Revista América Latina

Los tractores de Cleber, motores de un cambio entre Cuba y Estados Unidos

Por Yasmany Zapata Perez @rexodor

Los tractores de Cleber, motores de un cambio entre Cuba y Estados Unidos

Saúl Berenthal (Izquierda) junto a Horace Clemmons, fundadadores de Cleber,
montando su tractor Oggún.
Foto: cortesía de los entrevistados

La sustitución de las importaciones de alimentos es una de las prioridades de la Isla en cuanto a la inversión extranjera y de ahí surgió la idea de fundar una compañía para la fabricación de tractores de mediano porte

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“Toda nuestra vida hemos estado acostumbrados a que nos llamen revolucionarios”, contestan casi al unísono Saul Berenthal y Horace Clemmons, los fundadores de una compañía de tractores que busca construir la primera fábrica estadounidense en Cuba desde enero de 1959.
Estos dos ingenieros se conocieron hace más de cuatro décadas cuando trabajaban para IBM. Poco tiempo después decidieron fundar su propia empresa de software para máquinas registradoras y lograron competir con gigantes de la industria como la National Cash Register, Fujitsu y sus antiguos empleadores.
La clave de aquel éxito, recuerda Cle­m­mons, estuvo en crear una herramienta abierta, no sujeta a licencias, que cualquiera pudiera utilizar. Llegaron a ensamblar sus propios equipos adaptando una impresora Epson a las computadoras personales de la época. “Cam­biamos las reglas del mercado y hoy la mayoría de las cajas registradoras funcionan sobre las PC”.
Su negocio, basado en dar soporte y asesoría técnica, llegó a ingresar más de 30 millones de dólares al año y fue vendido en 1995.
Ahora están listos para luchar una vez más contra los gigantes.
EL CAMINO DEL OGGÚN
Berenthal se fue de Cuba en 1960 siendo un adolescente pero nunca perdió contacto con su país. Después del 17 de diciembre del 2014, cuando los presidentes Raúl Castro y Barack Obama anunciaron que estaban dispuestos a abrir un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales, vio una oportunidad.
“Lo que Saúl hizo fue pensar en cuáles eran las necesidades de la gente en Cuba y buscar un modelo de negocio que fuera beneficioso para todas las partes”,  dice Clemmons, quien no du­dó en acompañarlo en la nueva empresa.
La sustitución de las importaciones de alimentos es una de las prioridades de la Isla en cuanto a la inversión extranjera y de ahí surgió la idea de fundar una compañía para la fabricación de tractores de mediano porte que ayudaran a los productores cubanos a mejorar su eficiencia.
Clemmons tenía la experiencia de su niñez y juventud en el campo estadounidense, don­de veía a su abuelo trabajar cada día con dos mulas, mientras sus tíos y primos daban los pasos hacia la mecanización.
Cleber LLC, su nombre oficial, no es más que la fusión de los apellidos de los fundadores y un juego con la forma en que se pronuncia la palabra “astuto” en inglés.
“No queríamos venir a Cuba a vender na­da”, dice Berenthal, “nuestra idea era fundar un proyecto permanente, invertir, crear una fá­brica que contratara mano de obra nacional calificada y obtener un producto que beneficiara a la gente”.
Clemmons recuerda que lo primero que le vino a la mente fue llamarlo “tractor caballo de hierro”, pero un amigo cubano de Saúl le ha­bló de Oggún, el orisha yoruba de los metales. La mezcla con la cultura cubana les pareció perfecta.
UN TRACTOR A PRUEBA DE BLOQUEOS
De su experiencia en el negocio anterior, utilizaron la filosofía de evitar las licencias restrictivas para aplicarla a la producción de ma­quinaria agrícola.
El tractor Oggún está basado en el Modelo de Fabricación de Fuentes Abiertas (conocido por sus siglas en inglés OSMM).
Esto quiere decir que se ensamblaría a partir de módulos que usan componentes comunes que pueden adquirirse en una amplia variedad de mercados y empresas suministradoras.
Esto permite proporcionar un equipo variado y económico que podría estar al alcance del pequeño agricultor y transformarse fácilmente para adaptarse a sus necesidades.
Además, haría más fácil el servicio y mantenimiento, las piezas y componentes están disponibles en el mercado internacional y son intercambiables entre diferentes maquinarias.
Este sistema abierto se contrapone al mo­delo comercial de los mayores fabricantes in­ternacionales de tractores y equipos de construcción ligera, que obliga al usuario a tener una dependencia del proveedor. De esa manera se aseguran de una serie de ingresos basados en piezas de repuesto y servicios de mantenimiento.
De hecho, según estadísticas oficiales pu­bli­cadas por este diario, en Cuba están en funcionamiento cerca de 62 000 tractores fabricados en 26 países distintos.
La mayoría de ellos tienen cerca de tres dé­ca­das de explotación y sus usuarios están acos­tumbrados a utilizar el ingenio, en lugar de los proveedores, para resolver los problemas técnicos que enfrentan a diario.
Cleber LLC no está interesada en proteger sus invenciones con patentes e incluso promueve que se copien sus modelos. “Com­pe­tiremos en la calidad del servicio”, aseguran.
UN EJEMPLO PARA EL MUNDO
Durante los últimos meses su idea se ha ido expandiendo y utilizando la misma plataforma del Oggún ya tienen planeado el montaje de otros equipos similares como excavadoras, montacargas y cavadores de zanjas.
La fábrica que aspiran a construir en la Zo­na Especial de Desarrollo Mariel contaría con tecnología de punta y tendría una producción de hasta 1 000 tractores anuales, con la vista puesta en el mercado nacional y la exportación.
“Aunque en un inicio comenzaríamos im­portando las piezas, pero no dependeremos de ningún país”, señala Clemmons.
Incluso si Cuba se viera imposibilitada de comprar de­terminados productos en Estados Unidos, es­tos podrían ser sustituidos por similares en otros mercados, añade.
Pero su aspiración es que un día puedan adquirir la mayoría de los implementos necesarios dentro de la Isla. “Así mucho más dinero se quedaría en el país”.
Berenthal considera que nuestro país po­dría ponerse a la vanguardia en el Modelo de Fabricación de Fuentes Abiertas. “Cuba es una imagen para el resto de América Latina. No solo desde el punto de vista ideológico, si­no también de algunas cosas que ha logrado en su economía”.
“Si somos exitosos aquí será un ejemplo para el resto de la región”, dice.
LOS PIONEROS
Cleber ha estado en el medio de la tormenta de transformaciones que se vive en el Estrecho de la Florida, mientras se avanza en un proceso hacia la normalización de las relaciones pero se mantiene en pie el grueso de las políticas de bloqueo que han estado en vigor por más de medio siglo.
“Siempre decimos que el bloqueo no tiene justificación política, no tiene justificación económica, y no tiene justificación moral”, señala Berenthal.
“He hecho muchos viajes, pero nunca he encontrado un cubano que me diga que el bloqueo es bueno. Todos los que conozco que apoyan el bloqueo viven fuera de Cuba”.
Cleber se convirtió en febrero de este año en noticia mundial al ser la primera empresa norteamericana que obtiene una licencia de la Oficina de Control de Activos Extranjeros, una de las entidades que regula la aplicación del bloqueo, que le permite iniciar los trámites obligatorios ante las autoridades cubanas para el establecimiento de la fábrica en Mariel.
Tanto Berenthal como Clemmons reconocen que han sido días agitados, con cientos de llamadas y muchas compañías, grandes y pequeñas, interesadas en saber cómo lo lo­graron.
Berenthal recuenta los nueves meses que estuvieron esperando los permisos necesarios de los departamentos de Comercio y Tesoro.
Nosotros iniciamos pidiendo una licencia específica, señala, lo cual implica que solicitas aprobación para hacer un listado de cosas pero “ni más ni menos”.
Las regulaciones de la OFAC y del De­par­tamento de Comercio fueron evolucionando al punto de que logramos incluirnos dentro de una licencia general, que es mucho más am­plia siempre que esté dentro de los márgenes aprobados, afirma.
Dada la experiencia que han adquirido en esos vericuetos legales y también en el escenario económico cubano, Cleber está asesorando a compañías que tienen objetivos si­milares.
Han trabajado junto a una empresa que quiere introducir un módulo de crianza de cerdos que utiliza los excrementos para convertirlos en fertilizantes y combustible. Su escala va de seis mil animales a 60 000. Tam­bién hay otra interesada en la instalación de equipos prefabricados para la construcción de edificios.
“Nuestro objetivo es que no sea tan difícil para los próximos”, asegura Clemmons.
LA ETAPA FINAL
Como ocurre con las empresas de todos los países que desean tener presencia en la Zo­na Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), Cleber LLC debe cumplir con una serie de requisitos y presentar un expediente del proyecto para someterlo a aprobación.
La inversión extranjera que se establezca en la Zona se rige por el Decreto-Ley No. 313 “De la Zona Especial de Desarrollo Ma­riel” y sus normas complementarias, en tanto la Ley No. 118 es de aplicación supletoria, refiere la Guía del Inversionista del Mi­nisterio de Co­mercio Exterior y la Inversión Ex­tran­jera.
Según cuenta el propio Berenthal, las autoridades de Mariel en un primer momento valoraron su propuesta, la que fue acogida con criterio favorable, y quedaron a la espera de obtener los permisos por la parte estadounidense.
Ahora que cuentan con la autorización de la OFAC, el cofundadador de Cleber se­ñala que su compañía espera estar en condiciones de presentar a finales de este mes de abril el expediente ante las autoridades de la ZEDM, ya que lo están actualizando para incluirle las ideas que trascienden los tractores.
Según la legislación vigente, “la decisión se dicta dentro del plazo de 60 días naturales, contados a partir de la fecha de presentación de la solicitud y debe ser notificada a los solicitantes”.
En el caso de Cleber, la potestad para dar la autorización final la tiene el Consejo de Mi­nistros. Ambos empresarios son optimistas.
Berenthal recuerda su ascendencia judía y un dicho de su tradición: “si no nosotros, quién; si no ahora, cuándo”.
Además, Oggún rige en la letra de este año.
Fuente: Granma

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