Revista Cultura y Ocio

Los Puros

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez
Los Puros
Vaya por delante que también sobre mí ejercen una cierta fascinación los miembros del equipo que lidera el nuevo partido político "Podemos". Me gusta su liturgia asamblearia, el buen tono de sus líderes en los medios, sus buenos deseos, su juventud, su original y eficaz irrupción en la vida política... Pero una lucecita roja se activa en el cerebro, un piloto de alerta que, sin explicar muy bien el origen, te advierte de un peligro latente.
Asistimos asombrados al nacimiento de un partido político con vocación de juez. Tanto es así que bien podrían haberlo bautizado "Juzguemos". En sus primeros autos ya han dictado veredicto contra "la casta", "la Constitución" y "El resto de partidos". Su carrera judicial con currículo mediático y doctrina salvadora le ha rentado matrícula en votos. Ellos son los jueces severísimos, los salvapatrias; el resto está enfangado, corrupto y podrido. Mucha insolencia, mucho engreimiento se necesita para presentarse ante los demás como redentores, como Cristos sonrientes ante la crucifixión porque de ellos es el Reino de los Cielos al que piensan asaltar si se les resiste. Ellos son los puros, los sin mancha, sin pecado concebidos: ¿Cuánto tardaremos en descubrir su lado oscuro?
Decía Pío Baroja. "En España siempre ha pasado lo mismo: el reaccionario lo ha sido de verdad, el liberal ha sido muchas veces de pacotilla". Temo que la historia se repita. Por si acaso apuntemos sus nombres, archivemos sus declaraciones, investiguemos sus biografías, levantemos acta de sus promesas... Más pronto que tarde descubriremos las primeras manzanas podridas en su cesto; no tardará en aflorar la turbidez del fango en cuanto se agiten las aguas del fondo.
Percibo, indignado (podemos no tienen el momopolio de este sentimiento) en sus declaraciones y actitudes un rechazo a mi historia vivida (como si nuestro "Podemos" particular en el final de la dictadura y la tradición estuviera deslegitimado), siento que me excluyen del futuro (como si no fuéramos todos necesarios), me huelo que van de fariseos rasgándose las vestiduras, pero sin hacer  otra cosa...
El mismo nombre del partido me dio mala espina; me pareció demasiado presuntuoso. Enunciar un hecho objetivo de este calibre en presente de indicativo se arroga omnipotencia divina;  suena como el 'Yes, we can' de Obama, que ha terminado significando: "Hice lo que me dejaron". Sería más realista una formulación en subjuntivo: "Ojalá que podamos", o incluso un condicional: "Podríamos". Porque el camino de los deseos a los hechos está sujeto a tantos avatares que cuando el caminante llega a la meta ya no es el mismo que partió. Y a veces ni llega, o se da la vuelta, o se sienta a descansar.
El enemigo de Podemos es el tiempo. Su talón de Aquiles serán sus propias palabras. Apuntad sus nombres, grabad en la memoria sus declaraciones y después de algunos años comparadlas: muchos de los puros se habrán vuelto casta. Ya empiezan a emerger lodos del fondo; algunos de sus sumos sacerdotes ocultaban pecadillos de sectarios: clientelismo universitario, pequeñas corruptelas entre colegas. Ya lo dice el refrán: "Una cosa es predicar y otra es dar trigo". Al tiempo.

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