Revista Religión

Los milagros de Kateri Tekakwitha

Por Santos
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Pregunta: Hola hermano. Hoy leí con agrado que se ha aprobado, entre otros, un milagro atribuido a la intercesión de la beata Cateri Tekakwita, cuya historia leí una vez con admiración. Tengo una estampa de ella que me mandaron de Canadá, en donde murió. ¿Tenés información sobre ella? Querría saber cuáles son los dos milagros que posibilitaron su beatificación y su canonización, respectivamente.
Respuesta: Hola querido hermano y colaborador. Sí que recientemente (el 19 de diciembre pasado) se ha aprobado el milagro necesario para la canonización de la Beata Tekakwitha, o Kateri (17 de abril, Canadá; 14 de julio, Estados Unidos), como fue bautizada y es más conocida, nombre que es equivalente al conocido nombre "cristiano" Catalina. El milagro ha sucedido en Estados Unidos, en 2006 y desde esa fecha se investiga. Es curioso que el niño agraciado padecía, como la Beata, una afección deformante y que perteneciera a una estirpe indígena. Además de la curación, el niño tuvo una experiencia mística. No lo voy a contar, pues lo podéis leer ampliamente en otros sitios de internet, con más detalles, fotografías y mejor redactado que por mi, por ejemplo, aquí: Milagro de la Beata Tekakwitha.
Y en cuanto a los milagros que se exigen para proceder a realizar la beatificación, hay que decir que en el caso de Tekakwitha, no existen, o al menos no se investigaron. Bastó la fama de santidad que ya tenía, y los testimonios que se habían recogido desde su muerte en 1680, entre los que constan curaciones, conversiones y hechos milagrosos, para que Juan Pablo II la beatificara en 1980. Cuando el proceso se impulsó definitivamente, esos datos fueron tomados, según la investigación médica y las posibilidades reales investigación y discernimiento de la iglesia norteamericana del siglo XVII. No es caso único, ni escandaloso, pues no es del todo obligatorio que el papa tenga que seguir la norma de requerir milagros para una beatificación o canonización. Ya lo hizo el mismo Juan Pablo II con Fray Angélico (4 de febrero), Junípero Serra (28 de agosto), o Eduviges de Polonia (17 de julio). Y lo hará próximamente Benedicto XVI con Hidegarda de Bingen (17 de septiembre), tenida y celebrada litúrgicamente como santa, pero nunca formalmente canonizada.
Esto puede parecer extraño, o arriesgado, pero hay que recordar que, aun siendo de vital importancia la verificación por parte de especialistas en casos de curaciones, la Iglesia, en ningún caso está supeditada a dicho análisis e investigación. Y esto para bien, porque en ningún caso, la ciencia declara milagrosa una curación, solo que es inexplicable (¿pudiera serlo dentro de unos años?, tal vez, como alguna curación "inexplicable" del parkingson). Fijémonos como, a más avance de la medicina, y otras ciencias afines, los milagros son más escasos y difíciles de probar. Hoy no basta con una enfermedad sanada exteriormente, ni de forma rápida, sino que se hace un seguimiento del caso, desde antes y después del hecho (1). Además del tiempo, se exige la unanimidad de la Consulta Médica en declarar inexplicable el hecho. Es muy seria la Iglesia en esto, fíjate, si no, como las conversiones, el cambio de costumbres o la radicalidad evangélica después de una interseción no se considera milagro, y tal vez lo sea. Alguien que abandona la droga o el alcohol ipsofacto y para siempre, luego de rezar él mismo, u otros por él, tal vez esté siendo agraciado por un milagro, pero la Iglesia no considera los "milagros morales". Es interesante preguntarse si debería. Lo dejo de reflexión y espero comentarios. 

Y dicho lo anterior (necesidad y límite de lo científico), insisto en la independencia de la Iglesia, que podría aceptar una curación como inexplicable, pero, sin embargo, tener duda sobre la santidad, escritos o espiritualidad de un candidato a los altares. Y esto suele suceder, muchos siervos de Dios gozan de fama de milagros, pero jamás (o en largo tiempo) serán ni beatificados ni canonizados, por oscuridades en su vida o escritos.
Exigir un milagro para una beatificación o canonización es algo razonable y aporta ciertas garantías de que el santo lo es, porque goza de la presencia de Dios, único que realiza milagros; pero hay que reconocer que las investigaciones de los milagros se basan en medios, conocimientos y prácticas humanas y por tanto sujetas al error o el límite. Lo que importa realmente es la vida, el martirio, escritos del venerable o beato. Una vida, hasta donde se sepa, cristiana, heroica y en que hayan resplandecido las virtudes teologales y cardinales, así como fama de santo, ya puede bastar para, según la enseñanza del Evangelio y la fe de la Iglesia, proclamar un beato o un santo (lo que se hizo en los casos mencionados arriba). Y aún este conocimiento sobre el candidato a los altares, es limitado, pues nadie conoce el corazón humano sino el mismo Dios.


(1) Por ejemplo, Narcisa de Jesús realizó el milagro de su canonización, restitución perfecta de un defecto anatómico de nacimiento, en 1992 y no fue canonizada hasta 2008, es decir, 16 años después, tiempo más que prudencial para comprobar lo comprobable.


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