Revista Política

Luis Herrero

Publicado el 18 febrero 2017 por Alejandropumarino

Luis Herrero

Si de verdad queremos poner el dedo en la llaga de los males que aquejan a nuestra Justicia, no nos fijemos tanto en las condenas del caso Nóos, fruto razonable de los elementos probatorios que desfilaron por el estrado, sino en la colección de circunstancias previas que abonaron el procedimiento. La triste verdad -en este y en otros muchos casos- es que las sentencias llegan ya precocinadas por el trabajo de la policía judicial y de los expertos de Hacienda durante la instrucción sumarial. Muchos fiscales cortan y pegan sus tesis casi sin leerlas y muchos jueces hacen lo propio con las tesis de los fiscales. Si se pararan a pensar que juegan con el honor y la libertad de las personas, a muchos se les caería la cara de vergüenza.

Si alguien quería que esta sentencia sirviera de escarmiento a la Casa Real o a los plebeyos que perdían el culo por complacer a sus egregios miembros, se ha quedado con tres palmos de narices. Pero sí debería escarmentar a todos aquellos que han querido convertir a los tribunales en el badajo de las campanas de Huesca. Ni los jueces tienen derecho a sacrificar chivos expiatorios, ni los ciudadanos somos mejores cuando nos dejamos arrastrar por esa pulsión justiciera que nos lleva a insultar a los reos en las puertas de los juzgados o a clamar por su condenación en la redes sociales o en los artículos de prensa. O acabamos con esas conductas, las togadas y las vocingleras, o convertiremos la Justicia en una casa de putas.

La ponderación del Sr. Herrero sobr ela sentencia de la Infanta y el Sr. Urdangarín es exquisita, y no le falta razón; efectivamente, no hubo injusticia con la hermana del rey, sino tal vez con el Sr. Correa o la Sra. Pantoja, condenados por los medios antes de que la sentencia fuese publicada.


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