Revista Cultura y Ocio

Los misterios de la fama literaria

Publicado el 17 febrero 2015 por Elena Rius @riusele

LOS MISTERIOS DE LA FAMA LITERARIA

La fama, esa diosa volátil (foto de Oclisé)


Mi entrada de la semana pasada suscitó un cierto debate con alguno de los comentaristas, algo que es siempre estimulante cuando proviene de gente que te lee con atención y con criterio (como es el caso). Tal vez por casualidad -aunque no creo en este tipo de casualidades, más bien es que cuando te interesa un asunto ejerces como de imán para todo lo relacionado con él- he leído en el Los Angeles Book Review un artículo que saca a relucir el tema de los misteriosos vaivenes de la fama literaria, tomando como ejemplo a un autor americano poco leído aquí, David Goodis, un caso que me parece ilustra a la perfección lo variable  -también imprevisible y sujeta a modas y mercados-  que es la valoración que reciben los escritores por parte de crítica y público. El inicio no puede ser más certero:
"La oscuridad literaria es una bestia curiosa. ¿Por qué algunos escritores son descubiertos y mantienen su fama, mientras que otros, quizás igualmente buenos, posiblemente aún mejores, siguen en la sombra o saltan a la fama sólo por un breve periodo para regresar luego al olvido? ¿Dónde está la clave? ¿Es el talento, la perseverancia, la gestión astuta, el devenir de los tiempos o la pura y simple suerte? Y el proceso por el cual los escritores olvidados son redescubiertos puede ser aún más extraño."
El de Goodis es uno más de esos casos curiosos: un escritor popular en los Estados Unidos durante las décadas de 1940 y 1950 por sus novelas negras, que conoció también un gran éxito de ventas en Francia. Aunque allí, al contrario que en su país -donde nunca se le consideró mucho más allá de la "pulp fiction"-, se puso de moda en los círculos intelectuales. Baste decir que François Truffaut llevó al cine una de sus novelas, Tirez sur le pianiste y Jean-Luc Godard le dio su nombre a un personaje de sus películas. En España, que yo sepa, nunca despuntó. Recuerdo vagamente haber leído alguna de sus novelas, quizás Al caer la noche o Viernes 13, que publicó Bruguera con unas cubiertas que hacían honor a su origen "pulp". O sea, que aquí, ni ventas, ni admiración. Pero eso no es tan raro. No sólo la fama de los escritores va y viene, sino que según el país su cotización sube o baja.  
LOS MISTERIOS DE LA FAMA LITERARIA
Recordemos también el caso de Sándor Marái, cuya novela El último encuentro (Narrativa)LOS MISTERIOS DE LA FAMA LITERARIA">El último encuentro salió en Destino a principios de los años cincuenta bajo el título de A la luz de los candelabros y pasó desapercibida. Durante la década de los treinta, Marái había alcanzado bastante fama en Centroeuropa, pero el eco no había llegado hasta aquí, ni mucho menos al otro lado del Atlántico. En su país, la guerra y luego el comunismo lograron que su obra quedase relegada al olvido, y algo parecido sucedió en el resto de países. Sólo después de su muerte (se suicidó en 1989, poco antes de que el comunismo que le había obligado a exilarse quedase disuelto por la Historia) la editorial italiana Adelphi tuvo la idea de reeditarlo. (A su vez, Roberto Calasso, el director de Adelphi, había encontrado sus obras en el catálogo de un editor francés que publicaba "maestros europeos olvidados"). Fue este un redescubrimiento con efecto "bola de nieve": uno tras otro, todos los países europeos se sumaron a él y casi de la noche a la mañana Marái se convirtió en uno de los autores mejor considerados, cuyas obras se reimprimían de forma constante. Esta vez, hasta los americanos se rindieron a él (hay que decir que el autor pasó sus últimos años en San Diego, California, sin que ningún editor manifestase interés por él).

LOS MISTERIOS DE LA FAMA LITERARIA

Encuentro entre Thomas Mann y Sándor Marái en 1935.
Ambos acabarían en el exilio


Entonces, ¿hay alguna conclusión que se pueda sacar de esto? Seguramente, no. La cotización de los autores es imprevisible y, claramente, no tiene mucho que ver con su calidad. O con lo que su época entiende por "calidad literaria", que es también un concepto variable.
Aunque yo sí extraería de aquí una máxima, dedicada a los escritores: "Escribe lo que te apetece escribir, no lo que crees que pide el público."

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