la cima.Lo que val&#237;a para una &#233;poca no lo es para otra, y hoy la incomprensi&#243;n hace m&#225;s insoportable el sufrimiento del melanc&#243;lico. Escribe Styron:Al o&#237;r que la perturbaci&#243;n ps&#237;quica de alguien se ha convertido en tormenta &#8211;una aut&#233;ntica tempestad rugiente en el cerebro, que es de hecho a lo que la depresi&#243;n cl&#237;nica se parece m&#225;s que a ninguna otra cosa&#8212; hasta el profano desconocedor del mal mostrar&#237;a compasi&#243;n, en vez de la reacci&#243;n t&#237;pica que la depresi&#243;n suscita, cosas como &#8220;Bueno, &#191;y qu&#233;?&#8221; o &#8220;Ya saldr&#225;s de ella&#8221; o &#8220;Todos tenemos d&#237;as malos&#8221;.Frente al suicidio, que es lo que surge cuando el camino est&#225; obstruido y no aparece la ayuda para encontrar una ruta alternativa, la ignorancia y la incapacidad para la empat&#237;a, surgen inevitablemente no s&#243;lo los comentarios, sino los pensamientos inconscientes en relaci&#243;n a la cobard&#237;a, la debilidad, o incluso el valor entre quienes ven la vida desde una postura rebelde, pero ninguna de tales palabras tiene que ver con lo que ocurre en la mente del melanc&#243;lico en sus momentos finales. Los estigmas son el recurso torpe y desesperado de una sociedad que no sabe enfrentar los asuntos m&#225;s esenciales de la existencia.&#8230;la tortura de la depresi&#243;n grave es totalmente inimaginable para quienes no la hayan sufrido, y en muchos casos mata porque la angustia que produce no puede soportarse un momento m&#225;s [&#8230;] la mayor parte de los afectados sobrevive a la depresi&#243;n, lo que quiz&#225; constituya su &#250;nico aspecto benigno; mas para la tr&#225;gica legi&#243;n de quienes se sienten impulsados a quitarse la vida no debe formularse mayor reproche que para las v&#237;ctimas del c&#225;ncer terminal.Hay un sentimiento b&#225;sico en la melancol&#237;a: la p&#233;rdida. La p&#233;rdida de las condiciones materiales que, cuando la fase es suave, parecen un refugio frente a la &#8220;tempestad rugiente&#8221;, pero que nada pueden cuando el ciclo se torna intenso; ello incluye trabajo, familia, amigos, entretenimientos, etc.El dolor insoportable que nace del antes mencionado eterno presente, sin posibilidad de adivinar la existencia de un futuro, es tambi&#233;n la clave para Styron:En la depresi&#243;n, esta fe en el rescate, en el final restablecimiento, falta por completo. El sufrimiento es inconmovible, y lo que hace intolerable la situaci&#243;n es saber de antemano que no llegar&#225; ning&#250;n remedio: ni en un d&#237;a, una hora, un mes o un minuto. Si se da una ligera mitigaci&#243;n, sabe uno que es s&#243;lo temporal; le seguir&#225; el tormento. [&#8230; no cabe, como en los asuntos normales, cambiarse de una situaci&#243;n enojosa a otra que lo sea menos &#8211;o de la incomodidad a una comodidad relativa, o del aburrimiento a la actividad&#8212;sino moverse de tortura en tortura.Y ello se ve agravado, m&#225;s si cabe, por la actitud social:&#8230;en casi toda otra enfermedad grave, un paciente que experimenta devastaci&#243;n an&#225;loga estar&#225; bien acostado en la cama [&#8230;] en una postura de reposo y en un marco de aislamiento. Sin embargo, el que padece depresi&#243;n no tiene opci&#243;n alguna de este g&#233;nero, y por lo tanto, al igual que un herido de guerra obligado a caminar por su pie, se ve empujado a las m&#225;s intolerables situaciones familiares y sociales. En ellas, pese a la angustia que le devora el cerebro, tiene que poner una cara que no desdiga mucho de lo que se considera concorde con los acontecimientos y actos de sociedad ordinarios. Tiene que procurar dar conversaci&#243;n a la gente, y contestar preguntas, y asentir con la cabeza o fruncir el ce&#241;o en los momentos pertinentes, y, Dios le valga, hasta sonre&#237;r. Pero ya es un suplicio intentar pronunciar unas pocas y simples palabras.Styron pudo salir gracias a la paciencia de su mujer que, cual Beatriz que ordena a Virgilio acudir en ayuda de su amado, vel&#243; por &#233;l en su descenso a los infiernos. Los artistas siempre canalizaron su melancol&#237;a en la expresi&#243;n est&#233;tica, que en el verdadero arte incluye un compromiso moral, una acci&#243;n guiada por un sentido profundo que ayuda a la mente a salir del atolladero; los m&#237;sticos, como sugiere &#193;lvarez Rodr&#237;guez, se sumergen en su infierno particular con sentido y, por tanto, con se&#241;ales que indican su salida.El mundo contempor&#225;neo desprecia el valor terap&#233;utico del sentido en tanto que lo ignora. Aguarda en la selva, con juguetes improvisados, a que las fieras del camino desaparezcan. Como si s&#243;lo fuese un sue&#241;o.</span>

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