No obstante, todo cambiará tras la llegada de David Zinc, un joven abogado totalmente quemado de su experiencia en un prestigioso bufete, que se topa con ellos el mismo día en que decide que no aguanta ni un minuto más y se marcha de su oficina, para emborracharse y finalmente, caer redondo en la puerta de Finley & Figg, pidiéndoles trabajo tras recobrar la sobriedad. Ahora que pasan a ser tres, les llega el caso más importante de sus vidas, con el que podrían ganar una auténtica fortuna, pero ninguno de ellos tiene la experiencia ni los conocimientos para afrontarlo.
El escritor estadounidense John Grisham.
Con esta novela, el escritor estadounidense realiza un detallado retrato a la abogacía de tres al cuarto, y a todo ese proceso de demandas conjuntas a las grandes farmacéuticas, que comercializan medicamentos con efectos perniciosos y se gastan millones en organizar su defensa. Cabe decir que los tres 'abogadillos' protagonistas están muy bien definidos, que a pesar de ser bastante indeseables, al mismo tiempo resultan entrañables, haciendo que irremediablemente empatices con ellos. Grisham le imprime un ritmo ágil, que tras leer unos pocos capítulos, te va atrapando sin remisión en un entramado hilvanado a la perfección, en el que expone sus cartas de forma precisa, guardándose algunos ases debajo de la manga, sorprendiendo al lector en su desenlace, siendo una gran novela, y que podríamos decir que se asemeja (en algunos puntos) a la estupenda "El rey de los pleitos". En definitiva, "Los litigantes" es una gran novela, un brillante drama jurídico que evidencia la madurez de su plenitud del autor.Si quieres disfrutar de esta novela, puedes conseguirla en cualquier librería a través de su código ISBN: 978-84-9032-737-1 o también por Amazon, accediendo en el siguiente enlace:http://www.amazon.es/Los-litigantes-John-Grisham-ebook/dp/B00GVBILS0/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1423815891&sr=8-1&keywords=los+litigantesFRAGMENTO DEL LIBRO:El despacho de abogados Finley & Figg se definía a sí mismo como un 'bufete-boutique'. Ese inapropiado apelativo se empleaba siempre que era posible en las conversaciones rutinarias e incluso aparecía impreso e los distintos proyectos ideados por los socios para captar clientes. Utilizado con propiedad, habría denotado que Finley & Figg era algo más que el típico despacho formado por una simple pareja de abogados: 'boutique' en el sentido de reducido, talentoso y experto en algún area especializada; 'boutique' en el sentido de exquisito y distinguido, según la acepción más francesa de la palabra; 'boutique' en el sentido de un bufete satisfecho de ser pequeño, selectivo y próspero.Sin embargo, salvo por el tamaño, no era nada de lo anterior. La especialidad de Finley & Figg consistía en tramitar casos de lesiones lo más rápidamente posible, una rituna cotidiana que requería poco talento, nula creatividad y que nunca sería considerada exquisita ni distinguida. Los beneficios resultaban tan esquivos como la categoría. El bufete era pequeño porque no tenía capacidad para crecer. Y si era selectivo, se debía exclusivamente a que nadie deseaba trabajar en él, ni siquiera los dos individuos que eran sus propietarios. También la ubicación delataba una monotona existencia entre las categorías inferiores de la profesión. Como un salón de masajes vietnamita a su izquierda y un taller de reparaciones de cortacéspedes a la derecha, saltaba a la vista incluso para el ojo menos experto que Finley & Figg no era un negocio próspero. Al otro lado de la calle había otro bufete-boutique —la odiada competencia— y más despachos de abogados a la vuelta de la esquina. De hecho, todo el barrio rebosaba abogados, algunos de los cuales trabajaban por su cuenta, otros en pequeños bufetes y unos cuantos más en sus propios bufetes-boutique.
F&F estaba en Preston Avenue, una bulliciosa calle llena de antiguos chalets reconvertidos y destinados a todo tipo de actividades comerciales. Los había dedicados al comercio minorista (licorerías, lavanderías, salones de masaje); a los servicios profesionales (despachos de abogados, clínicas dentales, talleres de reparación de segadoras) y de restauración (enchiladas mexicanas, baklavas turcas y pizzas para llevar). Oscar Finley había ganado el edificio en un pleito veinte años atras. No obstante, lo que a la dirección le faltaba en cuanto a prestigio lo compensaba con la ubicación: dos números más abajo se hallaba el cruce de Preston, Beech y la Treinta y ocho, una caótica convergencia de asfalto y vehículos que garantizaba, como mínimo, un accidente espectacular por semana; con frecuencia, más. F&F cubría sus gastos generales con las colisiones que ocurrían a menos de cien metros de su puerta. Otros bufetes —boutiques o no— merodeaban por los alrededores con la esperanza de encontrar algún chalet disponible, desde donde sus hambrientos abogados pudieran oír el chirrido de los neumáticos y el crujido del metal.Fuentes:Fragmento extraído del propio libroISBN: 978-84-9032-737-1
Imagen John Grisham: http://bestsellers.about.com/od/releasesbyauthor/a/grisham_release.htmImagen despacho: http://estaticos.qdq.com/swdata/home_photos/649/649202370/Despacho-Carrion.jpg
Imagen maletín: http://basquelawabogados.com/wp-content/uploads/2014/05/maletin.jpg