Los rincones que más me gustan de mi casa

Llevamos ya seis meses en nuestro piso después de una reforma integral que empezó hace más o menos un año. Acabados los últimos flecos que quedaron coleando hasta este mes, al fin podemos decir que lo estamos haciendo nuestro.

Con un presupuesto ajustado, mucho Ikea y un arquitecto que consiguió transformar los “eso no se puede” en “¿por qué no?”, a base de talento y de muchísimo trabajo, hemos convertido nuestro humilde piso en una humilde casa pecera muy agradable y fácil de vivir. Las fotos que te enseño hoy son de unos días antes de mudarnos, cuando aún coleaba un poco el miedo a que fuese demasiado blanca, demasiado impersonal y un poco aséptica. A parte de difícil de limpiar, según mi madre, con tanto blanco y tanto cristal.

Nuestro arquitecto, que nos conoce bien, siempre nos tranquilizó en ese sentido, sabiendo que enseguida la íbamos a llenar de nuestros objetos, mis telas, nuestros libros… En una palabra, de vida. Y tenía toda la razón, de hecho, lo complicado es mantener nuestro intrínseco “desorden creativo” a raya y que no nos vuelvan a comer las cosas por todas partes. En unos días publicaré lalgunas imágenes del antes y después de algunos rincones y lo entenderás.

Éstas son unas fotos bastante cutrecillas, así que si quieres ver unas buenas de verdad, puedes visitar este enlace a la web de la constructora con la que trabajamos, con las fotos que hizo la fotógrafa Ana Samaniego.

Son algunos de mis rincones favoritos, espacios que han cambiado nuestra forma de movernos y de vivir en casa. Como estos espacios de tránsito, que antes eran “embudos” que agobiaban y hacían que te chocases con todo y que ahora lucen un poco más espaciosos:

Mi estudio, al que aún le faltaba la cama de invitados. Y aún le faltan unos estores que tapen las paredes de cristal y lo hagan más privado. Me gustaría tener un espacio más grande, pero menos da una piedra y trabajo muy a gusto en él.

De esta foto del baño principal y las tres siguientes me gustaría que te fijaras en cómo se ve la casa de un lado a otro, a través de un patio de luces (bien requetefeo), atravesando varias habitaciones con sus ventanas.

Nuestra casa tiene forma de C, con ventanas en sus tres lados. Y resulta que a través de esta ventana del cuarto de baño se ve el mar, que está al otro extremo de la casa, con el patio de luces, mi estudio el recibidor y la sala en medio. Nosotros no fuimos conscientes de esto hasta que lo vimos construido y da una sensación de espacio maravillosa.

Armarios, estantes, cajones… Mucho espacio para almacenar, casi todo cerrado. Estaba muy cansada de vivir en una casa con todo el almacenaje a la vista, así que esto era una de las prioridades.

Y algo a lo que casi habíamos renunciado, por falta de espacio, pero que el arquitecto supo entender (sin que yo se lo dijese) que iba a ser una tristeza para mí y que consiguió mantener, renunciando a poco: el balcón. Otra vez esa comunicación entre el interior y el exterior. ¡Y espacio, aunque sea pequeñito, para mis plantas y para que las niñas se den unos paseos, olisqueen y maúllen a los pájaros!

Pero lo que en realidad es LA CASA, lo que a todo el mundo le llama la atención cuando entra es ESTO:

Ese fue el origen y el mayor reto de la reforma: llevar la vida hacia la ventana de la fachada, por motivos obvios. Unificamos los espacios de salón, comedor y cocina, de forma que nos pudiésemos mover por ellos libremente en las comidas del día a día y en las reuniones con invitados y disfrutar todos de las vistas, incluso cuando cocinamos.

Y todo ello con un espacio limitado y queriendo meter en él una mesa y una nevera grandotes, todos los electrodomésticos, otro baño, espacio de almacenaje para ropa y zapatos…

Como  decimos en Galicia, ¡por min que chova! Aunque si nos entran unos rayos de sol por las ventanas, mejor que mejor…