Revista Cultura y Ocio

Los perros y sus coloquios

Publicado el 09 marzo 2010 por Hache

Hace ya unas semanas que circula por la red el número 26 de una de las revistas de literatura pioneras en esto de editar sólo en la red: 'El coloquio de los perros'. En él, pueden encontrar poemas inéditos de Ángel Paniagua, Ernesto Pérez Zúñiga, Juan Bonilla, Aleyda Quevedo, Pablo Méndez, Carlos Jiménez Arribas, Leo del Mar, Alexis Gómez Rosa e Inma Pelegrín, entrevistas, traducciones y artículos. De estos últimos, si quieren conocer, siquiera someramente, los diferentes caminos que han tomado recientemente los poetas de nuestro país, les recomiendo fervientemente el artículo de José Daniel Espejo.
José Daniel Espejo, de quien ya hemos hablado varias veces en este blog, es autor, entre otras cosas, del mejor de los poemas de la antología 'Resaca / Hank Over - Un homenaje a Charles Bukowski'. Si encuentran cualquiera de sus libros no duden en hacerse con ellos, tendrán auténticos tesoros entre manos.
El poema que aparece en la antología mencionada es este
PAÍS ESTÓMAGO
Todavía mi estómago se inquieta si me acuerdo
de este hotel de que os hablo, en la montaña,
a las afueras de un pueblo, en el centro de Murcia,
el mejor y más barato si de lo que se trata
es de cebar a mil personas con gambas y cabrito
y hacerlos bascular con farlopa y reggaeton
hasta las últimas horas de la madrugada.
Pasé allí los fines de semana
a lo largo de dos años, por 10.000
la jornada, de entre 14 y 16
horas como candados. Y si cierro los ojos
veo mi uniforme de materiales indefinidos,
mi pajarita trucada. Y a todos nosotros:
40 camareros, 10 pinches de cocina ecuatorianos,
el maitre, el dj, los encargados,
los hijos de la jefa: ni un contrato,
ni la mínima promesa de un contrato,
y así que yo sepa hasta hoy. Y al tipo que echaron
por rajarse el pulgar con la máquina del embutido
y estropear un jamón. Y cientos de piernas
de cabrito de Nueva Zelanda ultracongeladas
puestas a remojo rosadas
flores de grasa etcétera. Recuerdo
muchas cosas más, pero no hace falta
sacar un inventario si tenéis la imagen
de una sórdida sweatshop de cabrito
de la puta Nueva Zelanda.
Por entonces yo estaba enamorado
y era minuciosamente infeliz, y no podía
odiarme más a mí mismo y al mundo
que cuando bajaba del tren el sábado y empezaba
la pesadilla de los platos. Y qué creéis,
que vino la poesía a salvarme, que el arte
compareció deus ex machina como Richard
Gere en Oficial & Caballero
para sacarme de allí? Oh, lo malo
de la vida es que pertenece
al género de la novela realista,
no a los libros de caballerías ni a la Ci-Fi
ni tan siquiera a la Serie Rosa. Sin embargo,
pensaba en Bukowski. Como siempre
que estoy en un hotel o algo peor,
pensaba en Bukowski y me decía
qué haría mr. Chinaski aquí metido
con todas estas lindas ayudantes
de cocina ecuatorianas, qué diría
de estos vestidos de tirantes y este tráfico
de farlopa de la mala en el cuarto de baño?
Del reggaeton? De la grasa? De la jefa
que visitó al peluquero por última vez
en febrero del 94?
No había redención, pero tenía eso.
Igual trabajaba, pero obtuve de Bukowski
una especie de caleidoscopio, un lugar para no entrar,
pero donde aún eran posibles las palabras,
los violinistas en el tejado,
los pavos reales rellenos de vino. Con embajadas
en forma de andenes de Greyhound: el País Estómago
donde aún ser un hombre aunque a punto de caer,
pero aún no este galgo de puntillas sirviendo
platos con la soga en torno al cuello,
perdón, la pajarita.

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