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Luis Cernuda (III)

Publicado el 21 noviembre 2013 por Hojasdealisio @HojasdeAlisio

Tercera semana compartida con Luis Cernuda. Varios poetas han escogido sus versos preferidos de este autor y han explicado el porqué de su elección. Todos son preciosos pero a mí me ha llamado la atención éste en concreto:
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío”.


A este lugar donde conviven luz, sombra y reclamo como uno solo reflejado en el poema Si el hombre pudiera decir invita Oscar Hahn. ¿La razón de su elección?: “Aunque el poema está inspirado en la experiencia de Cernuda con el amor que no osa decir su nombre, trasciende lo personal y tiene una validez universal. Bellamente escrito, puede aplicarse a las diversas relaciones amorosas censuradas ayer y hoy por todo tipo de prejuicios”.
Luis Cernuda (III)
Tres misterios gozososEl cantar de los pájaros, al alba,
cuando el tiempo es más tibio,
alegres de vivir, ya se desliza
entre el sueño, y de gozo
contagia a quien despierta al nuevo día.
Alegre sonriendo a su juguete
pobre y roto, en la puerta
de la casa juega solo el niñito
consigo, y en dichosa
ignorancia, goza de hallarse vivo.
El poeta, sobre el papel soñando
su poema inconcluso,
hermoso le parece, goza y piensa
con razón y locura
que nada importa: existe su poema.
Un muchacho andalúzTe hubiera dado el mundo,
muchacho que surgiste
al caer de la luz por tu Conquero,
tras la colina ocre,
entre pinos antiguos de perenne alegría.
Eras emanación del mar cercano?
Eras el mar aún más
que las aguas henchidas con su aliento,
encauzadas en río sobre tu tierra abierta,
bajo el inmenso cielo con nubes que se orlaban de
rotos resplandores.
Eras el mar aún más
tras de las pobres telas que ocultaban tu cuerpo;
eras forma primera,
eras fuerza inconsciente de su propia hermosura.
Y tus labios, de bisel tan terso,
eran la vida misma,
como una ardiente flor
nutrida con la savia
de aquella piel oscura
que infiltraba nocturno escalofrío.
Si el amor fuera un ala.
La incierta hora con nubes desgarradas,
el río oscuro y ciego bajo la extraña brisa,
la rojiza colina con sus pinos cargados de secretos,
te enviaban a mí, a mi afán ya caído,
como verdad tangible.
Expresión amorosa de aquel mismo paraje,
entre los ateridos fantasmas que habitaban nuestro mundo,
eras tú una verdad,
sola verdad que busco,
mas que verdad de amor, verdad de vida;
y olvidando que sombra y pena acechan de continuo
esa cúspide virgen de la luz y la dicha,
quise por un momento fijar tu curso ineluctable.
Creí en ti, muchachillo.
Cuando el amor evidente,
con el irrefutable sol del mediodía,
suspendía mi cuerpo
en esa abdicación del hombre ante su dios,
un resto de memoria
levantaba tu imagen como recuerdo único.
Y entonces,
con sus luces el violento Atlántico,
tantas dunas profusas, tu Conquero nativo,
estaban en mí mismo dichos en tu figura,
divina ya para mi afán con ellos,
porque nunca he querido dioses crucificados,
tristes dioses que insultan
esa tierra ardorosa que te hizo y te hace.
Unos cuerpos son como flores...Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.
Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.
Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.
Yo fui...Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.
Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.
He sido.


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