Revista Educación

Los Mae del mundo

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hace poco se entregó el premio al mejor profesor del mundo, el Global Teacher Prize, dicen que es algo así como los premios Nobel de los profesores. Se lo dieron a Nancie Atwell, una maestra de Estados Unidos que ha conseguido que los niños de su colegio lean una media de 40 libros al año (no me sobra un cero, son cuarenta).

También había un candidato español, César Bona, que además de enseñar a sus alumnos que sin esfuerzo no hay recompensa, los agita para que sean curiosos, solidarios, participativos, y que dice cosas como que “los padres tienen que disfrutar de los niños, y los niños disfrutar de la infancia. Esto no pasa si la vida es deberes, cenar, cama. Así todos los días. El tiempo pasa rápido, y sin darte cuenta el niño ya no es niño. Te has empeñado, por inercia, en que sepa cosas: inglés, chino, robótica… ¿Y qué? ¿Dónde está la niñez? Se nos olvida que vuela el tiempo. La infancia pasa, no lo olvides”.

Otro de los candidatos era el profesor afgano  Azuzillah Royesh, que tiene una escuela en la que las niñas, que son el 40% de su alumnado, se escolarizan en las mismas condiciones que los niños, y al que los talibanes amenazan para que deje de enseñar a chicas. En una entrevista que le hicieron dijo: “esta profesión es la madre de todas las profesiones y estamos aí luchando para darle el estatus que merece”.

Me encantó lo que dijo porque creo que un maestro, o maestra, que no se enfade nadie, es una persona con el poder de ser decisivo en el futuro de otras personas, de miles de personas. Seguro que has tenido alguno que te marcó. Con suerte, más de uno del que nunca te vas a olvidar.

Uno de esos maestros con poder se murió el año pasado y también se merecía el premio. Más que eso, debería haber un premio con su nombre. Se llamaba José Antonio Castro Álvarez, El Mae. Mucha gente lo conoce a él y a sus hazañas dentro y fuera de la Escuela Montessori, que dirigió durante muchos años y que sigue en pie en el barrio de El Toscal.

Su mayor poder fue enseñar a los niños a pensar, a ser curiosos, a cuestionárselo todo, a “usar el bidón”, a que para aprobar había que “empetudarse”. Convirtió a cientos “de homínidos en humanoides” que lo recuerdan como alguien irrepetible. Algunos de ellos son hoy profesores y personal de la Escuela y muchos llevan allí hoy a sus hijos.

Esta semana sus alumnos le hicieron un homenaje. Allí estuvo también La Seño Nieves. Se contaron muchos recuerdos y colgaron una placa por fuera del cole. Fue una persona determinante en la vida de generaciones de niños que tuvieron la suerte de encontrárselo.

Por eso, El Mae, en realidad, no se murió. Como él diría, “Carmela,  si preguntan por mí, diles que me están peinando”.

El Mae


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