Revista Comunicación

Los modos de ser guiri III

Publicado el 07 agosto 2014 por Lya
Los modos de ser guiri IIILas féminas guiris. Ese marasmo de linos, pieles quemadas y pelo al viento. Aunque hay de todo, sí. En concreto, hay una versión de guiri mujer que no encuentra correspondencia en el sector masculino. Esto es, igual que existen guiris peregrinos, catedráticos y exploradores, existen sus señoras, que llevan las mismas pintas, pero, eso, en señora. Pero de la guiri Angela Channing, que es la que ahora nos ocupa, no existe homólogo varón. Básicamente, porque lo más probable es que su santo esposo descanse bajo la tierra de los viñedos familiares de Napa o de los campos de algodón en Texas o esté ingresado en alguna residencia donde cuidan de él, ya que se quedó lelo tras un intento de asesinato extraño accidente del que no se saben las causas. Claro. 
La guiri Angela Channing pasea por la city con su cuidado estilismo de señora bien, de posibles y dineros. Vosotros pensaréis que sus pintas son las habituales, pero, ah, amigos, de eso nada. De Carolina Herrera hacia arriba, lo menos. Seguro que las grandes marcas de ropa tienen una colección destinada a las vacaciones por Europa de las ricachonas americanas. Tonos camel o verde camuflaje, pañuelos estampados de seda en la cabeza, unas discretas perlas. Se las distingue bien por cómo miran los escaparates de las joyerías, con desinterés, con suficiencia, con esa dejadez propia de la que sabe que se lo puede comprar todo. Caminan con tranquilidad, sin mapa en la mano, escondidas detrás de unas Jackie O un poco pasadas de moda. Suelen ir acompañadas de su secretario/secretaria/persona de confianza/esbirro, que es quien se encarga de mirar el mapa, hablar con los guías, pagar las compras... Esas cosas mundanas. Lo que sea para que la señora se recupere del estrés producido por la última tragedia familiar. Ya sabéis, esa nuera aspirante a actriz de tercera que casi se ahoga en la piscina de la mansión en California, ese hijo alcohólico con mucho trauma interior porque creció sin el cariño de su madre, esa hija contestataria que no quiere saber nada de la familia y se ha marchado a Nueva York a vivir con su novio hippie-bohemio-soñador-soy un truhán-soy un señor...
Y ella mientras pasea por la city sin prestar mucha atención a nada, pensando en qué diría su Stuart acerca de la situación de la familia. Si pudiera decir algo, claro. Porque ella no quiso, pero sólo a Stuart se le ocurre intentar divorciarse de ella. De ella. DE-ELLA, que ha sido el sustento de todos durante tantos años, que tanto se ha sacrificado por el bien de la empresa familiar, etc, etc. Una incomprendida, eso es lo que es. 
Guiri fémina dos. La reina de África. 
Pueden considerarse una versión del guiri explorador, pero perfeccionada y algo más puritana. Las mujeres no llevan pantalones, sabe usted. Solo faldas, muy castas, hasta media pantorrilla. Y sandalias de monja, y camisolas amplias y sombreros de safari. Suelen venir en grupos de varias, con sus pelos que no han visto un peine en años y su fobia al sol. Su oponente es la guiri yaya rockera, con falda también, pero de esas hippies de mercadillo, zapatillas de deporte (caras), pelo corto y pintado de colores y camiseta ceñida de lycra. Y oro. Mucho oro. 
Otra clase de guiris que se ve mucho últimamente, son los Guiri Bios. Esos que no comen nada si no es de agricultura ecológica, que son veganos, que miran las tiendas de jamones y embutidos con horror y espanto (dos yoyas los pegaba yo bien dadas), y que llevan a sus niños en un estado de semi-salvajismo porque su filosofía de vida indica que los nenes ya de bien pequeñitos son sabios y saben qué es lo que más les conviene y por eso hay que dejarlos hacer. Parece ser. 
Así que sí, si la nena dice que sólo sale a la calle vestida con el traje de gitana que la comprasteis ayer por hacer la gracia y por mandar la foto a los abuelos en Düsserdolf, pues es que la niña es sabia y sabe que con lo que mejor va a estar es con el trajecito en cuestión. Aunque, uno, haga más de 30 grados y la niña se cueca entre tanta tela acrílica, y dos, todo charrito con el que os cruzáis os mire con cara de 'anda estos gilipollas que se piensan que están en Sevilla'. Pero qué más da. Lo mismo que si el nene quiere andar descalzo (puaggg) por esas calles de Dios, nene al que se ve a la legua que le roza poco el agua, porque ya se sabe que el agua quita la capa de protección natural que los niños -que son sabios y todopoderosos- crean sobre su piel. Que os enteréis. 
Finalmente, una versión de guiri también muy propia de estos tiempos es la Familia Guiri de Minnesota. Digo Minnesota como diría Wisconsin, ya me entendéis. América profunda. Pero muy profunda. Que no te cabe en la cabeza cómo han acertado para venir a Europa.
Son los típicos que piden chile y guacamole como platos típicos de la zona, que cuando intentan hablar español lo hacen con acento mexicano (por integrarse, sabéis), y que no comprenden que andan un poco desorientados en cuanto a latitudes y situación de países ni mirando un mapa ni pensando en las 14 horas de avión que se han metido en el cuerpo. Total, como viven donde Cristo perdió el mechero, todo les queda lejos.
La Familia Guiri de Minnesota se dedica principalmente a comer. Suele estar formada por cuatro miembros de proporciones hermosotas, que diría mi abuela, a los que los monumentos y la historia les importan un pimiento. En el hipotético caso de que supieran lo que es un pimiento, claro. Suelen haber llegado a la city porque se apuntaron a alguna excursión en la capital del reino, de estas de 'Conozca Castilla en dos días'. El McDonalds es su mejor amigo, como la tasca del barrio para ellos y si se aventuran en algún restaurante normal, cuando descubren decepcionados que aquí comida mexicana poca, se inflan a patatas fritas y filetes. Y helados. Más allá, todo es territorio desconocido. Se han dado casos, cuentan los mentideros, de desmayos, lipotimias y algunos alaridos locos cuando han entrado en el mercado central y se han enfrentado por primera vez en su vida a un puesto de pescado. O de carne. Con sus tostones (cerditos bebé) muertos, muy muertos, colocados en fila con la tripa abierta. Que una cosa es comértelo picado embadurnado de ketchup y otra verlo, ahí, lívido. Asesinado, con toda su inocencia presente, tan blanquito. Plof, desmayo. 
Muajajaja. 
Los modos de ser guiri III
Y con esta clasificación creo que por ahora he concluido este estudio sociológico de tanta trascendencia para la humanidad. He dicho.

Currar en verano es muy malo, no me lo tengáis en cuenta.



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