Lugares comunes

La culpa es mía
por creer que quizá la vida
podría ser caminar por tu espalda alada
como adolescentes talluditos por Guillem de Castro.
Por cubrir con pañuelos negros los espejos
antes de salir de casa.
Por pretender ser siempre el hombre que amabas odiar
en los ascensores.
Por la noche en que te ofrecí truco o trato
y te llevaste un susto de muerte.
Ahora he bautizado con tu nombre 
a cada maldita estación de Metro de la ciudad sin ti.
Dibujo mapas de carreteras con la forma de tus labios
y acudo a bares de sutura poética, por si las moscas.
Yo ya sé lo del tiempo y toda esa mierda;
soy el quimérico inquilino de cada lugar común y baldío.
Yo ya sé que lo más probable es que mañana
alguien también pronuncie dos terroríficas palabras:
"Derrame cerebral, mayoría absoluta, guerra mundial"
y me agarre aquí con estos pelos y a estas alturas
escribiéndote, desde la tramoya y con mis muñones,
bucles  de versos autoplagiados 
tratando de explicarte que me conmueve tu existencia
y que solo puedo sentirme agradecido
por cada minuto y forma en que sucedes o me has sucedido.
Yo ya sé que me repito
pero es mi vida, mi dolor y mi poesía
y me cago en todo en ello cuando quiero.