Revista Cultura y Ocio

“Los viajeros de la Vía Láctea”, de Fernando Benzo

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«♦El pasado 18 de octubre Maudy Ventosa publicó una reseña del libro Los viajeros de la Vía Láctea, hoy publica la entrevista que el autor le concedió, y es verdaderamente interesante ♦»

“Los viajeros de la Vía Láctea”, de Fernando BenzoReseña escrita por Maudy Ventosa.

«Parecía que todo se nos iba a dar sin necesidad de hacer nada a cambio…Somos una generación inconsciente, que luego nos dimos cuenta, como en el poema, que la vida iba en serio… Nos dimos cuenta después…»

“Los viajeros de la Vía Láctea”, de Fernando Benzo

Cubierta de: ‘Los viajeros de la Vía Láctea’

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Cubierta de: ‘Los viajeros de la Vía Láctea’

Quienes conocen a Fernando, dicen que es un hombre con un fino y sutil sentido del humor, pero que nunca ha intentado hacer reír a sus lectores porque dice que no sabe. Sí ha sido capaz de escribir un libro donde los sentimientos y la nostálgica impregnan cada página, una novela que es pura filosofía, que te emociona y te enfrenta a ti mismo y a tus recuerdos. Y de vez en cuando, te despierta una leve sonrisa.
Fue una entrevista muy agradable y divertida. Se lo agradezco porque lo pasé francamente bien. Sospecho que está convencido de que iba a coger tijera y recortar párrafos ¿incorrectos?… Es la ventaja de ser castellana vieja. Al pan, pan… ¡ja, ja!

  • Maudy.- Fernando, ¿es la juventud una gran mentira?
    Fernando.-No, la juventud es un gran reto, o como se dice en la novela, a la juventud hay que sobrevivir, porque es el momento en el que vives todo con una extrema intensidad y, por tanto, las heridas que te hagas va a costar mucho cicatrizar, va a costar mucho que se cierren…la juventud, es una etapa de alto riesgo.
  • M.- Hablas en este libro de una generación que defraudó, que se defraudaron… ¿Por qué fueron comodones?
    F.– Es la primera generación que lo tiene todo a favor, es decir, los abuelos de mi generación, que es la de la novela, habían tenido una guerra; los padres habían sido niños de postguerra y lo habían pasado francamente mal y, mi generación es la primera que no tiene ningún problema, que se encuentra con un país que está despegando, en el que ha empezado una prosperidad que se dispara con la llegada de la democracia y que tiene todo a favor: la libertad, un ambiente social, político, cultural… por tanto, lógicamente, las expectativas que se pueden generar, son más altas que en otros momentos de la historia. Y ninguna generación llega a cubrir todas sus expectativas. En este caso, como las expectativas eran muy altas, quizá el nivel de desengaño, desencanto o frustración sea un poco mayor que en otra generación.
  • M.- Por supuesto no es un libro sobre la movida madrileña, pero ¿qué era para vosotros, para aquellos jóvenes el compromiso?
    F.- Yo creo que el principal compromiso que se tenía en ese momento era el compromiso de vivir; yo te lo transmito de mi experiencia personal. Llego a Madrid, como el personaje de la novela -aunque no sea una novela autobiográfica-y la experiencia es parecida. Llego a un Madrid en plena ebullición y en plena explosión de libertad y, por tanto, la sensación que tenías es ¡quiero aprovechar esta libertad!, quiero aprovechar esta situación, quiero disfrutarla… Y cuando tienes una opción de disfrutar tan intensamente algo, no piensas en el mañana, parece que siempre va a ser así, con lo cual, es una generación, somos una gente, que solo pensamos en el presente, no nos preocupa qué va a pasar mañana y no nos comprometíamos ni con nuestro propio futuro. Éramos enormemente despreocupados. Yo ahora veo a la gente de la misma edad, y tienen demasiadas preocupaciones: si encontrar un trabajo, terminar sus estudios, qué pasará mañana, cuándo se independizarán… A nosotros nos daba igual, porque parecía que todo iba a ser muy fácil. Luego resultó que no era tan fácil, pero parecía que todo se nos iba a dar sin necesidad de hacer nada a cambio, como decía en sus tiempos Scott Fitzgerald también. Somos una generación inconsciente, que luego nos dimos cuenta, como en el poema, que la vida iba en serio… Nos dimos cuenta después.
  • M.- Y además una generación que se lo pasó muy bien… ¿a más diversión menos revolución?
    F.- Exacto, tú lo has dicho, a más diversión menos revolución; y a más diversión menos compromiso. La diversión era algo muy importante; la sensación de que había mucho para disfrutar… menos preocupación y, por tanto, menos te comprometes.
  • M.- ¿Te parece que hay alguna similitud entre los jóvenes de hace treinta años y los de ahora?
    F.- No, yo creo que no. Por varias razones. Primero, porque nosotros éramos muy conscientes del valor de la libertad; de pronto, estoy en un país libre, estoy en la democracia… estaba recién estrenada. Entonces, la libertad tenía un valor. ¡Se tocaba! Ahora mismo, los jóvenes de ahora, y los adultos lo damos por hecho, no nos planteamos otra posibilidad más allá de ser libres. En aquel momento, la libertad era un valor tangible. ¿La libertad que hace? Que todo el mundo se ponga a escribir, a componer música, a ser diseñador, a lo que sea… es decir, a disfrutar. Volvemos a la idea del disfrutar, a disfrutar de esa libertad. Ahora mismo no sientes esa libertad, ¡nosotros sentíamos la libertad! Esa sensación, aunque éramos muy jóvenes, de que de pronto todo vale, todo se puede hacer… pues eso es un valor que te diferencia de las generaciones que vienen después, porque eso, ahora mismo no es tan tangible, se da absolutamente por hecho que somos libres, ¡por supuesto que lo somos! ¡cómo no lo vamos a ser! No se discute.
  • M.- ¿Cuáles duelen más? ¿Los secretos culpables o los secretos que avergüenzan?
    F.- Los secretos culpables. Hay un momento en la novela en que los dos narradores, Blanca y Javi hablan de los secretos que avergüenzan y los secretos culpables… De los secretos que avergüenzan te puedes llegar hasta a reír, es más, debes reírte; yo creo que reírse de uno mismo es importante y hasta de tus propios secretos te tienes que reír; con los secretos culpables tienes que aprender a vivir con dos cosas: con el secreto y con la culpa, con lo cual, la carga es mucho mayor. Yo, si me dan a elegir, me quedo con los secretos de la vergüenza y, además, me reiría siempre de ellos, claro.
“Los viajeros de la Vía Láctea”, de Fernando Benzo

Fernando Benzo con Maudy Ventosa

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Fernando Benzo con Maudy Ventosa

  • M.- Amor y razón, ¿no tienen que dirigirse la palabra? ¿solo en la juventud?
    F.- Es que cuando aparece el amor… la razón…¿Cómo es eso de que… cuando el amor entra por la puerta, la razón sale por la ventana? No, el amor y la razón no son compatibles, si no, no es amor. Cuando el amor es amor, uno se vuelve loco, hace el idiota, hace el ridículo, se vuelve insoportable, es decir, todo lo negativo que quieras decir forma parte de lo maravilloso que es el amor. Cuando empieza a aparecer la razón es que quizás el amorestá empezando a tambalearse… La compatibilidad entre amor y razón a mí me parece muy difícil. Cuando es amor de verdad, ¿eh?
  • M.- ¿Siempre van a seguir gustando más los malotes y los chuletas? ¿incluso cuando crecemos?
    F.- Sí, sí. Siempre. Los que hemos sido buenos… eso es un desastre, es lo peor que te puede pasar, porque siempre, siempre, siempre, triunfan los malotes…
  • M.- Y las malotas…
    F.- Sí, pero es más prototípico lo del malote. Yo lo siento, no quiero meterme con nadie, pero las mujeres tenéis una cierta querencia hacia los malotes, ¡qué le vamos a hacer! Los que éramos los chicos buenos… A mí cuando me dicen, entonces ¿viviste la movida?, si, viví la movida, yo iba con mi jersey, mi vaquero y mis zapatos… sí, veía a los de la movida, pero no era un personaje de la movida. Pues esto es lo mismo, yo siempre vi cómo la chica de mis sueños se iba con el malote de turno… Es verdad, es que es así la vida…
  • M.- ¿Una persona es por igual sus sueños y sus secretos?
    F.– Sí. Yo creo que todos tenemos sueños y todos tenemos secretos… Los secretos son el equipaje que llevamos y con el que hay que saber cargar y también que hay que saber ir librándose de ese equipaje: no puedes estar toda la vida cargando con el peso; pero los sueños son los que nos marca el rumbo. Es decir, de una manera u otra todos tenemos sueños; esos sueños, a veces se cumplen, a veces no se cumplen, a veces no queda más remedio que redefinirlos y, por tanto, ese viaje que hacemos -al que yo me refiero en el título y en la novela- por la vida, son los sueños los que nos van marcando las curvas, el obstáculo que tienes que saltar, el túnel que tienes que coger y te llevan a un sitio que, a lo mejor, no es el que tú te esperabas. Yo creo que el sitio al que llegamos al final de este viaje, o el sitio en el que nos encontramos cuando ya han pasado una serie de años, en general, no es en el que esperábamos encontrarnos cuando empezamos el viaje. Y en parte eso lo han hecho los sueños.
  • M.- ¿Están en el pasado las respuestas a cómo es nuestro presente?
    F.- En parte sí. Yo creo que todos somos en una medida una consecuencia de nuestra juventud. Es lo que decíamos antes, que la juventud es una etapa de alto riesgo que deja huellas; yo creo que las heridas que se abran en la juventud cuesta mucho cerrarlas; luego, cuando vas cumpliendo años, vas siendo más inteligente, vas siendo más prudente y te vas protegiendo a ti mismo más, con lo cual, las heridas también las sabes cicatrizar, sabes aplicarles la cura de una manera más rápida, más eficaz. Las heridas de la juventud, sí son profundas y, si dejan heridas profundas, generalmente no solo dejan cicatriz, generalmente siguen sangrando, por lo menos un poco, durante el resto de tu vida.
  • M.- ¿La felicidad solo se atrapa de manera pasajera, a veces casi casual?
    F.- Sin duda. La felicidad solo son momentos. Si alguien te dice soy permanentemente feliz, no sabe lo que es la felicidad. La felicidad son momentos puntuales, y entre esos momentos luchamos por llegar al siguiente momento feliz.
    La felicidad es el objetivo de las vidas de todos los seres humanos. De una u otra manera, porque la felicidad es una cosa diferente para cada uno… puede ser el poder, el dinero, la salud, la familia, la pareja, lo que sea… pero todos perseguimos la felicidad. Y ninguno la alcanzamos. Nadie llega y dice ¡ya he llegado, ya soy feliz, ya me puedo relajar! ¡no! Puede llegar un momento de felicidad y al día siguiente vas a estar buscando otro momento de felicidad porque se habrá pasado. En eso consiste la vida, el viaje consiste en buscar la felicidad, es así.
  • M.- ¿Y si al final todo se reduce a querer vivir bien?
    F.- A querer ser feliz, no a querer vivir bien. Hay una cosa -antes hablábamos de la despreocupación y la falta de compromiso de esta generación de la que habla la novela-, que también hizo daño a esta generación en un momento dado, y es que unos años después de la despreocupación de esos primeros ochenta, aparece otra cosa, y es el yupismo; es el momento en que se nos dice, todos tenéis que vivir bien, en el sentido de todos tenéis que ser ricos, todos tenéis que tener el mejor coche…
  • M.- Y a la mierda el rock and roll…
    F.– Exacto, a la mierda el rock and roll. Y eso hace un daño terrible. ¡Yo lo recuerdo terrible! De pronto, nos volvimos todos idiotas. Precisamente los que habíamos sido los más libres, los más divertidos, los más fans del rock and roll, de pronto nos convertimos en unos idiotas que lo único que queríamos era comprarnos un coche.
  • M.- Se renuncia a todo, a todos esos ideales.
    F.Si la vida solo consiste en vivir bien, la vida es un desastre, es una vida desperdiciada. La vida tiene que consistir en buscar la felicidad. Luego la conseguirás o no la conseguirás. No puede basarse en vivir bien, en el sentido material. Nos engañan y nos hacen creer que en eso consiste la vida. Yo creo que no.
  • M.- La madurez es también una etapa llena de engaños… ¿significa que toda la vida es un engaño?
    F.- Ja, ja, ¡Qué horror! No. Yo creo que la madurez es un momentopara administrar esos secretos y esos sueños que has ido acumulando a lo largo del tiempo. Yo creo que en la madurez lo que hay que tener es la inteligencia suficiente para ir aligerando el equipaje. Eso es para mí lo fundamental de la madurez…
  • M.- Eso me gusta… pero soy incapaz de hacer eso…
    F.-No lo hacemos ninguno, lo estoy diciendo por quedar bien, pero es totalmente mentira, por supuesto (risas). En principio, deberíamos intentar siempre como objetivo en la madurez viajar ligero de equipaje. Sí lo vamos consiguiendo un poco. Si recuerdas lo intensitos que éramos todos a los veinte años, sí lo vas consiguiendo… Consiste en no engañarnos, porque al final no queda demasiado tiempo para engañarse; no merece la pena engañarse. A partir de una determinada edad, para qué te vas a engañar; ya no merece la pena. No es que la vida se acabe, queda muchísima por delante después de los cincuenta y tantos… Pero ya llega un momento, en que engañarse no tiene demasiado sentido, lo que hay que hacer es, más que engañarse es administrar. Tienes que administrar el equipaje que llevas encima.
  • M.- Me impresiona mucho Blanca cuando se hace la pregunta ¿he vivido?, creo que, si he vivido, ha sido tanto a través de las cosas que decidí hacer como de aquellas a las que decidí renunciar…
    F.- Claro, en la vida estamos siempre eligiendo, siempre, constantemente, aunque no nos demos cuenta. No hay día en nuestra vida en que no hagamos alguna elección, y nunca podemos ver esa vida alternativa que habría sido la elección contraria. Blanca es el prototipo que, en un momento dado en la novela tiene que elegir con quién quiere pasar el resto de su vida. Nunca va a ver la vida paralela que se le ofrece, pero en ese momento, ella es tanto lo que elige como lo que ha dejado de elegir, porque la vida que habría tenido habría sido completamente diferente. Y hay dos Blancas, una la que conocemos y es la que ha elegido, y otra Blanca que nunca conoceremos que es la que no ha elegido. Pero eso te ha pasado a ti, me ha pasado a mí, nos ha pasado a todos. Todos los días elegimos y nunca sabremos qué habría pasado… somos lo que elegimos y somos lo que dejamos de hacer…
  • M.- Seguimos amando un recuerdo, algo que no fue nunca porque lo idealizamos ahora… ¿Es más fácil conservar ese recuerdo para aplacar el dolor…?
    F.- Me estás haciendo unas preguntas dificilísimas… ja, ja.
  • M.- Yo no hago entrevistas normales… No te estoy preguntando de la movida para nada…
    F.- Pero esta ya es para nota. Vamos a ver, ¿qué ocurre con los recuerdos?
  • M.- Y con las idealizaciones…
    F.- Yo he escrito una novela deliberadamente nostálgica. Sin miedo a la nostalgia y sin miedo a mirar atrás. Pero al mismo tiempo que he hecho algo que, creo, no todo el mundo se atrevería a hacer, no tener miedo a la nostalgia-la nostalgia parece algo negativo y yo he decidido que no iba a ser algo negativo y que iba a escribir una novela nostálgica-.Al mismo tiempo, creo dos cosas: una, que idealizamos siempre el pasado, siempre; el pasado nunca es tan bonito como lo recordamos y dos, no soy nada partidario de estar viviendo mirando siempre al pasado. Yo creo que uno tiene que vivir el presente y estar mirando al futuro, pero siempre consciente del pasado. Y, por supuesto que idealizamos. En los años ochenta no eran perfectos; antes hablábamos de la libertad… teníamos mucha libertad, pero había un problema de droga tremendo, una inseguridad tremenda, había terrorismo, había de todo… yo no me engaño. No era un tiempo idílico, no era el paraíso. Y lo mismo lo he aplicado a nuestras vidas. A lo mejor ese novio que tu recuerdas de los dieciocho y que dices ¡ohh, qué pedazo de novio tenía yo!, pues a lo mejor no era tan maravilloso como ahora lo recuerdas…
  • M.- ¡Estoy segura!
    F.- Ese es el error que comete Javi, el protagonista, que se queda atascado en el recuerdo de un amor de juventud que nunca fue bueno, y él mismo sabe que no fue bueno. Es el mejor ejemplo de cómo el pasado, si te atrapa para mal te puede hacer mucho daño, te puede fastidiar mucho la vida, porque nunca el pasado es como lo recordamos… Lo del novio se que luego no lo vas a poner… ja, ja…
  • M.- -Ja, ja, seguro, no lo voy a poner…
    Con la madurez, las palabras cobran otro sentido, tal vez más real; ya no quieres hacer el amor, quieres follar… ¿nos quitamos la máscara de la inocencia impostada?
    F.- ¡Ojalá nos la quitáramos! Yo creo que nunca nos la quitamos del todo… pero sí nos vamos a poner a hablar de sexo, es que hacer el amor y follar no es lo mismo. Cuando vas cumpliendo años, te vas dando cuenta de eso -vamos a ponernos más finos-, de que las relaciones pueden ser de muchas maneras; relaciones amorosas, relaciones de amistad… volvemos a lo tontos que somos de jóvenes, cuando creemos que todos los amores van a ser eternos y que nos pasaremos viendo el atardecer, cogidos de la mano con nuestra pareja, el resto de nuestra vida y que nunca pasaremos un día malo ni tendremos una ruptura… Cuando ya eres más maduro, sabes que unas cosas son de una manera y otras cosas son de otra, y por tanto, unas veces haces el amor, y otras follas… ja, ja…
  • M.- No podemos estar toda la vida intentando ser héroes estupendos, ¿elegir lo previsible es renunciar?
    F.- No, es una tesis complicada que está en la novela, sobre todo en el personaje de Blanca que siempre dice, oye, yo quiero una vida previsible y nunca consigue que su vida sea previsible, porque nunca se cumple… Nunca la vida es como prevés que va a ser… volvemos a lo mismo, lo de los sueños, el camino siempre tiene curvas, siempre. Tú imaginas tu camino en línea recta y jamás es en línea recta. Siempre pasa algo que te hace tomar decisiones, llevar otros caminos, con lo cual tú puedes hacer una previsibilidad… Y creo que soy una persona previsible, para sentirme bien conmigo mismo tengo que defender la previsibilidad. No pasa nada por ser previsible, no todos tenemos que ser diferentes y rompedores, hay algunos aspectos en que la previsibilidad es una forma de felicidad, claro que sí.
  • M.- Te da mucha más seguridad… ¿Cumplir años es hacer ajustes?
    F.- Constantemente. Cuantos más años cumples más ajustes tienes que hacer…
  • M.- Tengo que empezar ya… ja, ja, eso tampoco lo voy a poner… ja, ja
    F.- ¡Pero no es malo! Es que yo lo que voy viendo, según voy cumpliendo años, es que cumplir años no es malo. Es verdad que la vida pasa muy deprisa, que de pronto dices ¡madre mía que edad tengo! No me imaginaba yo esto… y de pronto te llaman señor los niños y estas cosas…
  • M.- Y te dejan el asiento en el autobús…
    F.- Yo todavía no he llegado a eso, pero estoy a un pasito… te falla la salud y te pasas cosas… Pero, no es malo cumplir años. A mi me encantaría tener veinte, pero solo por tener por delante muchos más años, pero no porque me guste más mi yo de los veinte años que mi yo de ahora. Estoy muy a gusto con como estoy ahora mismo en cuanto a sentido común, conocimientos, experiencia… otra cosa es que una rodilla te duele… pero yo no creo que hacer ajustes sea necesariamente negativo por lo que te decía antes, porque si haces los ajustes adecuados la felicidad te va a salir más barata. Al final estamos hablando todo el rato de lo mismo, de lo que se trata es de ajustar para ir ligero de equipaje. Lo que no ayuda a la felicidad, hay que dejarlo al lado del camino…
  • M.- Cuando llevas más de la mitad de tu vida ya vivida, ¿eres tú el que decidirás si has ganado o has perdido?
    F.- Es que siempre ganas y pierdes.
  • M.- Todo está en tu novela…
    F.- Sí, lo sé, lo sé… Me suena familiar, pero yo no tengo que pensar todo lo que está en la novela, una cosa es la novela y otra soy yo. Yo estoy hablando de mí…
  • M.- Para eso está el que lo lee… es que yo te veo aquí siempre… eso tampoco lo voy a poner.
    F.- Tampoco tanto… hablan Blanca y Javi… no soy tan yo como tú te puedes imaginar… sí soy yo en sitios que ni te imaginas que soy. Esa es la clave que no entendéis del elemento autobiográfico de los escritores. La gente te dice, eres este y no, a lo mejor yo soy un friki de la música como David, por ejemplo, total, total…
  • M.- Si, ya he visto que entiendes de música un montón, me has dejado obnubilada, me has hecho trabajar…
    F.- Bueno, cuál era la pregunta, a ver, repítame usted la pregunta.
  • M.- Al final de tu vida, tú decides si has ganado o has perdido.
    F.- Probablemente sí, lo que pasa es que tú también te puedes equivocar y engañarte a ti mismo, a lo mejor crees que has perdido y has ganado, y a lo mejor has ganado y has perdido, con lo cual, es mejor que no te lo preguntes. Yo lo que creo es, que al final, tienes que aceptar que unas veces ganas y que otras veces pierdes. Si tú planteas toda tu vida hacia el triunfo, entonces perderás seguro. A lo largo de la vida hay que saber que se gana y que se pierde. Y hay muchas vidas, por muy exitosas que sean; no hay vida que no tenga derrotas y fracasos, igual que es muy difícil que no tengas victorias y triunfos. Con lo cual, ganas y pierdes. No hay que engañarse en eso.
  • M.- ¿Qué sentimientos querías provocar en el lector?
    F.- Quería que a ratos sonriera, y que a ratos se emocionara. He hecho dos cosas para intentar conseguir eso. Una, utilizar el sentido del humor escribiendo, algo que no había hecho nunca… mi hermano, el mayor, me decía, si tú tienes mucho sentido del humor, ¿por qué eres tan serio cuando escribes?¿por qué no escribes para que el lector se ría? Porque no se hacerlo. A lo mejor tenía que intentarlo alguna vez y aquí he intentado que el lector sonría, no que se ría.
  • M.- Sí, yo me sonreí un poco.
    F.- Sí, es que hacer reír es muy difícil, yo sonreí. Que leas algunos trozos de la novela y sonrías, y en otros te emociones, tampoco que llores a lágrima viva pero que te emociones…
  • M.- A mí sí se me ha saltado alguna lágrima.
    F.– Es que es más fácil hacer saltar una lágrima que una carcajada. Pero la idea es esa, no tener miedo a intentar ser divertido y a intentar ser sentimental. Es una novela nostálgica, sentimental y divertida. Sin miedo a ninguno de esos sentimientos…
  • M.- Es bonito eso, sin miedo a los sentimientos.
    F.- Es la clave, no he tenido miedo a esos sentimientos. Lo que no he tenido miedo es a ser sentimental. Si es un thriller tiene que tener suspense, esta es una novela que lo que tenía que tener es sentimientos… y otro sentimiento muy importante, es que el lector, al seguir la vida de estos personajes, piense en su propia vida. Para mí eso es lo importante.
  • M.- Ya te digo, me has puesto frente al espejo…
    F.- Pero es que yo quiero que el lector se encuentre. Pasan muchas cosas en la novela. No todas las han vivido todos los lectores, pero uno habrá tenido una relación amorosa mala, otro habrá tenido un problema de relaciones familiares, otro habrá tenido un amigo que le traicione y que le decepcione… De las primeras personas a las que dejé leer la novela, un amigo, le dije, qué te ha parecido. Me contestó:la terminé de leer, cerré la novela y me fui a dar un paseo por Madrid, porque necesitaba caminar por Madrid. Eso es lo que yo quiero. Una persona que la leyó, también quería que amasen esta ciudad… esa persona fue cerrarla, y se echó a la calle a caminar. Eso es lo que yo quiero, esa reacción me encantó.
  • M.- Y para cerrar, yo no te voy a pedir cinco canciones, pero dime cuál es la canción que te ha marcado.
    F.- La canción que me ha marcado es Thunder Road de Bruce Springsteen que no está en esta novela. Si quieres que te diga alguna que sí está, déjame pensar un momento…
  • M.- No, esa me vale.
    F.- Esa es mi canción, que la mencionaba en Nunca fuimos héroes y no quería repetirla. Para mí, esa es la canción.

Maudy.- Mil gracias. Seguiremos hablando con tu próximo libro. De momento, que los lectores disfruten de este.

“Los viajeros de la Vía Láctea”, de Fernando Benzo

Fernando Benzo

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Fernando Benzo

El autor:
Fernando Benzo (Madrid, 1965). Desde que a los 23 años publicara Los años felices (Premio Castilla-La Mancha), no ha dejado de escribir. Su última novela, el thriller policíaco Nunca fuimos héroes, se publicó en 2020 en esta misma colección. Ya era autor de los libros Mary Lou y la vida cómoda (Premio Kutxa–Ciudad de Irún), La traición de las sirenasDespués de la lluvia (Premio Ciudad de Majadahonda), Los náufragos de la Plaza MayorNunca repetiré tu nombre y Las cenizas de la inocencia. Una selección de sus relatos breves, premiados en numerosos certámenes literarios, está recogida en el volumen Diez cuentos tristes. Ha escrito también teatro, obras de no ficción y colabora con frecuencia en medios de comunicación.

El libro:
Los viajeros de la Vía Láctea ha sido publicado por Editorial Planeta en su Colección Autores Españoles e Iberoamericanos. Encuadernado en tapa dura con sobrecubierta, tiene 440 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Como complemento pongo un vídeo en el que Fernando Benzo nos habla de su novela Los viajeros de la Vía Láctea.


Para saber más:
https://twitter.com/fernando_benzo


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