Revista Cómics

Luisa

Publicado el 08 octubre 2013 por Arakune @LeonelaArakune
- Disculpe señorita.
Luisa se paralizó cuando oyó la voz de aquel hombre, su traje negro parecía costoso y de diseñador, camisa blanca, corbata azul, y un pañuelo con borde dorado aparecía en el bolsillo de la chaqueta.
- Disculpe señorita, -repitió el hombre, parecía como de treinta y tantos, corpulento, al menos de un metro noventa de alto-. Creo que esto le pertenece. -Extendió la mano mostrando un monedero.
Luisa al verlo reviso de inmediato su bolso y confirmó que sí era el suyo. Observó el monedero un momento y luego dirigió la mirada expectante al hombre que seguía esperando que la chica tomara el monedero, al ver que ella no hacía nada lo puso directamente en su mano.
- Lo dejó sobre el mostrador cuando compro su bebida.- Continuó hablando él-. Debe tener más cuidado.
Luisa guardo el monedero en el bolso, comprendió que debía dar las gracias al comedido caballero, pero le preocupo de que su voz no sonara convincente, era la primera vez que salía como chica y no tenía la suficiente práctica. Se las había arreglado para casi no emitir palabras ese día, había comprado su jugo señalando el dibujo en el menú de la pared. Le dio un sorbo a su jugo de coco y vio que en la pajilla quedo un poco de su pintalabios <<Ahora soy una mujer>> pensó <<puedo hacerlo>>.
- Gracias, -dijo nerviosamente y tan suave que era casi imperceptible.
- Perdón, ¿cómo dijo?
- Gracias, -volvió a decir ella, pero esta vez un poco ms alto pero igual de nerviosa.
- Bonita voz. -Él esbozó una sonrisa que ella regreso.
- Gracias. -Esta vez tenía menos nervios y su voz sonó más natural, todo era por causa de esa sonrisa.
- Me llamo Manuel, ¿Y tú?
- Luisa.- Extendió la mano en espera de que Manuel la estrechara, en vez de eso, el tomó delicadamente la mano y la besó, gesto que provocó en ella una risita.
- ¿Me permite que la acompañe?
Luisa accedió, Manuel le pareció un hombre guapo. Sintió que tenía suerte era la primera vez que se atrevía a salir en público como una chica y ya estaban tratando de ligar con ella.
- ¿En qué universidad estudias?
- No estoy en la U. -Le sorprendió que le hiciera esa pregunta, seguramente el maquillaje le aumentaba unos años. Se preguntó que pensaría si se enteraba que tenía diecisiete.
- Ah, entonces trabajas.
- No, no, estoy acabando el colegio.
- ¿El colegio? ¿Qué edad tienes?
- Dieciocho. -Respondió Luisa después de pensarlo unos segundos-. Es que tuve que repetir un año.
- ¿Dieciocho? ¿En serio? -Manuel no pudo contener la risa-. Hubiera jurado que tenías veinte y cuatro, ahora me siento un "roba cunas" -Siguió riendo un poco más.
- ¿Te vas a ir porque soy muy joven? -A Luisa de verdad le estaba gustando Manuel, así que pensar que él se iría le irritaba.
- No, no. -Respondió Manuel al ver los ojos brillosos en el rostro de ella-. Si quieres te seguiré acompañando. -Luisa asintió con la cabeza.
Caminaron juntos por el centro comercial sin rumbo, charlando mayormente sobre cosas sin importancia. Luisa se enteró que Manuel estaba divorciado, era papá de mellizos a los que casi no veía y que andaba en busca de un nuevo amor. Por su parte Manuel no pudo sacarle mucha información a Luisa, salvo que quería estudiar diseño gráfico y que su color favorito era el negro, no le importo mucho, el que fuera tan inaccesible era parte del encanto de ella.
- Me gusta tu cabello. -Le alagó Manuel.
- Gracias, me lo cuido mucho. -Eso era cierto, su cabello negro largo hasta la cintura era el resultado de varios años de cuidado. Su mamá no aprobaba el cabello largo en los hombres, pero lo toleraba pues daba como pretexto que quería parecerse a sus ídolos del rock, por lo mismo también se había agujereado las orejas en tres lugares distintos.
- Me gusta cómo te viste. -Un nuevo alago por parte de Manuel que hizo que Luisa se ruborizara.
- Ay, gracias. -Luisa sonreía complacida, había escogido bien de los armarios de su mamá y su hermana, de su mamá eran la blusa blanca y la faja tipo corset que llevaba bajo esta que hacía que se le formara una estilizada cintura, de su hermana eran las pantimedias negras, la minifalda plisada roja a cuadros y la boina igualmente roja. Lo único que era suyo eran los botines de tacón que aumentaban quince centímetros a su estatura, sus pies eran más grandes que los de cualquier mujer de la casa, por lo que tuvo que ahorrar su mesada durante casi tres meses para comprar unos zapatos a su medida.
- Pero hay un problema. -Esta afirmación de Manuel causo que Luisa dejara de sonreír-. Veras, es que... -Se acercó a Luisa para hablarle al oído-. Se te movió una teta de su sitio.
Luisa miro hacia abajo y comprobó que el relleno de su sostén se había movido de tal modo que en vez del pecho izquierdo tenía tres extrañas protuberancias, se tapó con los brazos y salió corriendo llena de rabia hacia sí misma por tal descuido, sentía que Manuel debía estar odiándola porque no le había dicho la verdad.
Entró en un pasillo más pequeño que llevaba a los baños, en ese momento sintió una mano posarse en su hombro que la obligo a girar para quedar frente a Manuel, trató de zafarse pero él la abrazo para evitar que volviera a huir, ella dejó finalmente de luchar y apoyando su rostro en el pecho de Manuel lloró.
- Está bien, -dijo Manuel tratando de tranquilizarla-. Me gustas.
- Pero, pero, yo te engañe.
- No precisamente. -Luisa quedó en silencio, Manuel siguió hablando-. Cuando te vi la primera vez te creí una chica, pero en el momento en que te oí hablar te delataste, y eso en vez de desagradarme me llamo más la atención, jamás pensé que un hombre pudiera lucir tan sexy como una modelo. -Luisa seguía bastante sorprendida como para hablar-. Mira, anda a arreglarte un poco y luego hablamos.
Luisa ingreso en el baño de las mujeres, se aseguró de que no hubiera nadie y comenzó los arreglos, primero la teta que se había salido del sitio y luego el maquillaje que se corriera por las lágrimas. Se tardó más de media hora intencionalmente con la esperanza de que Manuel se cansara de esperar y se fuera, pero él seguía ahí. Ella sacó su celular del bolso y comprobó que se estaba poniendo tarde y tenía que regresar a su casa antes que su familia, se armó de valor y salió.
- Tengo que irme ya -Dijo Luisa sin detenerse, pero Manuel ya le había puesto de nuevo la ruda mano en el hombro-. Déjame ir.
- No hasta que hablemos. -La voz grave de Manuel, que casi sonó a que daba una orden, hizo que Luisa se detuviera-. Vamos a sentarnos-. Luisa le siguió hasta un banco cercano.
- Cuando te vi, -comenzó Manuel-. Sentí un flechazo y cada momento que pasé contigo esa flecha se enterró aún más hondo. -La mirada de Luisa denotaba sorpresa-. No te estoy pidiendo que seamos novios, solo te pido que me des una oportunidad y veamos qué pasa.
- Tú también me gustaste desde que te vi. -Luisa ya no trataba de afinar la voz pero su tono era más dulce de lo que había sido hasta ese momento-. Pero nos acabamos de conocer y no sé si solo te encaprichaste conmigo o sí de verdad... -Antes de que pudiera seguir hablando, Manuel apegó sus labios a los de ella en un beso que duró unos cuantos segundos.
- ¿Realmente no tengo ni una oportunidad? –Manuel esperó que Luisa le diera una respuesta, pero de ella no salió palabra alguna, en vez de eso cerró los ojos, puso su rostro hacia el de él y espero con los labios entreabiertos. El segundo beso fue más largo, sus lenguas se encontraron en varias ocasiones y sus manos se entrelazaron-. ¿Te parece bien que tengamos una cita el próximo viernes? –Luisa asintió efusivamente con la cabeza para luego envolver con sus brazos el cuello de Manuel y plantarle un tercer beso.
Había logrado llegar antes que su familia, colándose por el patio de atrás y entrando por la puerta de la cocina que daba a ese patio. Apenas y pudo devolver las ropas prestadas a su sitio, cuando oyó que la puerta de la entrada principal se abría, aún tenía mucho maquillaje en la cara por lo que decidió meterse en la ducha con la esperanza de que el agua caliente le ayudara a librarse de él.
Estaba ya en su habitación dedicándose al secado de su cabello cuando entró su mamá sin anunciarse.
- Hola mijo. –Dijo al entrar-. Era que vengas con nosotros, la pasamos muy bien.
- La bendición mamá. -Respondió Luis-. Yo también la pasé muy bien.
- No entiendo porque nunca quieres con nosotros, te estas volviendo antisocial…
El regaño que estaba recibiendo por parte de su madre era el habitual por lo que no le ponía mucha atención, en vez de eso trataba que la toalla y su cabello ocultaran el hecho de que sonreía, empezó a hacer una lista mental de la ropa de los armarios de su mamá y su hermana, decidiendo con cual luciría mejor para su cita del próximo viernes.
Fin.

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