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Los más paletos de España

Publicado el 11 septiembre 2010 por Kotinussa

La gente de a pie se defiende diciendo que ellos no son así. Los catalanes, me refiero. Aseguran que no son un grupo de talibán, que no hacen limpieza étnica y que tratan por igual al que habla catalán y al que no. Voy a darles el beneficio de la duda, aunque me consta que no es cierto del todo, que te vas tropezando con personas a las que les preguntas por una dirección, siendo evidente que no eres de allí y que estás de turismo, y te contestan en catalán. Y eso es lo que hay, si no lo entiendes te fastidias y te vas a tu tierra. Pero en fin, vamos a ser muuuuuy generosos, a montarnos una película en la cabeza y a admitir eso que, repito, no me creo más que a medias.

Lo que está claro es que los políticos, las instituciones, no son así para nada. Entonces, ¿qué es lo que pasa? ¿Que los políticos catalanes gobiernan y legislan en contra de lo que piensan sus ciudadanos? Pues esto te lleva a la conclusión de que el catalán raso es un poco imbécil, que permite que desde hace décadas sus gobernantes estén creando una sociedad, no ya al margen, sino incluso absolutamente en contra de los deseos de sus gobernados. Y éstos son tan estúpidos que siguen votándolos y apoyándolos. ¿Veis como algo no cuadra?

Mi amiga C. estuvo compartiendo pupitre conmigo incluso desde antes de que yo lo recuerde. Diez años en la misma clase: cuatro de Primaria y seis de Bachillerato. Las optativas que elegimos en COU nos separaron de grupo, pero en los recreos y en los fines de semana seguíamos estando juntas. Luego empezó a estudiar Biología, pero eso tampoco nos separó. Vivíamos en el mismo Colegio Mayor de Sevilla, así que comíamos en la misma mesa, nos sentábamos juntas a ver la televisión por la noche y estudíabamos juntas aunque fueran distintas materias. En realidad éramos cuatro inseparables, desde los 6 años hasta el final de la carrera. Y en esos últimos años, aunque estudiábamos tres carreras diferentes, pasabamos más horas juntas que cuando estábamos en la misma clase del colegio y cada una vivía en su casa. Nos cambiábamos la ropa, cosa que yo nunca había podido hacer con nadie al no tener hermanas, nos pintábamos las uñas mutuamente y hasta nos hacíamos la cera unas a otras. Con toda esta introducción quiero dejar claro que es como si estuviera hablando de una hermana, que lo que cuento a continuación no es algo que le ha pasado a alguien que conoce a alguien que es amigo de un amigo mío.

Cuando C. empezó 4º de carrera eligió la especialidad de Genética, algo que tenía ya muy claro desde que empezó Biología. Pero unos meses después al novio de C., que era un poco mayor que ella y ya trabajaba, lo destinaron a Barcelona. De forma que decidieron casarse en el verano después de terminar 4º y que ella estudiara allí el último curso. Sí, C. se casó unas semanas antes de cumplir los 21, pero es que entonces las cosas eran un poco diferentes. Las cuatro amigas éramos de las que íbamos a curso por año y aprobando todo en junio, de forma que todas íbamos a ser licenciadas antes de cumplir los 22. Y con algo de suerte a los 22 ó 23 podíamos estar trabajando. También creo que nuestra cabeza funcionaba de otra forma muy diferente a la de la gente que tiene esa edad ahora. De forma que en julio de 1980, con 20 años todavía y 4º de carrera terminado, C. se casó y se marchó a vivir a Barcelona. Cuando en septiembre fue a matricularse de 5º curso de Biología se encontró con que en la especialidad de Genética todas las asignaturas se impartían en catalán (y estoy hablando de septiembre de 1980, ojo, hace ahora justo 30 años). La única solución que le dieron fue que buscara una especialidad donde las clases fueran en castellano. Y C., con la mitad de la especialidad hecha, tuvo que cambiarse y terminar en Invertebrados, que no le gustaba nada. Pero era la única forma de terminar la carrera. Así que lo sé de buena tinta, que nadie me lo discuta. Hace 30 años en Cataluña, al menos en la Universidad, ya se pasaban por el forro la Constitución, por lo menos esa parte que dice que todos los españoles tienen el derecho y la obligación de conocer el castellano. Bueno, aquellos profesores de la universidad lo conocían, pero se negaban a usarlo, lo que viene a quedar en lo mismo.

C. me contaba que el ambiente universitario era cada vez más paleto y aldeano. Se empezó a dar el caso con frecuencia de exigir que profesores invitados y conferenciantes usaran el catalán, por lo que dejaron de acudir muchos extranjeros y españoles de otras regiones. Todo esto hizo que la universidad se empobreciera hasta unos límites que denotaban que aquellos que presumían de ser más sofisticados y abiertos que el resto de los españoles se comportaban como el más cateto del terruño, empeñado en que todo lo que no sea su aldea no existe o es peor. En fin, sarna con gusto no pica. Si ellos prefieren involucionar hacia lo palurdo, es su problema.

Y se ve que no han escarmentado. La nueva página web de la Generalitat que pretende ser una especie de enciclopedia de la cultura catalana de todos los tiempos coloca a los escritores catalanes que escriben en castellano en el grupo de los escritores extranjeros. Así que Juan Marsé, Mendoza, Carmen Laforet o Ana María Matute están metidos en el mismo grupo que Vargas LLosa o García Márquez, con los extranjeros. A otros ni siquiera los nombran, como a Carlos Ruiz Zafón, Francisco González Ledesma, Manuel Vázquez Montalbán, Ildefonso Falcones o Javier Calvo. Hay que ser muy fanático o muy burro para llegar hasta el extremo de negar la existencia de dichas personas.

Y tampoco quieren atraer a gente valiosa de otros lugares, para que contribuyan al prestigio de la industria, la cultura o la ciencia catalanas. Por eso sigue ocurriendo en estos días en la universidad lo mismo que le pasó a mi amiga. Un mexicano contaba hace unos días que, después de pagar 4.000 euros para realizar un curso de posgrado, se encontró con que las clases se impartían en catalán, a pesar de que en la web que él consultó antes de matricularse decía que serían en castellano, a pesar de que en el grupo de 20 estudiantes había otro mexicano, un chileno y varios alumnos de Navarra y Bilbao. Ante las protestas de estos alumnos se limitaron a cambiar la web y escribir que las clases podían ser en catalán, inglés o castellano. A toro pasado, como si aquella gente fuera imbécil. Debe ser que les sobran los alumnos de posgrado y quieren que la noticia se corra para desanimar a otros a matricularse. Estupendo para ellos, pero se van a cerrar ellos mismos muchísimas puertas, porque incluso en Estados Unidos se habla bastante el castellano y nada el catalán, me parece. O que me corrija alguien si me equivoco.



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