Revista 100% Verde

Los restos del 2013

Por Cooliflower

La guerra de la energía

Banksy
El año terminó como empezó: con una factura de la luz que hubiera hecho cortocircuitar las neuronas de Einstein, y –para variar- con mala prensa de las energías renovables, como si la energía nuclear fuera rentable y sostenible. El 2013 finalizó con más gente sin luces, por economía o capacidad neuronal. Noticiarios, noticias y notiociosos comentan, y nadie los entiende, por qué España, tan europea como presume, padece con diferencia la factura eléctrica más cara de los países con recursos energéticos. En Europa, solo Chipre (una isla, aislada por definición) nos supera.

¿Por qué? En España apenas existe la competencia, el auto-abastecimiento está siendo aniquilado por el gobierno, el precio de la electricidad se incrementa basado en unos principios que solo entienden compañías eléctricas y burócratas. La madeja es tan enrevesada que pocos discuten la pésima gestión de las renovables y el yugo de un precio que se fija a sí mismo. Los consumidores son consumidos por un ente invisible llamado mercado…

Aunque el motivo real es otro: a ningún político, con despacho reservado en los consejos de administración, le interesa despejar la incógnita de la factura de la luz. Entre déficits tarifarios y cálculos mefistofélicos el país se desangra vía enchufe. Y el mar, el viento y el sol esperan con suspiros de resignación.

Empate Madrid – Barcelona

Bansky Cooliflower
Las diferencias entre las dos capitales son notables. Mientras en Madrid culpan de todos los males al nacionalismo e insolidaridad catalana, en Barcelona culpan de todos los males al nacionalismo e insolidaridad española. Las administraciones de ambos lugares querrían un Eurovegas, Eurodisney, o cualquier otro antro de perversión, para levantar el país. Y quien dice país dice familia, o chalet.

En la rivalidad Barcelona – Madrid ambas ciudades han alcanzado consenso en ser PC (Polucionalmente Incorrectas); tanto una como la otra se saltan las normas europeas y achacan el aumento de la contaminación a factores geográficos y estacionales.

Todos los estudios dejan claro que contaminación es igual a enfermedad. En Barcedrid saben, como tú o como yo, que se podría limitar el tráfico rodado, bajar el precio de los transportes públicos, mejorarlos… Barcedrid podrían ser ejemplo de ciudad ecológica, pero entonces no podrían culpar al progreso, las montañas o el buen tiempo por la contaminación.

Los empates a cero saben a derrota, máxime cuando ni siquiera se intenta jugar el partido.

Moda que mata

Hay un vídeo, si tienes valor o estómago para verlo, en el que operarios chinos arrancan el pelo a bonitos conejos de angora. Los conejos están muy vivos, chillan, sufren, tratan de escapar. La tortura se repite mientras los animales viven; una y otra vez. Suponemos que los operarios serán simples cobayas humanas al servicio del poder de la demanda. La noticia son los conejos porque hay imágenes, pero en este momento, en todo el mundo, miles de trabajadores se dejan la vida en fábricas sin respeto por el ser humano ni el medioambiente. Ríos enteros se contaminan para que vistamos un par de pantalones y los peces muertos, y los trabajadores muertos, no son tendencia, salvo cuando una fábrica se derrumba

Para el 2014: Averigua qué hay tras cada etiqueta, la solidaridad sin conocimiento es una camino hacia ninguna parte.

Desprestigio

(¡Aquí! ¡Un post dice más que mil palabras!)

Las cuchillas de la vergüenza

Desde que ves la luz eres nómada. Te desplazas para aprender, enamorarte o huir; el viaje te lleva tanto a territorios hostiles escogidos, como acogedoras terras incógnitas. En verdad, trotamundos, el sedentarismo no existe. Los pensamientos alcanzan latitudes de conocimiento que cartografiarán el mapa de tu existencia; llegarás hasta lugares que nadie, salvo tú, entenderás. Aprenderás lenguajes comunitarios, palabras secretas en las que tres son multitud. Eres nómada, y como tal deberías entender que ninguna alambrada, zanja, o cuchilla frenará el viaje de una vida. Nos desplazamos porque estamos vivos, o porque queremos estarlo.


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