Los viajes de Sergey Prokudin-Gorsky

París, 27 de Septiembre de 1944. Aquel día fallecía a los 81 años Sergey Mikhaylovich Prokudin-Gorsky (Fukinova Gora, actual distrito de Kirzhachsky, Rusia, 1863) rodeado de sus dos esposas —se había casado en segundas nupcias con su asistenta— y sus cuatro hijos. Hacía ya un mes que la capital francesa había sido liberada del yugo del nazismo y pasaría a los libros de historia como la Liberación de París. Unos días antes, en lo que había sido el Imperio Ruso, los aviones finlandeses pintados con la esvástica fueron derrotados por la Unión Soviética. Se producía así el Sitio de Leningrado, la aceptación de la derrota nazi a través del segundo armisticio que firmó con el gigante soviético. Cuatro años después, en 1948, la Librería del Congreso de los Estados Unidos pondría sobre la mesa de los Prokudin-Gorsky entre 3.500 y 5.000 dólares por el material que este había legado.

Es posible que por el nombre de Sergey Mikhaylovich Prokudin-Gorsky no le pongáis rostro. Y quizá si nos referimos al autor de la única fotografía en color de León Tólstoi en 1908 podamos ir estrechando el cerco. Imaginémos a un hombre aventurero, de finales del XIX, culto y procedente de una familia pudiente. La clásica estampa del hombre delgado, con gafas redondeadas, bigote y barba cuidados y vanidoso en el vestir impuesto por el cine se nos puede venir a la mente. ¿Se basaron en Sergey Prokudin-Gorsky? Juzgad vosotros mismos:

Autorretrato en las montañas del Cáucaso, c.a. 1910.

Tras haber estudiado fundamentos y técnica de fotografía en su Rusia natal y en Alemania, Prokudin-Gorsky pasó a la historia como uno de los pioneros en realizar las primeras instantáneas en color allá por los inicios del siglo XX. Su revolucionaria técnica fotográfica consistía en tomar tres instantáneas simultáneas con los filtros rojo, azul y verde para, en el momento de positivar, unirlos superponiendo las capturas. Aunque el principio de los tres colores había sido probado a finales del XIX, la falta de materiales adecuados y la relativa juventud aún de la fotografía no había obtenido los resultados esperados.

Superposición de tres fotos de fábrica de cemento cerca del río Oka en 1912.

Sin embargo, las múltiples fotografías tomadas por nuestro protagonista y su trayectoria profesional a través de publicaciones en revistas y postales llevaron la inmortalización del afamado dramaturgo León Tólstoi hasta la familia del zar Nicolás II. Impresionado por la calidad de sus instantáneas, Nicolás II dio permiso a Prokudin-Gorsky para retratar la realidad del Imperio Ruso. En total, más de 10.000 fotografías fueron tomadas en lo largo y ancho del todo el territorio hasta que la Revolución Rusa lo truncó. En agosto de 1918 marcharía a Francia en busca de una nueva vida.

Industria artesanal en los montes Urales, c.a. 1910.

Sus fotografías muestran el desarrollo industrial de la vieja Rusia zarista; costumbres, vestimentas y tradiciones de la remota Asia Central; pastores, maestros y líderes religiosos; pueblos y casas situados allá donde no nos podemos ni imaginar. Toda una colección impagable que nos muestra una Rusia previa a la estandarización soviética y que, de no ser por la calidad y la belleza de las fotografías, difícilmente nos podríamos imaginar.

Niños judíos alrededor de un maestro de Samarkanda (ciudad actualmente ubicada en Uzbekistán), c.a. 1910.

De las 10.000 fotografías tomadas durante cerca de una década, apenas 3.500 negativos viajaron a París en el exilio de Prokudin-Gorsky. De ellos, casi la mitad fueron confiscados por Rusia por contener material sensible ante el ambiente de Guerra que se estaba viviendo y apenas 1.902 negativos y 710 álbumes sin originales están en manos de la Librería del Congreso de los Estados Unidos. Fuera de esta institución el resto de fotografías están en paradero desconocido. De momento.

El emir de Bukhara (actual Uzbekistán), c.a. 1910.

Matrimonio de Daguestán (región de Rusia), c.a. 1910.

Podéis ver una buena selección en The Big Picture de Boston y todas sus obras conservadas están digitalizadas y online en la Librería del Congreso. Disfrutadlo.

Juanjo Sánchez