Revista Expatriados

Los últimos días de Prabhakaran Vellupillai (1)

Por Tiburciosamsa
Los últimos días de Prabhakaran Vellupillai (1)

Los dramaturgos griegos clásicos se morían por las historias de grandes hombres que llegaban a la cúspide, tenían un ataque de hybris que les hacía sentirse todopoderosos y a continuación recibían el capón de Zeus que daba con ellos por tierra y les mostraba que después de todo no eran más que una mierdecilla con mucha arrogancia. Los dramaturgos griegos se habrían muerto de gusto si hubiesen llegado a conocer la historia de Prabhakaran Vellupillai.
Prabhakaran era de esos fanáticos que están dispuesto a luchar por sus ideas hasta la última gota de la sangre de sus partidarios. Al igual que con Hitler, una serie de golpes exitosos en sus primeros años le habían convencido de que era un genio de la estrategia y al igual que con Pol Pot, no fue capaz de ver que la situación internacional se le había puesto de cara y que lo mejor que podía hacer era abandonar sus planteamientos maximalistas y aceptar lo que se le ofrecía, mientras todavía estaba a tiempo.
Su primer error fue no entender que el 11-S había cambiado muchas cosas y una es que de luchador por la libertad de su pueblo, había pasado a convertirse en puto terrorista. En febrero de 2002 el LTTE (Tigres por la Liberación de Tamil Eelam) alcanzaron un alto el fuego con el Gobierno de Sri Lanka, gracias a la intermediación de Noruega. Prabhakaran nunca se tomó en serio ese alto el fuego, que utilizó para rearmarse y para deshacerse de algunos rivales que le incomodaban.
En 2005 cometió un error muy parecido al que cometiera Pol Pot en Camboya en 1993: ciscarse en las elecciones. Los principales contendientes eran el ex-Primer Ministro Wicremesinghe, conciliador con las minorías y partidario de restablecer el diálogo con el LTTE, y el Primer Ministro Mahinda Rajapakse, partidario de una línea más dura. La ocasión era inmejorable: podía pedir el voto tamil a favor de Wicremesinghe a cambio de concesiones una vez que estuviera en el poder. Sí, el LTTE tenía la puerta abierta para integrarse en la vida política nacional. El precio a pagar habría sido seguramente el abandono del sueño de un Tamil Eelam independiente a cambio de una amplia autonomía. Prabhakaran ordenó a sus huestes que boicotearan las elecciones. Wicremesinghe las perdió por una diferencia de menos de dos puntos con Rajapakse. Prabhakaram había tenido en sus manos el poder de influir decisivamente sobre el resultado de las elecciones y lo había desperdiciado.
Prabhakaran se pasó 2006 haciendo ímprobos esfuerzos para que todos los intentos de los noruegos por conseguir la paz fracasaran. Y eso lo hizo a pesar de que ahora tenía enfrente a un adversario implacable, Rajapakse, y a todas las advertencias que se le hicieron llegar de que ahora el Ejército srilankés estaba mucho mejor preparado y armado que antes. Pero Prabhakaran ya había alcanzado ese punto en el que fanatismo e hybris se retroalimentan y para que nada faltase tenía a su lado a corifeos como Anton Balasingham,  su teórico político de cabecera, que soltaba perlas a lo Suso de Toro con Zapatero como: “Prabhakaran es un genio militar. Lo he visto en acción…” ¿En acción con la tripita que gastaba Prabhakaran por esas fechas? O bien se estaba refiriendo a un remoto pasado, o bien quería decir que lo había visto nadar en el pedazo de piscina que tenía en su casa para relajarse mientras los tamiles luchaban para mantener su sueño. 
Durante 2007 el Ejército srilankés, en medio de una reanudación no declarada de la guerra, fue recuperando la provincia oriental. El núcleo duro del LTTE estaba en el norte, pero la provincia oriental era un buen vivero de reclutas. El 2 de enero de 2008 el Ejército srilankés se dejó de tonterías, denunció el Acuerdo de alto el fuego de 2002 (para lo que servía) y lanzó su ofensiva final contra el norte.
Metódicamente el Ejército srilankés fue conquistando línea defensiva tras línea defensiva del LTTE y para finales de octubre había llegado a las inmediaciones de Kilinochchi, la capital de los Tigres Tamiles. Tanta era la hybris de Prabhakaran que no parece que se diera cuenta de que era el inicio del fin. Ese 27 de noviembre hizo su acostumbrada alocución con motivo del Día de los Grandes Héroes, que casualmente caía al día siguiente de su cumpleaños. Para los malpensados: no era una cuestión de vanidad, sino para conmemorar al primer caído en la lucha armada, que tuvo la consideración de morir en una fecha muy oportuna. La que sería la última alocución de Prabhakaran en ese día estuvo llena de la retórica habitual, con frases tan bonitas como “Hoy, nuestro movimiento se ha embarcado en un viaje histórico, peligroso y arduo. En esta empresa histórica nos hemos encontrados con numerosos viajes, giros y confrontaciones”. Al comienzo del discurso reconoció que las estaban pasando un poco putas, pero es un reconocimiento que se pierde en medio de tanta retórica: “La tierra de Tamil Eelam se enfrenta a una guerra intensa como nunca antes. Asomando su cabeza en distintas partes de Wanni, la guerra cobra velocidad. Al estar el Estado cingalés comprometido con una solución militar [esto dicho por el que había roto tantas treguas] la guerra se está haciendo intensa y extendida.” Más adelante apuntaba al lugar del que pensaba que vendría la solución: la India, donde “las voces durmientes en apoyo de nuestra lucha están volviendo a hacerse oír”. Nuevamente la memoria selectiva de Prabhakaran se olvidaba de que el gobernante Partido del Congreso seguía acordándose de que él estuvo detrás del asesinato de Rajiv Gandhi. Puede que Prabhakaran se cegase, pero no era del todo tonto: la alocución no la hizo desde Kilinochchi, adonde no se acercó mientras hubo combates, sino que la grabó en su escondite.
El 28 de diciembre Prabhakaran concedió su última entrevista. El periodista, incisivo, no paraba de hacerle preguntas sobre si la situación del LTTE se describiría mejor como “estar contra las cuerdas” o “estar entre la espada y la pared”. Prabhakaran respondió con la chulería acostumbrada. Preguntado sobre si lo era cierto que el Ejército srilankés estaba a punto de capturar Kilinochchi, comentó con dos huevos: “En la historia de nuestra lucha nos hemos enfrentado a operaciones militares mucho mayores”. En esa entrevista Prabhakaran insiste en que todo el pueblo tamil de Sri Lanka está con él. Tal vez sea porque los que no estaban con él habían “desaparecido” hacía tiempo. Insistió en que India les ayudaría, porque el pueblo y los políticos del estado indio de Tamil Nadu estaban con ellos. Evidentemente Prabhakaran esperaba que, como en otras ocasiones, la comunidad internacional le salvase en el último momento. Este tipo de actitud me suena; me recuerda a la de cierto grupo terrorista que descubrió el discreto encanto de las conferencias internacionales cuando se encontraba acogotado por la policía.

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