Lo cierto es que sí que te cambia la vida, y mucho, pero no se acaba el mundo y hay que aprender a vivir con esa nueva personita. Te has de adaptar a él/ella, pero también lo has de adaptar a él/ella a ti y a tu estilo de vida. En mi caso, no ha resultado nada traumático, lo llevamos bastante bien los tres, pero también intentamos tener nuestro espacio personal.
Al margen de esto, desde que fui mamá, he aprendido a valorar esas pequeñas cosas que me hacen sentir bien. Esos pequeños placeres del día a día que sin darnos cuenta nos convierten en seres felices y a los que a veces no damos importancia.
Esta es mi relación de placeres:
- Tomar una copa de vino (quien dice una dice dos) con papá para acompañar la cena improvisada de los viernes mientras nos contamos nuestros dramas y alegrías de la semana, mientras el peque duerme plácidamente.
- Encerrarme en el baño y tomar una relajante ducha calentita mientras papá le hace el ritual de cremitas post baño al gordito. Son a penas diez minutos pero me sientan como si fueran horas.
- Salir a cenar con las amigas y echar unas risas sin pensar en el próximo cambio de pañal o si le toca la toma o no.
- Tomar un café con leche con una onza de chocolate 'repanchingada' en el sofá y viendo Zapeando (es su momento siesta y si todo va bien y el energúmeno del vecino de abajo no pega el portazo de las 5 podré acabar el cafelito sin interrupciones).
- Tomarme mi tiempo en la cocina, es cierto que ya no puedo dedicarme como antes, pero cuando papá oso me cubre, me puedo pasar horas.
- Tener una buena sesión de sexo sin interrupciones. Hay que cuidar la relación de pareja y el sexo es un 50% (para papá igual es el 90% ^_^).
- Dedicarle algo de tiempo al blog, cuesta encontrar el momento, pero algunas noches me quedo en el comedor dándole a la tecla en silencio mientras mis hombres duermen, como ahora mismo.
Puzzle Bobble
Karate Blazers
Puzzle De Bloques
Magical Cat Adventure