Revista Cultura y Ocio

Los libros salvajes

Publicado el 06 octubre 2016 por Elena Rius @riusele
LOS LIBROS SALVAJESCon el otoño, llega una de las citas bibliófilas del año, la "Fira del llibre d'ocasió antic i modern", al Paseo de Gracia de Barcelona. Por más que me haya prometido refrenarme y no añadir aún más libros a las pilas de los que esperan ser leídos, es ineludible que me pase por allí. No es que confíe en encontrar algo concreto -aunque una siempre tiene la esperanza de descubrir inopinadamente aquel libro inencontrable que lleva tanto tiempo persiguiendo-, es más bien un recorrido de orden estético, para deleitarme en volúmenes que seguro no compraría nunca, pero que provocan mi admiración, ya sea por su rareza, por su antigüedad, por su encuadernación; porque rebuscar entre los ejemplares que atestan las paradas me trae continuos recuerdos de libros que he leído, autores tal vez olvidados, temas que despiertan mi curiosidad. Siempre hay gente, jóvenes y viejos, desde estudiantes que buscan una edición barata de los libros que les han recomendado en el instituto, hasta ávidos coleccionistas que, tras alguna presa difícil, husmean y se meten por todas partes, observando con desconfianza a sus posibles rivales. Personajes en los que me parece ver un trasunto de los bibliófilos del XIX, como Charles Nodier, de quien dice Andrew Lang (en un artículo publicado por la revista Texturas):

LOS LIBROS SALVAJES

Charles Nodier

 "...era pobre, pero nunca vacilaba ante un precio que estuviese por encima de sus posibilidades. Se arruinaba literalmente acumulando una biblioteca y luego reconstruía su fortuna vendiendo sus libros. Nodier pasó su vida sin un Virgilio, porque nunca consiguió encontrar el Virgilio ideal de sus sueños: un ejemplar limpio, intonso, de la edición 'buena' de Elzevir, con la errata y los dos pasajes en letras rojas. Tal vez este fracaso fuese un castigo divino por la triquiñuela con la que engatusó a cierto coleccionista de biblias. Se INVENTÓ una edición, y puso al coleccionista sobre su pista, que éste siguió en vano, hasta que murió, enfermo de esperanzas diferidas."  

 No encontrándome, por fortuna, aquejada por esa rara enfermedad que lleva a los hombres a dejarse la vida y la fortuna en la adquisición de libros, mi deambular por esta feria se parece más a la visita de una galería de arte, o de un parque natural. En momentos así, hago mía esta perspicaz reflexión de Virginia Woolf:
"Los libros usados son libros salvajes, sin hogar, han llegado juntos en vastas bandadas de variado plumaje y tienen un encanto del que carecen los libros domesticados en las bibliotecas".
Pues creo que, en gran parte, en eso reside el encanto de las librerías de segunda mano: son libros no domesticados, a los que podemos dar caza, si queremos, o quedarnos simplemente admirando su vuelo y su plumaje. Como los patos salvajes, nos preguntamos de dónde vendrán, que tierras habrán recorrido antes y dónde acabará su periplo. Abrimos uno al azar y vemos un nombre y una fecha: ¿dónde parará este desconocido dueño? Los libros salvajes, a diferencia de los de nuestra biblioteca, tienen cada uno su propio olor. No sólo el familiar olor a libro viejo: si acercamos la nariz, uno huele levemente a humedad (tal vez unas manchas amarillentas los corroboren), otro a tabaco (estuvo en la biblioteca de un gran fumador), otro... quién sabe. Si nos hacemos con ellos y se convierten en libros domesticados, no les quedará otro remedio que adoptar el olor de sus compañeros; es sabido que el ave nueva en un corral debe someterse a los dictados del grupo. Tal vez es mejor dejarlos en libertad, para que sigan yendo de aquí para allá, de tenderte en tenderete, de mano en mano, libros salvajes que nos hacen soñar y que, aunque sea por un momento, nos parecen más atractivos que los que, domesticados, nos esperan en nuestra biblioteca.  LOS LIBROS SALVAJES  

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