Revista Historia

Los Stroppendragers, el recuerdo de la humillación española de Gante

Por Ireneu @ireneuc

Los Stroppendragers, el recuerdo de la humillación española de Gante

Los Stroppendragers

El recuerdo que de los 200 años de dominación española tienen los antiguos territorios de Flandes -hoy en día repartidos entre Bélgica, Holanda y Luxemburgo- no se puede decir que sea exactamente bueno. Las continuas guerras y represiones que tuvieron que soportar durante su pertenencia a la corona española (1515-1714), han hecho que los españoles, en el imaginario popular, aún en la actualidad estén relacionados con elementos negativos y controvertidos (ver Zwarte Piet, el curioso asistente español de San Nicolás)... y tal vez no sea para menos. De hecho, en Gante (Bélgica) las fiestas de la ciudad se inician con una procesión en que la gente lleva un nudo de horca en el cuello -los Stroppendragers- un "regalito" directo para los ganteses del emperador Carlos V allá por el 1540.

Los Stroppendragers, el recuerdo de la humillación española de Gante

Centro histórico de Gante

La ciudad flamenca (no diga "olé", que le estoy viendo) de Gante celebra sus fiestas mayores durante la tercera semana de julio. Este evento anual, que pone la ciudad belga patas arriba durante 10 días, se abre con una bizarra procesión en que 50 personajes vestidos con túnicas blancas, caminan descalzos por Gante con una cuerda de ahorcado al cuello. Todo ello en recuerdo de la profunda humillación que les fue infligida por su paisano Carlos V -había nacido en Gante en 1500- cuando los ganteses se negaron a pagar la cantidad que el rey de España les había impuesto para poder sufragar sus divertimentos particulares en forma de guerras. Pero...¿qué fue lo que pasó?

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Carlos I y V

Hacia 1538, Carlos V (el conocido Carlos I de España y V de Alemania, vamos) estaba batiéndose el cobre con el rey francés Francisco I por el dominio del norte de Italia. Este conflicto, como cualquier otro, obligaba a las arcas de la corona a hacer fuertes dispendios para poder mantener los ejércitos que entraban en liza, los cuales eran obtenidos -como no podía ser de otra forma- a base de estrujar el pueblo. En esta situación, los poderes fácticos de la industriosa Gante se negaron a hacer efectiva su parte, habida cuenta que ya tenía un montón de multas impuestas por la corona -aquello de "la muy leal" no iba con ellos- y que la ciudad había entrado en crisis. Evidentemente, al emperador la negativa le hizo una gracia tremenda.

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François I de Francia

El conflicto continuó durante el año siguiente, entestados en negarse a pagar las tasas e incluso llegando a declarar al rey francés como soberano de Gante, lo cual acabó por inflar lo que no suena a Carlos V y le decidió a hacerles bajar los humos definitivamente a los ganteses, los cuales esperaban el apoyo de Francisco I. Sin embargo el rey galo había firmado una paz con Carlos V que no tenía ganas de romper por una minucia como esa y le dio permiso al emperador para que, atravesando Francia, llevase tropas a Gante para "tranquilizarlos" un ratillo y dejasen de dar por saco.
Gante, cuando el 14 de febrero de 1540 vio los 5000 soldados armados hasta los dientes que se habían apostado en las afueras de la ciudad, tembló como un flan -creían que el rey jamás se plantaría en persona y con su ejército en la ciudad- y decidió no presentar batalla, abriendo las murallas de par en par para acoger las fuerzas españolas. 

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Comitiva en procesión

Carlos V mandó arrestar a los instigadores de la revuelta, de los cuales, unos 25 "perdieron" la cabeza por su mala cabeza -nunca mejor dicho- y el resto, tras un juicio que se alargó hasta el 29 de abril, acabaron por ser declarados culpables y sentenciados a ser humillados públicamente como castigo a su pertinaz rebeldía. Castigo que consistió en que, saliendo del ayuntamiento, una comitiva formada por todos los regidores, secretarios y funcionarios del ayuntamiento y 30 burgueses notables fueran descalzos y vestidos con túnicas negras a rendir pleitesía al rey, que se ubicaba en su palacio en la otra punta de la ciudad.

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Rindiendo pleitesía a Carlos V

Sin embargo, estos personajes importantes de la ciudad no iban solos, ya que después de esta primera comitiva, desfilaban (todos ellos descalzos y con túnicas negras) 318 miembros de los gremios de artesanos -principales "paganos", ergo principales opositores al pago-, 50 tejedores  y, cerrando la procesión, 50 jornaleros vestidos de blanco -igualmente descalzos- y con un nudo de horca colgado al cuello, simbolizando su merecimiento a ser condenados a la horca. Todo un papelón, vaya.

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Representación del rey y la reina

El emperador, no obstante, no dejó ahí el castigo a Gante. Además de esta humillación de sus próceres, anuló todas las leyes, fueros y privilegios de que se beneficiaba la ciudad, dotándola de una administración escogida a dedo por la corona y con una nueva constitución. No contento, los gremios artesanos se vieron obligados a ser disueltos o a fusionarse, eliminó las puertas de las murallas, las campanas de la iglesia -símbolos de su libertad- fueron arriadas y la Abadía de San Bavón fue derribada para acoger en su interior una ciudadela desde la cual controlar la ciudad. Un castigo ciertamente inolvidable.

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Estatua del Stroppendrager

Este hecho marcó tanto a los ganteses que acabaron por recibir el apodo de "stroppendragers" (los que llevan el nudo), cosa que llevó a que una asociación a finales de los 70 del siglo XX, con motivo de la fiesta mayor, recreara el humillante paseíllo a que fueron sometidos en el siglo XVI por los españoles como símbolo de la rebeldía y lucha por sus libertades del pueblo de Gante. Una procesión, que se ha convertido en uno de los principales atractivos de su  fiesta mayor, fruto de la recuperación de una dolorosa memoria histórica que tiene al rey y a los ejércitos españoles como antipáticos protagonistas.

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Nudos al cuello de los Stroppendraggers


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